Sobre la marcha de este sábado 15 de noviembre 2025 en la Ciudad de México por miles de personas de distintas edades y estratos sociales, la dirigente de Morena, Luisa María Alcalde, dijo «Fue igual que siempre, con los mismos de siempre, no hubo ninguna novedad».

Qué curioso, porque a mí me parece que originó muchas novedades.
Empezando porque «a los de siempre», que no lo eran, se unieron médicos de hospitales públicos que carecen de medicinas, campesinos a caballo aburridos del abandono gubernamental y michoacanos en protesta por el atroz asesinato, aun sin resolver, del alcalde de Uruapan Carlos Manzo.
Desde que tengo memoria todos los gobiernos mexicanos han minimizado las manifestaciones en su contra; basta recordar los «no somos uno ni somos cien, prensa vendida cuéntanos bien» de las marchas estudiantiles de 1968.
Pero como el gobierno de la autollamada Cuarta Transformación (4T) se jacta de no ser «igual a los anteriores», su conteo disminuyó no en cientos como en los gobiernos liberales que critica, sino en decenas de miles el número de los asistentes que Alcalde aseguró, fueron 17.000.
Los pirrurris de López Obrador pasamos a ser chavosrucos con Claudia Sheinbaum, quien intentó deslegitimar la marcha Generación Z sintetizando «hubo muy pocos jóvenes».
Si fue, así sería peor para ella; porque significa, que en todas las generaciones hay hartazgo.
Y que sus chavosrucos tienen tan excelente condición física, que a sus muchos años fueron capaces de treparse a los bloques de concreto que custodiaban el Palacio Nacional y tirarlos, algo que nunca había sucedido; y luego pegarles durante tres horas, a decenas de policías.
Ella y sus cercanos aseguraban que todo se reducía a millones de bots en redes sociales pagados por la derecha internacional.
Y es novedad digna de entrar en los Guinness, que los bots caminaran kilómetros pese a las barreras colocadas calles antes del Zócalo para impedirles el paso, y causar miedo que los disuadiera de su empeño en llegar al centro político del país, a exigir que cesen la corrupción, inseguridad, secuestros, extorsiones, asaltos, asesinatos y la impunidad.
Situaciones todas ellas, cotidianas en este gobierno; que, además como sus actos revelan, no es de izquierda sino bastante derechista.
Novedad es que, más que analizar el sentido de la manifestación como lo haría cualquier gobierno respetable, lo que preocupe a la presidenta sea quiénes convocaron.
«No se trata de un movimiento genuino ni nació de la indignación espontánea… es una operación articulada, financiada y amplificada por actores y grupos políticos de derecha tanto internos como externos» dijo.
Apreciación secundada por Mario Delgado, secretario de Educación Pública, «hay quienes quieren engañar a las y los jóvenes, contratando millones de bots para que regresen los privilegios, la corrupción…» sentenció este hombre famoso precisamente, por su corrupción manifiesta en compras y vacaciones con dinero ajeno.
Y para Luisa María, fue «la oposición la que empujó la marcha».
¿Pensará que las marchas de protesta contra los gobiernos de antes, las hacían los miembros del gabinete y los más fieles seguidores?
Pues debe saber, que antes y ahora los principales promotores del descontento y la ira, son quienes los causan por sus acciones y omisiones.
Son novedades, la existencia del cuerpo de granaderos que Sheinbaum aseguró hace años había sido eliminado y llegó como grupo antimotines, pero con el mismo equipo que los granaderos.
Y el lanzamiento de gases lacrimógenos que dijo jamás utilizaría y el sábado afectaron hasta a bebés y viejitos.
Es novedad que la relación con sus gobernados sea para ella, un juego de vencidas.
«Somos invencibles» sostuvo en Tabasco, donde inauguró el Festival del Chocolate; agregando que mientras más la ataquen, más fuerte la hacen «nunca no nos vamos a rajar».
Y sí, a lo mejor de eso se trata; de puras luchitas y yo aquí haciendo elucubraciones sobre un gobierno autoritario y arrogante que trata a los que protestan como criminales y ha suprimido la independencia de los otros dos poderes el Judicial y Legislativo y todo contrapeso legal.
En fin, hubo veinte detenidos que las autoridades acusan hasta de intento de asesinato.
Y Sheinbaum y sus colaboradores condenaron, aquí sí como siempre, los hechos.
Pero antes de condenar, su deber es prevenir y cesar complicidades, para evitar que el descrédito alcanzado siga multiplicándose.
Antes de castigar, deben modificar conductas para que no pensemos que gran parte de la violencia registrada, fue planeada, impulsada y organizada por ellos.
Y deben hacerlo hasta por ellos mismos, porque supongo que oír gritar «con el pueblo son cabrones, con el narco maricones», aunque sea por esas pocas 17.000 personas que una a una contó Luisa María, debe ser espantoso para cualquier jefe de Estado.



