Un libro de épica sindical escrito por un soriano de Nepas: «El corte en RTVE. Así arrancó la huelga general 14-D-1988», que ese es su título, está escrito por Jaime Martínez. En cierto modo, es también un manual detallado para uso directo y proactivo de posibles huelguistas en no importa qué sector.
Su propia historia merece un libro porque antes que periodista y sindicalista, Jaime Martínez fue niño-campesino y agricultor. Después, radiotécnico y otros oficios: el de Nepas es un producto típico de la emigración interior. Quizá el fenómeno principal –raramente reconocido como tal- de transformación de España en el siglo XX. Se habla más de sus consecuencias que de sus causas, que fueron referidas sobre todo en la literatura española del siglo XX mucho más que en la historia sociológica del país.
En todo caso, el soriano de Nepas no ha hecho un texto de ficción -excepto algunas líneas divertidas- sino un detalladísimo –y muy trabajado- relato. Al menos, para quienes participamos en aquella gran lucha-fiesta que fue la huelga general de 1988. Porque las huelgas pueden resultar muy amargas, pero también lo contrario si tienen éxito en su desarrollo y en sus objetivos. La de 1988, fue de estas últimas. Por eso, hay que recordarlo porque cuando se afronta un período de reivindicaciones sociales –siempre incierto- hay que recordar las que tuvieron éxito para contrarrestar los desencantos de las perdidas o fallidas.
En la oficina del Presidente del Gobierno, tras requerir distintas informaciones de control, informes urgentes de la situación, etcétera, habían llegado a la conclusión de que en RTVE habría huelga, quizá, parcial, más o menos seguimiento del paro, pero nunca lo que hubo: todas las pantallas del país se fueron a negro, como se dice en el argot de la tele.
Jaime Martínez levanta de nuevo el ánimo de una manera que resulta apasionante. Y lo hace de modo sindicalmente ortodoxo, a ratos, y, otros, de manera que parece una novela de suspense. Por ejemplo, en la descripción de los huelguistas aislados entre las cumbres de Navacerrada. Descerrajaron a quemarropa, y mantuvieron después contra viento y marea, una monocorde carta de ajuste desde 2258 metros de altitud, en el pico llamado Bola del Mundo. Al lado, permanentemente, había un pequeño destacamento de la Guardia Civil, responsable de la vigilancia de aquellos lugares. Hacía bastantes años había habido un atentado con explosivos contra las instalaciones de TVE en Navacerrada. Normalmente, un guardia vigilaba el interior de la instalación. Estaba junto a los trabajadores el día la huelga. Ellos recuerdan sus secas respuestas ante varias llamadas que recibió aquella larga noche:
-No, mi comandante, ningún problema; los técnicos no hacen nada, solo que están en huelga. …/…
Y un rato después:
-Negativo, mi coronel -decía el cabo-, muy tranquilo. …/…
-Negativo, nada de refuerzos, sin novedad, mi coronel.
La descripción del cambio de turnos allí –uno más bien pro-UGT, los otros más bien afiliados de CCOO- es la siguiente :
El relevo se hacía entre las diez y diez y media de la mañana. Un auto los recogía en Madrid y los subía hasta el puerto. Desde allí parte una calzada de hormigón que llega hasta arriba. Para los tiempos de nieve disponían de una máquina-oruga, ‘la tanqueta’, en la que cabía una quincena de personas. Algunos días de invierno con nieve y niebla, que no se veía un palmo, desaparecía esa calzada. Entonces entraba en acción Mario Morales, que además de hacer un poco de todo en la instalación, era natural de Cercedilla, montañero, alpinista, un sherpa, que atado a la máquina con una cuerda atada con plásticos colgantes para saber que estaba tensa, iba señalando el camino…
El personal cree que es agarrar el mando a distancia y nada más. Pues no, ahí queda esa muestra del sherpa Mario Morales.
Aunque el momento clave de aquel día legendario es la invasión del vestíbulo de Torrespaña por parte de un piquete de cuatrocientos trabajadores y el corte de la señal mientras se emitía el telediario.
Susana Iglesias, la secretaria, que controlaba el autocue con los textos previstos, le tuvo que decir a la presentadora, Olga Barrio : « No sigas leyendo que han cortado ». Un corte de mangas sonoro a una de esas malditas reformas laborales y de las pensiones, que resurgen periódicamente como mosquitos venenosos.
Aquella noche, los del piquete habían ido gritando desde el fondo de la entrada en Torrespaña una cuenta atrás para animar a quienes tenían que asumir (muy personalmente) la responsabilidad del corte. Con riesgo de ser despedidos.
El autor estructura su libro por capítulos con los números de aquella cuenta atrás. El comité de huelga había dado instrucciones para que todos se levantaran al ser la medianoche y dejaran el equipamiento técnico sin más. Para que no se pudiera culpar a nadie de sabotaje.
Pero una serie de circunstancias llevaron a un par de huelguistas –anónimos, entonces, bien precisos en el texto de Martínez- a asumir la culminación de aquella cuenta atrás.
¿Y por qué aquella huelga general ? Ah, me olvidaba casi. Porque el gobierno de Felipe González impulsaba una reforma laboral que –digamos- empezaba la senda de la precariedad mucha más dura que llegaría después. Abaratamiento del despido y temporalidad mayor para los contratos más jóvenes, sobre todo.
El punto que más impulsó la huelga promovida por CCOO y UGT fue un plan de empleo juvenil que había previsto un Consejo de Ministros a finales del mes de octubre. Estaba «destinado a jóvenes de entre dieciséis y veinticinco años, por el salario mínimo interprofesional, una duración de entre seis y dieciocho meses y exenciones en las cuotas de la seguridad social para los empresarios». Vamos, un clásico de la nueva (entonces) época neoliberal.
Todo eso está en el libro del de Nepas. También que el ministro José Luis Corcuera, de Interior, hizo kilómetros con su escolta para tomarse un bocadillo el día de la huelga y no pudo encontrar un bar abierto. Unos ocho millones de huelguistas siguieron convencidos la indicación principal de los sindicatos: el corte de la señal de TVE en Torrespaña. En aquel entonces, ya había algunas cadenas autonómicas, pero aún no televisiones privadas de modo que la tele pública todavía era “la tele” sin más. A lo grande.
En El corte en RTVE discurren al detalle, las demandas de algunos miembros del Gobierno de entonces, la lejanía de Felipe González, los controles técnicos y los políticos, la honestidad y las contradicciones personales de Pilar Miró, quien era directora de RTVE, ya dimisionaria y acosada por el doble frente de la oposición y de los guerristas del PSOE.
A quien firma esto, y como testigo de varias ocasiones similares en Torrespaña, le resulta divertida la descripción de los jefes y encargados (enviados por los políticos) que se acercaron antes para hacer preguntas del tipo, ¿esto cómo funciona? ¿Quién se ocupa de qué? Ingenuos e ignorantes. No les sirvió de nada.
Jaime recuerda minuciosamente a los directivos (algunos fallecidos) y a la clase política de entonces. Y ha recuperado el rastro de muchos trabajadores de hoy, o de entonces, que llevaban -o aún llevan- a cabo tareas imprescindibles para que los demás, los telespectadores, botoneen en sus casas para subir el volumen o para cambiar de canal. Muchos son sherpas como el compañero que se ataba la cuerda para que no se perdiera nadie en la senda nevada de la Bola del Mundo.
En lo que me concierne, y conste que mi papel de huelguista fue fiel, aunque un poco punk y de antihéroe total, he disfrutado otra vez con aquel corte de señal que fue un corte de mangas al poder. En Radio Nacional de España, es decir, en Prado del Rey, fue más de lo mismo:
– Al aproximarse las doce de la noche, Corral cogió un rollo de cinta que tenía solo música y lo puso a punto. En el Estudio, al otro lado del cristal, estaba Javier Arenas, editor y presentador del informativo Última Edición, que terminaba a las 00,30 que estaba avisado por los propios técnicos que se unirían a la huelga. Arenas metió poco antes de las doce una crónica desde Ginebra que daba cuenta de la intervención de Yasser Arafat en la sede de la ONU, y retomó el micrófono cuando faltaban ocho segundos para las doce con estas palabras.: ‘Por lo demás, las medidas de seguridad que ya anunciábamos ayer en la Última Edición continúan siendo realmente intensas en torno a…’ En la sílaba ‘ten’ de ‘intensas’ sonó la primera señal horaria y Martínez [otro Martínez] bajó a cero el potenciómetro (regleta en la jerga técnica) dejando casi inaudible el resto de la frase, y tras las sexta señal subió al aire el rollo de música que habían preparado…
En el libro de Martínez están las lágrimas de Pilar Miró, el perfil de la clase política de aquella época, la cara de tontos de otros y hasta la descripción del pub El Hondingaño de Carabanchel, donde varios bebedores noctámbulos habituales, totalmente ajenos a RTVE, y uno que era un viajero hacia el gran piquete, fueron testigos juntos de un histórico corte de la señal de casi toda la televisión del país.
El autor ha hecho casi un centenar de entrevistas y ha recuperado al detalle documentos, vídeos y volantes sindicales de entonces, en muchos de los cuales estaba y está su propia mano como secretario de CCOO en RTVE y como presidente de su Comité de Empresa, que fue.
Invito a la plebe a recordar aquello con el de Nepas porque fue fruto de un esfuerzo colectivo que tuvo éxito: hubo parón de la reforma laboral de entonces y los sindicatos UGT y CCOO aumentaron su colaboración hasta la (casi) unidad sindical de las décadas que siguieron.
Al final, me han convencido unas líneas de manera precisa y con ellas me identifico:
–Conseguimos la destitución de Pilar Miró (la teníamos entre nuestras reivindicaciones), pero salimos perdiendo porque el PSOE metió como directores generales a Luis Solana y a Jordi García Candáu…
Pilar Miró, con todos sus defectos y contradicciones, fue una mujer extraordinaria y una gran defensora del servicio público de radiotelevisión como mecanismo esencial de las democracias de verdad.
Y fue víctima de un acoso múltiple e indigno.
A quien esto firma, le honra que el 15 de agosto de 1988, algunos meses antes de la huelga, le echara una vez una bronca por el aspecto de corresponsal desaliñado y machadiano. Maldita sea, qué tiempos.
No sé si ahora podríamos pensar en un corte de mangas similar. Contra lo que creen muchos en la calle y en otros medios de comunicación, en Torrespaña y en Prado del Rey ha habido múltiples episodios de rebelión colectiva. Durante más de tres décadas, contra directivos impuestos y sus “cómo funciona esto”, que resulta ser casi siempre un paso previo de los aterrizados y manipuladores voluntarios. Una redacción rebelde, sí (ah, la guerra del Golfo).
Hoy día, tampoco estaría de más ahora, en RTVE, darle una patada en el culo a la clase política y parlamentaria. Mantienen paralizado el concurso público para elegir a la nueva dirección y para terminar con la provisionalidad de la radiotelevisión pública española. Y como aquella reforma laboral, eso es otra amenaza a la ciudadanía. Se entienda o no así. De modo que necesitamos más madera, más literatura como ésta, épica y divertida. Y desde luego otro corte de mangas por la radiotelevisión pública de todos.
EL CORTE EN RTVE Así arrancó la huelga general 14-D-1988. Jaime Martínez