Mercedes Salisachs: El niño que pintaba sueños

Mercedes Salisachs (Barcelona 1916-2014) fue una gran escritora, muy prolífica, que ganó todos los premios (Planeta, Ciudad de Barcelona, Fernando Lara, Ateneo de Sevilla…) y la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio.

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Mercedes Salisachs

Lo que muchos no saben es que, además, escribió cuentos infantiles, cinco en total, que agrupó bajo el título El niño que pintaba sueños. Era el año 2003, cuando la escritora tenía 89 años. Ediciones B se lo propuso y ella aceptó el reto.

Nunca había escrito literatura infantil, confesaba entonces, pero una vez dado el sí, se planteó cómo debían ser los cuentos infantiles acordándose de los que había contado a sus nietos y de los que ella había oído de niña. De los que habían despertado su vocación literaria: «Divertidos, fantasiosos y que dejen poso». Mercedes Salisachs explicó a continuación su idea de lo que significa dejar poso: «Huir de la moralina pero enseñar a los niños a vivir como Dios manda».

Recordó que de niña le gustaban todos, pero que no les veía «demasiada sustancia»… hasta que llegó Peter Pan. Su ansia por ser como él y volar al país de Nunca Jamás le llevó a pedirle a su madre un disfraz como el del niño que no quiso crecer. Y no se limitó a ponérselo, sino que se encaramó a una chimenea e intentó volar.

Luego, de mayor, con casi 40 novelas y libros de ensayo en su haber, su dedicación a la literatura infantil fue tardía pero importante. Un año más tarde de publicar El niño que pintaba sueños, aún ganaría el premio Fernando Lara 2004, con su novela El último laberinto.

El niño que pintaba sueños incluye cinco cuentos. En ellos, la creatividad de su autora se alía con las ganas de mostrar una enseñanza final, una especie de moraleja que muestre a la manera clásica (deleitar aprovechando), cuál es el camino correcto entre las varias opciones que el cuento plantea.

El primero, «El barquito de papel» y la pepita de oro, quiere enseñar a los niños que el dinero no lo es todo. «La limosna» muestra lo absurdo de pretender el control absoluto sobre la propia vida y el valor de la amistad verdadera. «La mamá buena y la mamá mala» enseña lo unidas que van la soberbia y la ignorancia. «El coche volador» es Porchito y, según ella, el preferido de sus nietos. Muestra la importancia de reconocer las propias grandezas, también las miserias. Pero el que más le gustaba a ella es el que cierra el volumen, «El río que perdió sus cauces», porque es su forma de ver la vida. Ese río llamado Libertad y el peligro que le acecha, que no es otro que Anarquía, una nube que trata de desviarlo de su cauce.

Los cuentos están ilustrados con acuarelas de Jesús Gabán, Premio Nacional de Ilustración.

Mercedes Salisachs trabajó hasta un año antes de morir de una enfermedad degenerativa a la edad de 97 años. Falleció el 9 de mayo de 2014, había nacido el 18 de septiembre de 1916. Siempre escribió en español.

Hija de un rico industrial barcelonés, Pedro Salisachs Jané, Mercedes Salisachs recibió una educación esmerada y liberal. Estudió peritaje mercantil en la Escuela de Comercio y en 1935 se casó con otro industrial de la Casa Burés (José María Juncadella Burés), también perito mercantil, fallecido en 1993. Con él tuvo cinco hijos, el segundo de los cuales, Miguel, murió con tan solo 21 años, siendo la inspiración para una de sus más conocidas novelas, La gangrena, Premio Planeta en 1975.

Nunci de León
Doctor en Filología por la Complutense, me licencié en la Universidad de Oviedo, donde profesores como Alarcos, Clavería, Caso o Cachero me marcaron más de lo que entonces pensé. Inolvidables fueron los que antes tuve en el antiguo Instituto Femenino "Juan del Enzina" de León: siempre que cruzo la Plaza de Santo Martino me vuelven los recuerdos. Pero sobre todos ellos está Angelines Herrero, mi maestra de primaria, que se fijó en mí con devoción. Tengo buen oído para los idiomas y para la música, también para la escritura, de ahí que a veces me guíe más por el sonido que por el significado de las palabras. Mi director de tesis fue Álvaro Porto Dapena, a quien debo el sentido del orden que yo pueda tener al estructurar un texto. Escribir me cuesta y me pone en forma, en tanto que leer a los maestros me incita a afilar mi estilo. Me van los clásicos, los románticos y los barrocos. Y de la Edad Media, hasta la Inquisición.

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