El debate sobre el dragado del río Guadalquivir para que puedan llegar barcos de mayor calado que los actuales al Puerto de Sevilla pone de manifiesto el valor de la política, sobre todo el valor de determinada manera de hacer política, la de la defensa de los intereses generales por encima de los particulares y con una visión que vaya más allá de un palmo por delante de las propias narices.
Estuario del Guadalquivir (medioambientales.com)La Autoridad Portuaria de Sevilla lleva tiempo empeñada en tramitar un proyecto que, curiosamente, ha unido en su favor a parte del empresariado sevillano y a los sindicatos UGT y CCOO, unos por el negocio y otros por el empleo, en los dos casos a corto plazo, y en su contra a otro sector empresarial, por la afectación que pudiera tener a su actividad actual, especialmente en la producción arrocera y en el tramo final del río, y a ecologistas, preocupados por el futuro de las consecuencias en Doñana de dotar de mayor profundidad a parte del río.
En el ámbito de la política, unos dan cal y otros arena y, a veces, depende del momento y no necesariamente según la parte del espectro en la que se sitúen.
Desde la izquierda se ha jugado a cierta indefinición, más o menos calculada, con la habilidad que caracteriza a Rosa Aguilar, que en su etapa de ministra no cercenó un proyecto cuyas consecuencias va mucho más allá de sus beneficios económicos más o menos inmediatos.
En la derecha la postura va por barrios. Si toca a los perjudicados (los agricultores de Cádiz o Sevilla), se está en contra. Si toca a los beneficiados (los empresarios con intereses en el Puerto de Sevilla), se está a favor.
Para la nueva esclusa, puesta en marcha en noviembre de 2010, era condición necesaria el dragrado, con el que podrían llegar a Sevilla barcos de gran tonelaje, pero nadie parece que condicionase esa multimillonaria obra a que la otra condición, la del dragado, estuviese clara.
Fotografías institucionales de Luis Planas y Miguel Arias y de Twiiter de Juan Ignacio ZoidoEn esto que llega a la Junta de Andalucía un consejero de Medio Ambiente y varias cosas más por la extraña organización que le dan ahora a los gobiernos a costa de la crisis, Luis Planas, y resitúa el debate. El proyecto necesita de una nueva declaración de impacto ambiental, porque la que aprobó el último Gobierno de Aznar (¡ay, Aznar, que cada vez colean más decisiones de su presidencia pese al tiempo transcurrido!) en 2003 no sirve, entre otras cosas porque los que saben de esto, es decir, la comunidad científica, se opone.
Y va luego el ministro del ramo, Miguel Arias Cañete, y se coloca en la misma línea de protección del entorno ecológico privilegiado que supone Doñana.
Es lo que tiene que queden en ejercicio políticos de altura, con bagaje, con capacidad y que (¡oh, casualidad!), pese a llevar décadas dedicados a la cosa pública, tienen vida fuera de ella. Planas es inspector de Trabajo (desde su salida de la Representación ante la Unión Europea y su llegada a la Consejería estuvo en su puesto de trabajo en Córdoba) y Arias es abogado del Estado.
Ambos representan una forma de hacer política, la forma de hacer política cuyo ejercicio se ha ido perdiendo y que ha asentado la desafección general, que dignifica la dedicación a la cosa pública. Es la forma de hacer política que justifica que no es necesaria otra forma de hacer política.
Vista aérea de la nueva esclusa de Sevilla (web de la Autoridad Portuaria)Frente a una visión que admite que la obra rebatida por los científicos ha de analizarse y en cuya necesidad de debatir, afortunadamente, coinciden los gobiernos de Sevilla y Madrid, se presenta otra, una manera de estar en la política, que se instala en el bote pronto, el populismo y el oportunismo. Aquí es el lugar por el que deambula el alcalde de Sevilla, Juan Ignacio Zoido, que no ha dudado en ponerse al lado de empresarios y sindicalistas (esos mismos, en este caso, a los que les apunta con el dedo en el tema de los ERE).
Y los suyos, que debían ser los mismos de los de Arias Cañete, tampoco han tenido reparo en negar la evidencia en lo que la postura del ministro se refiere.
Imagen de la nueva esclusa de Sevilla (web de la Autoridad Portuaria)O quizás sea que aún quedan fuerzas del lado del dragado en el mismo Consejo de Ministros del que forma parte Arias Cañete y con acuerdos como el del viernes, con la aprobación del marco de gestión que supone el Plan Hidrológico del Guadalquivir dan pábulo a un dragado cuya gestión parece presidida por la manera con la que no se debe hacer la política al mantener abierta la posibilidad del dragado.