El Teatro Federico García Lorca de Getafe fue testigo este 2 de noviembre de 2019 del estreno absoluto en España del último proyecto de María Juncal, La vida es un romance. Un reto más en la brillante carrera de bailarina/bailaora, coreógrafa, creadora de proyectos en los que el arte se manifiesta en todos sus aspectos. Un reto superado con matrícula de honor.
La vida es un romance está dirigida por Ángel Rojas cuyo virtuosismo está presente en cada momento de desarrollo de la obra. Pocos artistas y no hacen falta más. Tres cantaores de culto, Juan Triviño, Jonatan Reyes y Jesús Corbacho. A la guitarra Óscar Lago y a la percusión Javier Teruel. Minimalismo en sus elementos, muy al estilo de María Juncal, eficacia artística máxima, no se puede pedir más.
Es una obra en la que todo rebosa belleza, las músicas de Óscar Lago, los textos y letras de Jesús Corbacho, la canción que da comienzo a las historias que se narran, La piel sin mácula de Ricky Rivera, el diseño de iluminación de Ángel Rojas, el vestuario espectacular de Nicolás Vaudelet y por supuesto María Juncal que estuvo grandiosa.
La vida es un romance, el cancionero de un caminante que halla hallando, vive viviendo, siente sintiendo y cierra los ojos para ver!
Componer un romance, hacer rimar las palabras, hacer rimar los sonidos, los corazones.
Qué encargo maravilloso el de vivir. En nuestras manos las letras que de una forman dicen todo y de otra no significa nada…
La vida es un Romance, el cancionero de un caminante que no siempre avanza, pero nunca deja de andar.
Así la canción del despertar y el amor, la del primer adiós, la de la soledad, la del ayer, la del miedo, la del cielo y la de la mujer.
Esta es la sinopsis que hace María Juncal de una narración en cuatro escenarios. La piel sin mácula es una narración oriental en la que María sugiere a la narradora de cuentos más famosa de la historia, Scherezade. Vestida de transparencias baila la canción del despertar y del amor en una atmósfera oscura, de misterio, irreal o en otra dimensión. La dirección de Rojas empieza a hacerse notar.
Jesús Corbacho es el poeta que susurra, recita y canta como si saliera de la nada, como si estuviera solo en dondequiera que esté para dar inicio a La canción del caminante a ritmo de seguiriya. María ya sin transparencias, de negro, añade belleza y solemnidad a su danza, la versiona de manera personalizada, inquieta y encoge el corazón, engancha casi al punto de transfundirse en ella, en lo que narra. El aura de misterio sigue.
Y la guitarra! La guitarra ha hecho mil oficios esta noche a lo largo de los cuatro escenarios. Concertar, acompañar, enfatizar, enamorar…Increíble trabajo de Óscar Lago. ¡Cómo se nota que la música es cosa suya!
El posicionamiento de actores en escena es una armonía compositiva total. Aparecen y desaparecen gracias al milagro de los efectos de la luz, otro minimalismo que de forma instantánea y natural lleva al espectador por la diversidad de mundos que se narran en la obra.
Para el tercer escenario de la noche, Canción del agua, guajira de mujer, todo cambia. La luz del mundo real se instala en escena. Esta guajira no ha cruzado aún el Atlántico, es absolutamente criolla, rebosante de dulzura caribeña. María va vestida a la criolla, sigue la dulzura de la música que parece creada para su danza, se ha transformado en una guajira cubana del siglo XIX y así lo hace vivir. Hay mucha alegría y felicidad en esta escena. Aquí están todos, los cantaores se rotan, la percusión también es de allá.
El último escenario es el de La canción del Romance, escenificada en un cuadro flamenco que va caminando por la historia del fandango, desde el siglo XVIII a nuestros días. Percusión de cajón, los cantaores son también palmeros, la guitarra lo dirige todo. María sale envuelta en una bata de cola espectacular, rojo fuego. Aquí se vuelca, su cuerpo es el más flexible de los juncos, las pausas son volúmenes que ella esculpe.
María Juncal domina hasta la última vibración de la más mínima fibra de su cuerpo, su conciencia corporal no tiene límites, sus movimientos cortos sugieren a veces la cámara lenta. Pero al mismo tiempo no podríamos hablar de algo calculado o aprendido, sino más bien vivido, espontáneo, salido de lo más profundo de sus adentros. María se transforma en la más pura esencia del arte.
Puso a la sala en pie, pero también los cantaores, los tres estuvieron enormes, en su sitio. La percusión perfecta en cada momento y su mejor momento fue la guajira. Una guitarra que a veces hundía sus sonidos en el corazón.
María es María Juncal Borrull, descendiente en línea directa de los Borrull, gitanos de Castellón afincados en Barcelona, que se remontan a Miguel Borrull nacido en 1866, pionero de la transición de la guitarra clásica a la flamenca, creador del famoso toque destemplao para la rondeña. Miguel Borrull hijo, el primero en grabar a los cantaores del famoso Café Villa Rosa de Barcelona, cuando nadie lo había hecho. Fueron toda una familia de artistas y muy especialmente las mujeres. Trini Borrull fundó en Cuba junto con Alicia Alonso el Ballet Español de Cuba, tuvo Cátedra de Flamencología en Jerez, escribió un libro, fue conferenciante. Julia Borrull, la bailaora que posó con un pecho desnudo para Julio Romero de Torres. La abuela de María, la gitana blanca, bailó en teatros de Berlín y en la Scala de Milán. Ella y sus hijas, mujeres bohemias y transgresoras, con Julia y Cecilia la guitarrista a la cabeza, fundaron el Trío Cansinos con un hermano de Rita Hayworth.
María Juncal ha encontrado su sitio y se lo ha trabajado al mil por mil. Pero el conflictivo mundo del flamenco aún no la ha puesto en el sitio que merece. Me dijo ella hace unos meses: Mientras eres una aprendiza que no molesta todo está bien, pero en el momento en que empiezas a hacerte un camino, a hacerte un hueco, empiezan una serie de problemas muy fuertes. Eres mujer con toda la circunstancia que está alrededor del flamenco, no sé, con los hombres es muy duro.
¡Y estamos en 2019!