Con el nuevo presidente estadounidense, México no se va a derrumbar ni va a haber una hecatombe por las (prometidas) expulsiones masivas de ciudadanos ilegales, porque Obama ya mandó a casa a muchos. Y, aunque el dólar se cotice en estos momentos a 20,55 pesos, parece que no hay que asustarse demasiado, pues es consecuencia de políticas mal aplicadas, según el senador mexicano Pablo Gómez. Es posible: a mediados de octubre de 2014 se podían comprar dólares a 13 pesos.
Pablo Gómez Álvarez[1]
Con menos votos que su rival pero con más integrantes del Colegio Electoral, Donald Trump será presidente de Estados Unidos. Su victoria expresa el grado de obsolescencia de un sistema político cuyos líderes se niegan siquiera a retocar. Las críticas del millonario emergente en contra de las cúpulas de ambos partidos y de los grandes medios de comunicación, ha sido uno de los elementos para conjuntar en muchos estados mayorías de votantes, blancos por lo general, más o menos conservadores.
Otro punto fue la candidatura de la señora Clinton, la cual se desveló pronto como un decisivo error de la dirigencia demócrata pero en especial de Barak Obama, líder de Estados Unidos durante ocho años en los cuales no construyó una corriente política que dejara huella profunda en la vida estadunidense. La derecha lo ha hecho pedazos; pero eso ya había empezado desde que Hillary obtuvo la nominación demócrata, la cual fue apoyada por la Casa Blanca ante la falta de un precandidato propio y con el desarticulado propósito de detener a Bernie Sanders. Hillary fue incapaz de conservar la mayoría electoral demócrata en Estados como Pensilvania, Michigan, o Wisconsin, donde sus compañeros de partido han ganado desde hace 30 años.
Trump representa a una derecha nacionalista harta de una globalización y de unos gastos de defensa mundial que antes apoyó, pero que ahora no sólo afectan a los obreros sino también a los empresarios medios y pequeños. Esa parte del pueblo estadunidense está de regreso a través de Trump, pero éste carece de liderazgo dentro del Partido Republicano, a quien le arrebató la candidatura debido al titubeo y la división de su propia cúpula. El nuevo presidente de Estados Unidos será muy débil porque no pisa seguro en ningún campo dentro del Capitolio, no es amigo de grandes medios de comunicación ni de Wall Street, y tendrá una oposición muy dura por parte de los demócratas.
El programa republicano en materias de seguridad social, impuestos y presupuesto, empezará a predominar en los centros de decisión, ya que ese partido tiene mayoría en el Capitolio y no habrá vetos de la Casa Blanca, aunque todo se seguirá negociando como siempre. Otros temas serán más complicados, como los gastos militares y la política frente a Rusia; sin embargo, hay poco terreno para la zozobra cuando ya se sabe lo que quieren los republicanos.
Consecuencias para México
En México seguirá la inestabilidad cambiaria porque obedece a factores principalmente económicos y mucho menos psicológicos. La economía se encuentra estancada, la deuda ha crecido mucho y, ante el aumento del rédito, la inflación será mayor. Esto está claro. De nada serviría echar la culpa a Trump ni suponer que continuar con el muro fronterizo, cuya construcción la iniciaron otros presidentes, vaya a ahogar a México. Obama elevó las deportaciones de mexicanos sin visa y, aunque Trump haga lo mismo, el tema laboral entre ambos vecinos seguirá como algo pendiente porque en 15 años no se ha producido un acuerdo en el Capitolio.
El TLC (NAFTA) no podría ser denunciado sin la anuencia del Congreso estadunidense, la cual quizá se lograra entre los demócratas que votaron en contra originalmente, pero sería más difícil entre los republicanos, que son mayoría en ambas cámaras, debido a que el problema no es ese tratado, sino las importaciones de Oriente. El acuerdo que va a ser rechazado es el transpacífico.
No existe una derecha de Trump, sino que este personaje se unió a una ya existente y muy dura. Piénsese en Reagan o en los Bush. El nuevo presidente estadunidense no busca fundar algo nuevo, sino que se ha colgado de algo viejo y ha sabido aprovechar la coyuntura para ganar apoyo popular con su irreverencia frente a los políticos y su denuncia de la inoperatividad de un sistema desprestigiado. La estridencia de Trump probablemente conmovió a los políticos del mundo entero pero a él le brindó en varios estados los votos necesarios para completar la cantidad de electores que requería ante el fracaso de la señora Clinton en esos mismos lugares.
Pareciera que Hillary y Obama se hubieran puesto de acuerdo para llevar a Trump a la presidencia de Estados Unidos.
- Pablo Gómez Álvarez es senador mexicano por el PRD.