El despeluchado árbol de Navidad, instalado en las pasadas Navidades por la alcaldía de Roma en el centro de la ciudad, que ha sido motivo de burlas y chistes en las redes sociales, va a conocer una segunda vida.
De momento, existen ya dos proyectos: o bien utilizar su madera para construir una especie de cabaña que sirva de refugio a las madres que tengan que dar de mamar a sus hijos, y el resto utilizarlo para fabricar souvenirs, o ir a parar, tal y como está, a las salas de exposición del MAXXI (Museo Nacional de las Artes del siglo XXI), un museo de arte moderno situado no lejos del río Tíber.
«Ajado», «escobilla del water», «spelacchio» (desplumado)… Los romanos no han ahorrado adjetivos al pino llegado de los bosques de Val de Fiemme, en los Dolomitas, al norte del país, e instalado por su alcaldía en la céntrica y famosísima Piazza Venezia –tras pagar por él la suma de 48 000 euros- donde debía convertirse en el corazón de las fiestas y que sin embargo se marchitó y fue declarado oficialmente muerto antes del 25 de diciembre, exhibiendo unas ramas desnudas y de un dudoso color verde deslucido. También le han llamado “vergüenza internacional”, porque a la burla se han ido sumando internautas de distintos países.
Pero la historia de la epicea de aspecto miserable, incapaz de competir con el lustroso pino del Vaticano, por poner el ejemplo más cercano, también ha tenido su lado positivo: poco a poco, y a medida que crecía el interés en las redes, se ha ido conformando un grupo de apoyo, formado tanto por ciudadanos como por turistas, que incluso ha credo su propia cuenta en Twitter.
Estas reacciones han llevado a la alcaldesa de Roma, Virginia Raggi, a anunciar mientras los obreros desmontaban la instalación de “Spelacchio”, que con sus restos se van a fabricar recuerdos de la ciudad: “Queremos hacer de esta estrella internacional un ejemplo concreto de reciclaje inteligente; cualquier cosa puede tener una segunda vida”.
De la otra opción, la de llevarle al MAXXI, se burla incluso el propio árbol en Internet: “Dicen que quieren meterme en un museo. Sacad a Caravaggio para hacerme sitio”