Víctor Jara y su vida en el teatro

Francisco Javier Alvear

Víctor Jara (1932-1973), de cuyo asesinato este 14 de septiembre se cumplieron 42 años, ha pasado a la historia indiscutiblemente como el cantautor ejecutado político más tristemente célebre de la historia de la humanidad, que emula en esta celebridad trágica al gran Lorca, el universal poeta granadino represaliado y hecho desaparecer por las furias franquistas.

Por lo que muy poco o nada se destaca de su importantísima faceta como teatrista: estudiante, actor, profesor de la gloriosa Escuela de Teatro de la Universidad de Chile y, luego, como exitoso director teatral del Teatro Nacional Chileno; ambas instituciones herederas de la enorme tradición teatral del mítico Teatro Experimental (que luego sería reemplazado por el Instituto de Teatro de la Universidad de Chile y que funcionaba en el Sala Antonio Varas) fundado en 1942 por una excelsa e inigualable troupé de teatristas en donde desatacan las figuras de Pedro de la Barra, Agustín Siré, Pedro Orthus y un largo etc.

Víctor Jara en el papel de Bubnow en «Los bajos fondos» (1958) de Máximo Gorki.

Víctor fue el responsable de los tres éxitos más rotundos de la historia de la escena chilena: Animas de día claro (1962), Los invasores (1962) y La remolienda, obras del su amigo Alejandro Sieveking, otra de las glorias teatrales de ese tiempo –aun vigente- junto a su esposa la actriz Bélgica Castro; y de otros siete montajes que dirigió en un total de catorce años de vida profesional. Asimismo, cabría destacar -también- los vanguardistas montajes de Marat Sade (1966), dirigido por Willian Oliver en donde Víctor fue asistente de dirección, y Vietrock en 1968.

Con algunos de estos montajes, de hecho, recorrió importantes escenarios internacionales y le llevaron a estar becado por el Britisch Council estudiando drama en Londres.

Ahora bien, su carrera como director comenzó en 1959 cuando ganó el concurso para estudiantes de teatro con la obra Parecido a la felicidad -que Sieveking escribió especialmente para el evento- y, luego, fue llamado por casualidad a cubrir una baja en el Teatro Nacional; obteniendo, con ello, un éxito inusitado para una época que la escena era dominada por completo por los grandes directores del teatro chileno, Pedro de Barra o Agustín Siré, etc.

Asimismo, como intérprete se especializó en pantomima y, de hecho, llegó a formar parte de la destacada compañía de Mimos de Enrique Noisvander, en donde también estuvo Alejandro Jodorowsky, entre otras importantes figuras.

“Era mimo, actor, director teatral, poeta, músico, director de espectáculos masivos, dirigió en televisión. El real aporte de Víctor a la cultura chilena es de mucho tonelaje, tenía un protagonismo increíble en esos años y lo que ocurre es que esa imagen icónica que se tiene de él amenaza con comerse al resto. Su crimen configura la imagen arquetípica de las figuras trágicas, como de tragedia griega. En ese sentido, creo que el héroe trágico sobrevive a la música, la poesía y el teatro”, ha señalado a la prensa Gabriel Sepúlveda, autor del libro Víctor Jara, su vida en el teatro (2013).

En la obra La verdad sospechosa (1958) de Juan Ruiz de Alarcón. Víctor Jara es el primero de izquierda a derecha y aparece junto a Jaime Silva y Tomás Vidiella.

En este mismo sentido el actor y dramaturgo, Alejandro Sieveking, que su fue partner creativo, ha señalado respecto de la preponderancia de Víctor Jara como cantautor sobre el Víctor Jara teatrista es “porque su registro es lo único concreto que queda. Su aporte teatral solo lo puedo testimoniar yo, mi mujer (Bélgica Castro) y un par de personas más”.

Igualmente, ha señalado que antes de ser asesinado estaban ensayando La virgen del puño cerrado, obra de su autoría, que fue estrenada dos meses después en su ausencia.

Finalmente, su relevante labor teatral lo convirtió en uno de los grandes responsables del auge del teatro chileno de los años 60 y comienzos de los 70′, como ha señalado Sieveking, no obstante existe consenso en que su legado principal está en la música. “Esta lo catapulta a nivel universal; es el mártir de la guitarra en el mundo. Lo que lo llevó a la muerte no fue su teatro, fue su música”, ha dicho Sepúlveda. A la cual profesionalmente se dedicó -prácticamente- con motivo de las presidenciales chilenas de 1970, que llevaron a la presidencia de la nación al Salvador Allende con la Unidad Popular.

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