El silencio de la Dependencia

Es por la mañana y huele a café recién molido. Ese olor de las grandes ciudades cuando solamente se escuchan los cierres de las tiendas subir para alcanzar la meta del día. Quizá la de hoy sea para nosotros distinta.

Estamos en la cola de Asuntos Sociales. Hay muchas personas con una carpeta debajo del brazo; ese brazo que sujeta a la anciana que no puede andar, ese que empuja una cama y la pone derecha, ese que da de comer al enfermo de casa; «mi padre, dice un hombre de 58 años. Aquí estoy con el expediente de mi padre. El hombre, ya ve… me dice. Mi madre, es por mi madre. Lleva en la cama desde hace ocho años; yo dejé de trabajar por ella, y todavía no sabemos nada»

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España amanece en un lunes cualquiera; no importa en qué mes estés o en qué estación estemos. Los dependientes son mayores, personas enfermas, personas con discapacidad, o enfermos crónicos. Ninguno puede elegir qué le corresponde vivir porque tampoco han elegido su destino.

El presidente en funciones recortó casi tres millones en ayudas a dependencia; lo que supondría que uno de cada tres dependientes, esos de la cola, están desatendidos por el estado del bienestar; el de la Europa de los grandes. Personas que han vivido una guerra y que ahora en su vejez no tienen elección, tienen la suya, la propia, la del dolor de verse desamparados sin recurso alguno.

Los cambios en la ley según el observatorio de la Dependencia, sumado al envejecimiento de la población y los recortes, supone que llegados a la mitad del año 16, 1.2 millones de españoles son dependientes reconocidos, ¿y el resto? Aproximadamente 400.000 personas están en lista de espera de los cuales, el 30 % son grandes dependientes; es decir, personas en un estado grave. Muchas de estas personas graves en estos cuatro años han muerto esperando; en la cola de la vida porque sus familiares, aunque han recurrido y han acudido a preguntar no han obtenido respuesta, salvo un «espere».

Hoy espera Fernando para ver qué pasa con su padre; Eva, con su tía y Amanda con su madre. Todos esperan a que el funcionario de turno les diga que todo está parado desde diciembre porque no hay noticias todavía, añaden.

«No sabemos nada, venga a ver si eso, la semana que viene». Esta frase contrasta con la afirmación de José Manuel Ramírez, presidente del Observatorio de la Dependencia quien afirma que la legislatura que acaba de terminar ha sido devastadora con los dependientes.

«Este gobierno ha sido inmisericorde con las personas más vulnerables», ha afirmado Ramírez.

El organismo que representa ha denunciado que más de cien mil personas han muerto esperando a que se les diera una prestación o servicio al que tenían derecho.

Quizá la suma de despropósitos llegara a su culmen cuando se suprimieran parte de las fuentes de financiación, se redujeran los recursos destinados a cada persona en función de su dependencia y se suprimieran las cotizaciones a las cuidadoras de familiares que afrontaba la Seguridad Social. Un escenario dantesco para un país que envejece lentamente. La contradicción radica en que es un sector en permanente demanda en empleos ya que solamente el año pasado 200.000 puestos de trabajo fueron directamente a parar al sector vinculado a la vejez, dependencia o cuidadores.

Otra de las razones que ha hecho que todo esto no funcionara es que el gasto público se distribuya de forma que actualmente se esté incumpliendo la ley ya que se estableció una financiación compartida entre el 50 % el gobierno central y el resto las comunidades autónomas. Ninguna de ellas tiene una situación análoga y en todas ellas, sin dejar una, están sucediendo casos similares a la comunidad de Madrid. De las 17 comunidades autónomas, 12 suspenden en la aplicación de la Ley de Dependencia. Las que mejor calificación tienen son Castilla y León y Andalucía, seguidas de País Vasco, Castilla-La Mancha y Madrid. Las peores han sido Valencia, Canarias, Aragón, Baleares, Murcia y Navarra. Las desigualdades en estas provincias son enormes tanto en cobertura como también en modelos de gestión.

Este año se cumplen nueve años del aniversario de la Ley de Dependencia; un texto que sentó las bases del estado del bienestar  y de la diversidad funcional. Un lugar al que todos tendremos acceso porque todos, sin dejar uno, pasaremos por la discapacidad, la dependencia o la enfermedad crónica si antes no nos morimos esperando. Una ley que el mismo presidente en funciones vaticinó inviable al llegar al gobierno. La crisis económica sumado al problema de financiación, ha hecho que sobre las personas con dependencia recaiga también el aumento y ampliación del copago sanitario, que expulsa necesariamente a las personas en situación de dependencia de la protección. El limbo de la dependecia sitúa aproximadamente a doscientas mil personas que esperan a recibir ayudas; esas que están en la cola por su padre, su madre, o a veces, por ellos mismos, dependientes autónomos; un poco mejores, en cuanto a su estado de salud.

Un derecho quizá reconocido pero que hace que aunque la lista engorde año tras año, se vayan acumulando los atrasos y quizá, el familiar en el interim, haya fallecido. El Real Decreto 20/2012 eliminó la llamada retroactividad durante los dos primeros años aunque ya son muchas autonomías las que le han ganado el pulso a la administración y han podido cobrar los atrasos aunque sus familiares hayan muerto. En la contradicción permanente que viven estos pacientes, la realidad es que existen menos ayudas y que supuestamente, choque con los datos que da el libro Blanco de la Dependencia.  Un estudio que en 2004 sentó las bases de la futura ley que ampararía aproximadamente a un millón y medio de personas en el año 15. Hoy, la ley atiende a un 53 % del total de personas que se estimó entonces.

Una ley que nació para proteger mediante servicios de calidad públicos al sector desprotegido y que se ha visto amparada por los propios familiares que han hecho de cuidadores profesionales. Personas que han preferido no esperar a cuidar a su pariente y percibir 500 euros. Eso ha evitado que los 2000 de una plaza en una residencia sea gravoso para la administración y que existan hoy en día plazas libres; contradicción que vemos que el gobierno ha dejado de pagar la cotización a la seguridad social de los cuidadores oficiales, lo que ha provocado que sea un gasto asumido para la familia; de nuevo, mujeres, porque la mayoría son las mujeres del hogar las que ven su salario no percibido mermado por la cuota que no pagan por ellas, amén de haber dejado su trabajo.

Ahora la administración ha vuelto a revalorar cómo es un dependiente; solamente son tres grupos: los grandes dependientes, los severos y los moderados. Hay matices en algunos de ellos ya que su grado de dependencia varía si existe mejoría y por tanto, también la cobertura de su prestación. ¿Qué genera todo esto? Primero, que el colectivo para el que fue proyectado esta ayuda sea cada vez más vulnerable y espere. Que exista un plano privado que se ve alimentado por seguros pagados de dependencia en vista de la nula previsión del futuro; cada vez más hijos de padres dependientes contratan un seguro para ellos mismos o para sus padres si ya están enfermos. Que afortunadamente las plataformas sociales creadas ejerzan presión en plazas y calles de la ciudad y se ganen contenciosos y la administración empiece a pagar al cuidador aunque su pariente haya fallecido.

En definitiva, el estado del bienestar español llegados a la senectud es lamentable y está de alguna forma colapsado. Los nuevos programas de los que dicen tener la clave de la partida social no está clara; los nuevos partidos y los nuevos políticos, y debiera ser uno de los pilares de la reconstrucción de un país que de forma imparable está en la senda de la dependencia; no nacen niños, cada vez hay más personas mayores y cada vez, más crónicos.

Quizá en la cola en donde empiece la nueva vida los que sacaron adelante a un país hace cuarenta años, hoy hayan sido cuidadores de sus nietos pero no tengan ni un pan que llevarse a la boca; cotizaciones de años para no obtener ni una miserable ayuda ni de un asistente ni de una paga digna que les permita irse en paz. Esa es la dependencia en un lugar de Europa llamado España. Corre el  mes de mayo. La cola en Asuntos sociales cada vez es mayor. Casos y causas abiertas, expedientes detenidos y esperas, largas esperas de recursos que nunca ven la luz y hacen que se apague la esperanza y la paciencia; quizás esa que todavía tienen muchos que esperan cobrar lo que les correponde.

No lo dejen y luchen por lo que es suyo dice una funcionaria. Aunque otros funcionarios de turno digan que desde diciembre no se mueve un papel…

Lo cierto es que es mayo y se tienen o se deberían seguir moviendo porque casualmente las personas que están en una silla de ruedas y esperan a ser aseadas podemos ser llegados el caso, usted o yo, porque todos, sin dejar uno seremos dependientes alguna vez, y  por tanto personas con discapacidad que necesitemos la mano del otro. Y ellas, no pueden esperar a pactos o a nuevas elecciones.

Sigue oliendo a churros recién hechos. Para cuando salga de este edificio, olerá al pincho de tortilla que nos define. «Quizá cuatro o cinco horas después, con suerte», dice Olga, hija de una mujer enferma de esclerosis múltiple. «Dejé de trabajar por mi madre, ¿y ahora qué?.

Rostros llenos de dolor, muchos de hastío, improperios definidos a diestro y siniestro; «todos son iguales, dice una mujer, todos los políticos son iguales porque hasta el Iglesias ya es de la casta», añade.

Esa percepción que solamente tiene la voz del lamento es lo que se escucha cada día en la cola de asuntos sociales. Detrás de esas voces, muchos en silencio; el silencio que traen los dependientes que ya no van a hacer cola porque da igual. Esperan la muerte porque de algo hay que morir, dicen. Y verdaderamente, sucede. Mueren desastistidos en un país que cumple con lo que dice Europa. Mientras celebramos hoy el Día de Europa, ¡qué contradicción! Alguna vez cumpliremos con ellos, con los enfermos, con su legado y con lo que hicieron por España; ya puestos, vamos a decir la verdad. Espero que alguna vez, alguno que piense primero en vosotros diga la verdad cuando alce la voz en nombre de la dependencia. Entonces quizá ya será tarde, pero habremos ganado el pulso a la verdad de este país de dependientes.

 

Gracias.

 

 

 

Ana De Luis Otero
PhD, Doctora C.C. Información - Periodista - Editora Adjunta de Periodistas en Español - Directora Prensa Social- Máster en Dirección Comercial y Marketing - Exdirectora del diario Qué Dicen - Divulgadora Científica - Profesora Universitaria C.C. de la Información - Fotógrafo - Comprometida con la Discapacidad y la Dependencia. Secretaria General del Consejo Español para la Discapacidad y Dependencia CEDDD.org Presidenta y Fundadora de D.O.C.E. (Discapacitados Otros Ciegos de España) (Baja Visión y enfermedades congénitas que causan Ceguera Legal) asociaciondoce.com - Miembro Consejo Asesor de la Fundación Juan José López-Ibor -fundacionlopezibor.es/quienes-somos/consejo-asesor - Miembro del Comité Asesor de Ética Asistencial Eulen Servicios Sociosanitarios - sociosanitarios.eulen.com/quienes-somos/comite-etica-asistencial - Miembro de The International Media Conferences on Human Rights (United Nations, Switzerland) - Libros: Coautora del libro El Cerebro Religioso junto a la Profesora María Inés López-Ibor. Editorial El País Colección Neurociencia y Psicología https://colecciones.elpais.com/literatura/62-neurociencia-psicologia.html / Autora del Libro Fotografía Social.- Editorial Anaya / Consultora de Comunicación Médica. www.consultoriadecomunicacion.com Actualmente escribo La makila de avellano (poemario) y una novela titulada La Sopa Boba. Contacto Periodistas en Español: [email protected]

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