Un clásico del cine italiano, de la comedia satírica a la critica social
El 24 de junio de 2015 se reestrena en Francia, con copia restaurada, “El gran atasco” (Le grand embouteillage) de Luigi Comencini, un gran clásico del cine italiano, a ver y volver a ver, una brillante coproducción ítalo hispano francesa, que fue presentada por vez primera en la selección oficial del festival de Cannes en 1979.
La película cuenta con un casting de lujo que va de los italianos Alberto Sordi, Marcello Mastroianni, Ugo Tognazzi o Stefania Sandrelli, a los franceses Annie Girardot, Miou Moiu, Patrick Deware y Gerard Depardieu, o los españoles Ángela Molina, Fernando Rey y José Sacristán, aportando cada cual su pequeña piedra y su talento a este magnífico proyecto coral.
A la salida de Roma, en la carretera con destino a Nápoles, se produce en pleno verano un inexplicable y gigantesco atasco. Al comienzo las bromas y las más diversas reacciones, anuncian una simpática comedia a la italiana, pero la tensión se va instalando en esa situación tan surrealista como absurda.
El atasco se transforma en una metáfora sobre la sociedad italiana, sus egoísmos, y sus frustraciones. El guión escrito por Comencini, con la participación de Ruggero Maccari y Bernardino Zapponi, arranca como una típica comedia para deslizarse poco a poco hacia la critica social y la tragicomedia, con un momento culminante, cuando la risa del espectador va a quedar helada con la aparición de la mas abyecta violencia, ante la indiferencia general de ese microcosmos social.
El tradicional eslogan «Forza Italia», de los forofos del futbol italiano, que es evocado en la película, se transformó años después, en 1994, en el nombre del partido de ese grotesco personaje de la política italiana que es Silvio Berlusconi. «El gran atasco» es en cierto modo una película anunciadora de esa Italia que se nos venía encima, con el neoliberalismo, el egoísmo económico y social, la telebasura y el consumo a ultranza.
Con una virtuosa puesta en escena Comencini evita lo que hubiese podido ser una película de «sketchs», y va entrelazando las múltiples historias personales de este relato, para ofrecernos una radiografía coherente y feroz de la sociedad italiana contemporánea, y a través de ella de nuestra sociedad de consumo occidental, ya entonces en pleno proceso de consumismo y globalización.
Si la acogida de la critica fue entonces mitigada, y su humor negro no fue apreciado por todos, el paso del tiempo ha jugado a favor de este inoxidable clásico del cine italiano que sigue teniendo hoy, 36 años después de su estreno, toda la vitalidad y la actualidad de su cáustica lectura universal. Donde algunos veían pesimismo, solo podemos ver hoy una enorme lucidez de observación y de análisis.
La oración que el cura, interpretado por José Sacristán, dice al final de la película, resume bien el mensaje universal de esta excelente tragicomedia de Luigi Comencini.
“Sálvanos señor,
Sálvanos del plástico,
Sálvanos de los residuos radioactivos,
Sálvanos de las multinacionales,
Sálvanos de la política del poder,
Sálvanos de la razón de Estado,
Sálvanos de los desfiles, los uniformes y las marchas militares,
Sálvanos del desprecio por el mas débil,
Sálvanos de los falsos moralistas,
Sálvanos del mito de la eficacia y la productividad,
Sálvanos de las mentiras de la propaganda,
Respetad la naturaleza,
Amad la vida,
Uniros carnalmente respetando al prójimo,
Fornicar no es pecado, si se hace con amor.
Amén“
Todo un programa ético, que no moral, una oración laica que podemos hacer nuestra hoy en 2015 en Italia, en Francia, en España, como en el mundo entero.
Comencini es, junto a De Sica, Monicelli, Risi y tantos otros, uno de los grandes cineastas de la comedia italiana, con obras tan populares como “Prohibido robar”, 1948, que fue su primer largometraje, “El emperador de Capri”1949, “Pan, amor y fantasía”1953, “Pan amor y celos” 1954, o “Todos a casa”1960, “El comisario” 1962, y “Don Camilo en Rusia” 1965.
Pero su trayectoria de cineasta autor es al mismo tiempo única y original, con obras como “La ragazza”1963, «Casanova”1969, “Lo scopone scientifico”1972, “Pinochio”1972, “Delitto d’amore” 1974, o la que ahora les presentamos “El gran atasco” 1979. Obra esta última restaurada y distribuida en Francia por Tamasa Distribution.
Si la carrera de Luigi Comencini se extiende de 1937 a 1991, en Francia hubo que esperar hasta 1974, con la presentación en el festival de Cannes de “Delito de amor”, para que la revista de cine “Positif” le dedicara un número especial, reivindicando el conjunto de su obra, tan brillante como ecléctica y original.
El crítico e historiador de cine Jean A. Gily le dedicó un libro en 1981, que es obra de referencia sobre este gran cineasta, cuyo cine a medio camino entre la comedia y el drama está siempre repleto de melancolía y de dolor, de humor e ironía. Como subraya Gily, Comencini, cineasta autor y popular, se definía a si mismo como un portavoz “de los humildes, de los inconscientes y de los perdedores”.
Entre sus más recientes realizaciones recordemos también “Corazón” 1984, adaptación de la afamada novela italiana de Edmundo d’Amicis, y “Buon natale, buon anno” 1989, con Michel Serrault. Su última película fue “Marcelino” 1991, una nueva adaptación de la célebre historia de “Marcelino pan y vino” realizada por el húngaro Ladislao Vadja en la España franquista de 1955. El niño Nicolo Paolucci remplazaba al Pablito Calvo de la versión de Vajda, y contaba con la participación en su reparto de los actores españoles Alfredo Landa y Fernando Fernán Gómez.