Juan de Dios Ramirez-Heredia[1]
Ha muerto Jean-Marie Le Pen, el político que durante muchos años ha sido el símbolo más visible del racismo institucional, no solo en Francia, su país, sino en toda Europa. Le conocí personalmente durante los años en que ambos coincidimos en el Parlamento Europeo.
Y con él y su partido me enfrenté repetidas veces a propósito de nuestras denuncias por sus actos y manifestaciones racistas, o por la oposición con que su partido, el «Frente Nacional», atacaba cuantas iniciativas proponíamos sus adversarios.
Pero lo que más distinguió a Le Pen en el ámbito de la política europea posterior a la Segunda Guerra Mundial fue su clara identificación con los postulados nacionalistas y racistas del régimen nazi. Le Pen fue diputado europeo durante treinta años, la mitad de los cuales coincidió conmigo tanto en la Cámara de Estrasburgo como en Bruselas.
Si están interesados pueden seguir una de mis intervenciones parlamentarias en el Parlamento Europeo contra el Grupo racista que encabezaba el señor Le Pen
Pero igualmente me resisto a dejar de transcribir el texto recogido en el Boletín Oficial del Parlamento Europeo donde expreso el sentido de mi voto a favor de que la Justicia europea pueda castigar al hoy fallecido impenitente racista. He aquí lo que dije en aquel entonces en la Cámara de Estrasburgo.
Seños Presidente:
Mi voto contribuirá a que se levante la inmunidad parlamentaria del señor Le Pen. Y conmigo, señor Presidente, votarán con el corazón miles, millones de gitanos europeos descendientes de las víctimas que fueron objeto del odio y la violencia nazi hace medio siglo.
Yo voto, señor Presidente, para que la justicia tenga la oportunidad de castigar a Le Pen por trivializar el recuerdo de aquella tragedia, por minorizar el genocidio que tantas vidas costó, por jugar con la pena, las lágrimas y la desesperación de tantas familias inocentes diezmadas por el odio racista que con tanta frialdad el señor Le Pen parece justificar.
Pero yo añado señor Presidente, desde mi escaño del Parlamento Europeo, mi condena más firme al Señor Le Pen.
Le condeno y le maldigo. Que caigan sobre su conciencia el recuerdo de aquellas víctimas inocentes. Que caigan sobre su alma las lágrimas de tantos niños huérfanos. Que le arañen en las entrañas los lamentos de las madres a quienes les robaron sus hijos para hacer con ellos crueles experimentos. Que se le aparezcan por doquier las sombras de los ancianos que terminaron en los hornos crematorios solo por ser viejos. Y que la maldición de mi pueblo, el pueblo gitano, a quien la sombra negra del nazismo robó más de quinientas mil vidas le acompañe durante todos los días de su vida.
Señor Presidente, no se interpreten mis palabras como una negación al derecho que asiste al señor Le Pen para manifestarse como le venga en gana. Aprendí, hace muchos años ya, el mensaje de Voltaire cuando sentenció: «Me opondré a tus ideas hasta la muerte, pero con el mismo afán defenderé el derecho que tienes a expresarlas». Manifiéstese el señor Le Pen como quiera, diga lo que se le antoje, ladre como los lobos en las noches de luna llena, anunciando discriminaciones, persecuciones, llanto y lágrimas de los más débiles, pero sepa el señor Le Pen, y quienes como él piensan, que aquí encontrarán siempre a un grupo de hombres y mujeres que no aceptarán sus incitaciones al odio racial, a la marginación de las minorías.
Cuando Le Pen dice que a causa de la desertización y de la demografía los habitantes del tercer mundo se lanzarán a la conquista de Europa, ¿qué pretende imbuir en la mente de los sencillos europeos? Los hijos de las tinieblas son más sagaces que los hijos de la luz. Le Pen sabe muy bien -es viejo lobo- cuando debe lanzar sus aullidos para asustar a la ciudadanía y conseguir, mediante el miedo y la amenaza, que prosperen sus tesis trasnochadas y fascistas.
Hoy, posiblemente, se escapará de las manos de la justicia francesa, pero no escapará de la condena y el desprecio que por él sienten todos los demócratas de Europa. Muchas gracias, señor Presidente.
- Juan de Dios Ramirez-Heredia Montoya es abogado y periodista