«Reprise en main» (tomar el control) es una tónica y generosa comedia social que nos habla de la lucha por el empleo y la dignidad humana en una empresa francesa amenazada por la especulación de uno de esos fondos buitres especializados en la práctica de LBO (Leveraging Buy Out), un montaje financiero perfectamente «legal» que consiste en comprar una empresa con escasos fondos propios y un préstamo bancario importante para buscar una máxima rentabilidad en detrimento de la masa salarial.
Especialista del cine documental de contenido social y político desde hace veinte años («Debout les femmes», «Je veux du soleil», codirigidas con François Ruffin, o bien en solitario «Mi mundialización», «De memoire d’ouvriers», «La Sociale», y «L’insoumis» entre otras) Gilles Perret pasa aquí por vez primera a la ficción con un tema que hubiese sido difícil tratar en documental sin poner en peligro la vida de los eventuales testigos de cargo contra el mundo corrupto de la finanza.
La opción de la ficción y más aun de la comedia social le permite a Gilles Perret abordar con total libertad de tono la denuncia de las artimañas del mundo financiero y de los paraísos fiscales, construyendo un sólido guion que sabe combinar la risa con la emoción, para vulgarizar didácticamente el montaje de un LBO y la lucha individual y colectiva por la dignidad humana con claves de comedia.
Como el personaje protagonista de su ficción, Gilles Perret es hijo de obrero y trabajó como ingeniero en las fábricas del valle del Arve, en Alta Saboya, cerca de la frontera suiza, cerca de Cluses, en donde se sitúa la acción. Como su personaje, Perret practica también el alpinismo en alta montaña, un elemento clave en ese guion que muestra paralelamente la fuerza de la naturaleza y del esfuerzo humano en contraposición con el mundo de la fábrica y de la finanza.
La acción transcurre pues a dos pasos del paraíso suizo de la finanza: La empresa Berthier especialista del decoletaje (fabricación de piezas cilíndricas de precisión torneadas dedicadas a la industria automóvil o aeronáutica), ha pasado bajo control de una empresa británica y se ve amenazada por un fondo de inversión, que pone como condición el despido de buena parte de la masa salarial, siendo en su mayoría obreros especializados.
Cedric, interpretado con brío por Pierre Deladonchamps (actor que ha desarrollado una brillante carrera desde su revelación en 2013 con «El desconocido del lago» de Alain Guiraudie) es uno de los pilares obreros de la empresa e interviene como técnico de mantenimiento, denunciando diariamente la vetustez de las maquinas herramientas, y de las deterioradas condiciones de trabajo, que pueden ser causa de accidentes laborales. Al enterarse de la amenaza que pesa contra la empresa se lanza con dos amigos de infancia en una aventura que parece imposible: crear un fondo de inversión para tomar el control de la empresa por los propios trabajadores.
El encuentro entre Cedric y Frederic (interpretado por Finnegan Oldfield), un joven lobo de la finanza que practica la escalada en sala sobrevalorando su capacidad en la alta montaña, será decisivo para preparar ese montaje financiero en el que finalmente los que iban por lana saldrán trasquilados. La ayuda de la joven y ambiciosa Julie (interpretada por Laetitia Dosch) será también un elemento decisivo para formar ese equipo de neófitos y cómicos financieros. Gregory Montel y Vincent Deniard completan ese casting, en el que cabe destacar así mismo la presencia de Rufus (el padre de Cédric y anciano obrero ya jubilado).
En este mundo dominado por el dogma del egoísmo ultraliberal que consiste en hacernos creer que todo es imposible, y en estimular la servidumbre voluntaria de los individuos, así como la inevitabilidad de las denominadas «reestructuraciones», la película de Gilles Perret se sitúa en la mejor vena de ese cine social optimista y vital practicado en Gran Bretaña por Ken Loach o en Francia por Stephane Brizé y los hermanos Dardenne, que aboga por la dignidad del ser humano y por la necesidad de soñar y luchar por un mundo mejor.