Médicos del Mundo pregunta qué fue de Filipinas

El día 8 de noviembre de 2013, el huracán Haiyan (Yolanda) azotó Filipinas. Sopló con vientos de 314 kilómetros por hora y rachas de 378, arrasando todo a su paso. La mayoría de las localidades que tocó fueron destruidas casi al 95%.

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Según informes oficiales, ocho comunidades y tres ciudades fueron devastadas. 

Al mes siguiente, Médicos del Mundo hacía un balance de la situación y llamaba la atención sobre las necesidades de los afectados. También alertaba de que la situación se podría agravar a partir de este mes de enero. Lo contaba así el doctor Javier Arcos.

Cuando llegamos a la isla de Leyte, tras el paso del tifón Haiyán (Yolanda), y comenzamos a trabajar para recuperar el funcionamiento de dos hospitales del sistema nacional de salud, en las localidades de Carigara y Tacloban, jamás imaginaríamos el olvido mediático en el que ha caído esta emergencia en la actualidad.

Tardamos casi dos días en llegar desde Manila, pasando en nuestra ruta por la isla de Cebú, única isla cercana en la que encontrar combustible, vehículos, agua potable y alimento, antes de llegar a Leyte. En el trayecto en barco desde Cebú a Leyte, volvían a casa por primera vez algunas de las pocas personas afortunadas que pudieron salir de Leyte el día previo al tifón, escapando a Cebú en busca de refugio, donde el impactó fue mucho menor.

En el largo trayecto nos transmitieron su gratitud, pero a la vez, su miedo, miedo por lo que dejaron atrás. Sin comunicación desde que se marcharon de casa y sin posibilidad de contactar por teléfono con sus familias debido a los estragos del viento -que llegó a los 314 Km/hora-, compartían con nosotros su incertidumbre: ¿Qué habrá sido de mi familia? ¿Habrá aguantado mi casa? ¿Y mi ganado? ¿Mis cultivos?

La primera impresión después de atravesar los más de 100 km que separan Ormoc de Tacloban –un trayecto que nos llevó casi cuatro horas-, fue la de un tifón de mayor dimensión de lo esperado (Leyte fue sólo una de las cinco islas más golpeadas). Interminables campos de palmeras literalmente arrasados, viviendas colapsadas, gasolineras convertidas en amasijos de hierro, y niños solicitando ayuda en la carretera. Una fantasmagórica imagen con una característica banda sonora, el “tac, tac, tac”, incesante sonido de del metal siendo reutilizado por los afectados, construyendo con los restos de lo que fue su vida, un incierto futuro.

La respuesta a gran parte de las preguntas que se hacían en el barco se resume con los datos de la catástrofe que ahora conocemos:

Más de cuatro millones de desplazados debido a la pérdida de un millón de casas, más de 6.000 fallecidos reconocidos, y varios miles que aún siguen desaparecidos y una región de Filipinas, Visayas, con su sistema sanitario severamente dañado, y un porvenir económico y social para las familias que lo han perdido todo, realmente pesimista.

Una vez que se ha sorteado el crítico primer mes, con el apoyo de la ayuda internacional y la solidaridad del pueblo filipino, los más de cuatro millones de desplazados y los pocos que han mantenido sus viviendas, seguirán enfermando. Seguirán dando a luz y requiriendo intervenciones quirúrgicas en los hospitales huérfanos de paritorios y quirófanos. Seguirán necesitando agua y alimentos, y un lugar en el que cobijarse, antes de que comiencen las lluvias de enero, y deban abandonar los centros de evacuación en los que muchos filipinos y filipinas siguen hacinados, aumentando el riesgo de que aparezcan las temidas epidemias.

Con gran parte del personal sanitario filipino de nuevo en sus puestos de trabajo a pesar de lo vivido, la labor de Médicos del Mundo se centra ahora en ayudar a recuperar junto al departamento de Salud de Filipinas, el funcionamiento de dos hospitales en Carigara y Tacloban: el Hospital distrital de Carigara, de 2º nivel, con 50 camas y capacidad para realizar partos, cesáreas e intervenciones de cirugía general, y que cubre una población cercana a los 180.000 habitantes, y el Hospital Regional Eastern Visayas de Tacloban, único de tercer nivel en la isla de Leyte, con 300 camas y dotación de la mayor parte de especialidades médicas y quirúrgicas para más de un millón de habitantes. Ambos quedaron parcialmente destruidos por el tifón, y con una operatividad muy comprometida.

Agua, seguridad alimentaria, educación, vivienda, sanidad, y cuatro millones de desplazados. Son demasiados argumentos para que cinco semanas después del peor tifón registrado en la historia de Filipinas nos olvidemos de ellos. Nadie debería ser desechado, ni aquí, ni allí.

Enlace: Donaciones para Médicos del Mundo

Unicef atiende a 5,9 millones de niños

A día de hoy, también Unicef continúa solicitando ayuda para responder a las necesidades de 5,9 millones de niños que están sufriendo las consecuencias de la catástrofe. Su equipo está compuesto por 90 personas. En el momento de la tragedia abrieron oficinas  en las ciudades de Cebu, Roxas, Tacloban y Ormo y  60 personas más se han desplazado al país para apoyar en la respuesta de emergencia.

La organización asegura que todavía sigue siendo necesaria mucha más ayuda porque las necesidades son enormes. Hay 4,1 millones de desplazados, de los cuales 1,7 millones son niños. La principal prioridad de UNICEF es seguir llegando a los niños y familias afectadas con medicamentos básicos, suministros nutricionales, agua potable y artículos de higiene.

Además, es urgente  identificar y mantener en espacios seguros a los niños que viven en las zonas afectadas por el tifón y se encuentran solos, para que puedan ser reagrupados con sus familias y se encuentran protegidos.

Para ello siguen teniendo abiertas las cuentas siguientes en España:

  • BBVA 0182 2370 40 0208517159
  • Caixabank 2100 5731 70 0200005001
  • Santander 0049 1804 16 2610410756
  • ING Direct 1465 0100 95 600000000

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Concha Moreno
Periodista. Tras más de 30 años en el sector de la construcción en general, de la mano de una publicación para profesionales, un buen día nuevos derroteros la llevaron al mundo de la política, pero sin dejar la comunicación. Esa época determinó el comienzo de un camino dirigido a la solidaridad, a la defensa de los derechos humanos, a la denuncia. Poco después dejó España y se instaló en México. Allí comenzó a publicar en el periódico México Inteligente, donde tuvo su propia columna. Posteriormente, colaboró con el Periódico de Puebla y con revistas literarias, donde editó poesía. Un buen día contactó con Periodistas en Español, medio que le permitió relatar a los españoles lo que sucedía en el país azteca, así como describir las maravillas de su naturaleza. Tras siete años de estancia en México, a mediados de 2018 regresó a España. Actualmente sigue los avatares mexicanos y continúa contándolo en Periodistas en Español.

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