La vida es un aprendizaje constante. Hemos de mirar, de observar, de intentar conseguir los matices y las letras que nos permiten progresar desde la experiencia bien llevada. Cuajemos, por ende, los óptimos resultados desde los propósitos más hermosos.
No debemos parar. Los hechos nos deben inclinar hacia el lado más querido y maravilloso. No podemos quedarnos donde perdemos la visión de lo absoluto.
Marquemos los territorios y sus opciones. Nada ha de permanecer en lugares esquivos y poco gratos. Ganemos con novedades que sirvan de alicientes. Hemos de encontrar los cimientos de la felicidad. Nos debemos llamar sin aspectos ariscos.
Contrastemos los fines para dosificar la masa existencial, que hemos de modelar convenientemente. No apaguemos las luces que han de alumbrar la querencia mayor. Pongamos la dicha como preámbulo y requisito para gestar más y mejor responsabilidad. Podemos ser más humanos. Alcancemos las emociones con los gustos menos extremos. Seguro que superaremos siempre los obstáculos.
Los acontecimientos de antaño nos han de dar las verdades más sinceras. Podremos conformar los indicativos del cariño más singular. No tiremos nada de cuanto nos transforma para avanzar. Antes o después le daremos utilización. Como consejo que suma no carguemos inútilmente. Hemos de rendir en tiempo y volumen. Poco a poco nos aproximaremos al momento. Será, y nosotros también.