Escuchábamos a los amigos de ABBA que el ganador se lo lleva todo. Pudo ser. Fue. Incluso lo vimos repetido; y lo observamos todavía… Nos suscita una cierta nostalgia pensar que es así, porque duele ver a gentes a las que queremos cuando pierden o no ganan lo que ansiaban con desvelo. Con todo lo que hay para ser felices llama la atención y nos conduce a una cierta perplejidad. Afortunadamente, esa referencia para muchos ya queda lejos, y la distancia, en vez de olvido, nos debe regalar la perspectiva idónea.
Los tiempos que corren son los que son. Nos gustaría que fueran de una guisa o de otra, pero los eventos aparecen como vienen, con sus condiciones y circunstancias. Nos podríamos enfrascar en unas apreciaciones variadas, pero lo que sinceramente nos determina es la óptica utilizada. Hemos de mejorarnos desde la sanación de no albergar ni dobleces ni ánimos no convenidos. Ya el hecho de hablar de ganadores y perdedores nos ubica en un ámbito del que deberíamos alejarnos para no rompernos en la melancolía del fracaso, que, no obstante, observado con anhelo de aprendizaje, es la base de éxitos venideros.
Las incertidumbres de los tiempos actuales nos recolocan entre vientos desfavorecedores para los más apenados por un destino que surge del conjunto, algo que a menudo se nos olvida. Debemos ayudar a los menos afortunados desde la actitud egoísta de “hoy por ti y mañana por mí”, porque el mañana nos llegará a todos de un modo u otro, y conviene que no nos experimentemos solos, si podemos evitarlo, claro.
Como consejo podemos y debemos bailar con las promesas y acontecimientos de la vida. Los entusiasmos contribuyen a los resultados, a sus frutos, a sus consecuencias en la gloria de hallarnos vivos, que lo estamos, pero no siempre lo percibimos.
Glosemos que estamos aquí por algún motivo, con la mejor intención, con la gratitud por las oportunidades dadas, aunque sean pocas. Nos hemos de enterar de las versiones y diversiones que nos rodean, pues en ocasiones no es así y todo se nos escapa entre los dedos, como si la eternidad nos fuera a acompañar en esta dimensión. Para quien no lo sepa, subrayemos que no será así: no lo será.
Formas y contenidos
No permitamos tampoco que las ofensas se instalen en nuestras vidas. No debemos acostumbrarnos a las faltas de inteligencia y de educación, conceptos que son amplios. Las formas son importantes, así como sus correspondientes contenidos. La existencia no puede ser un sacrificio perpetuo. Sí a la tolerancia, pero no a los equívocos como referentes históricos, puesto que no llevan a nada bueno.
La amistad y el amor suponen ejercicio: lo demás es hablar por hablar. Los hechos son sus manifestaciones. No caben, en estos territorios, los silencios no rentables. Seamos con la voluntad y el empeño de un progreso en valores, que hemos de palpar y desarrollar con propios y extraños. “Con los nuestros únicamente”, se lee en alguna religión, “no tiene ningún mérito”. Hemos de ceder para, dándonos, recibir. La generosidad trae unos frutos bellos, nobles, de calado y consistencia.
Busquemos, por favor, contextos, y demos con la jovialidad multiplicada por y para los demás. Respiremos y entendamos que hemos de sernos en la emoción de cada instante. Si valoramos lo pequeño, como escuché a una artista, ponderaremos lo ingente. Juguemos a ser, y, fundamentalmente, seamos con honor y fuerza, como los viejos romanos. Pensemos en las caras de los que nos quieren y tendremos combustible para viajar millones de kilómetros. Si nos estimamos, seremos hábiles y capaces.
Tampoco estoy de acuerdo con ABBA en que no hablemos, referenciando su famosa canción. Debemos. Es el momento. Es en este lugar. Puede que tardemos en tener otro espacio y otro tiempo tan sinérgico. Puede incluso que no lo disfrutemos. ¿Entonces?