Mientras España se reparte la tarta de las elecciones y cada mañana todos esperan tirarse los trastos a la cabeza mientras departen con el pueblo andaluz, nos detenemos un minuto en esta vida acelerada que no sabemos hacia adónde nos lleva para pensar en los que se fueron aquella mañana de marzo.
Hace once años que esa misma nación que hoy habla de elecciones, hablaba de elecciones también y de candidatos quizá y en un segundo, cientos de vidas volaron por los aires. Todo se detuvo en un instante. El horror y la barbarie se unieron a la sangre vertida de los que siempre pagan el pato; el pueblo. Ese maldito pueblo sobre quien se ceba la vida, la injusticia, el hambre, todo lo que los que todo lo tienen no valoran. Esas personas que agarradas al palo del vagón dormitaban mientras el tren les conducía a su miserable trabajo; ese que con sudor perderían si no llegaban a tiempo. Y no llegaron. Voló por los aires la vida y con ellos, su grandiosa vida; esa que todavía hoy, no reconocen algunos, esa que ha hecho separarse a las víctimas, como si hablásemos de personas distintas, esa que acaso hizo que el pueblo reflexionara para votar; y votó.
Hoy no hay bosque de ausentes ni de presentes ni de autoridades. Hoy son las personas anónimas que ya no están las que deberían estar en nuestra memoria. Hoy, y cada día que veamos la estación de Atocha, deberíamos recordar que pudimos ser uno de ellos; uno de las 192 personas que se fueron porque sí, porque en la vida, también existe el azar, la suerte y la casualidad, y no fuimos ni usted, ni yo. Familias rotas, secuelas de por vida, discapacidades, y muchas ilusiones que se quedaron por hacer.
La generosidad de un pueblo que se volcó y fue a ver qué podía dar. Sacerdotes, psicólogos, terapéutas, personas que tenían solamente dos manos acudieron allí a ver si podían ayudar. Y ayudaron, claro que ayudaron. Hoy no lo entendemos o quizá lo seguimos sin entender; ¿por qué murieron y para qué? No hemos avanzado mucho porque los políticos de entonces aún se sientan en los mismos escaños; acaso alguno ya se fue y ha pasado al consejo del estado a calentar la silla y a cobrar no se sabe por qué pero los que están, ¿acaso recuerdan a los del once eme?
Hoy todos hablan de ese día como una anécdota que mezcla la política, las elecciones, la muerte y la sinrazón. Hoy hablamos de otros, de los nuevos en la plaza, caras distintas que acaso podrían procurar lo mismo; Albert, Pedro, Pablo, y entre ellos, Mariano, Soraya, Esperanza…
Pablo, el único que todos conocemos y el que más revuelvo mete en la jauría diaria, va a pedirle a Su Majestad el rey que se presente a unas elecciones y que sea votado jefe del estado. Yo creo que la clase de historia se la saltó con eso de la sociología y la demagogia empieza porque se le están acabando los discursos, y lo digo en plural, a un año de las elecciones; y mira que Mariano se lo pone fácil casi siempre. Pero no sabemos y no podemos ganar así.
¡Pedro Sánchez!, le increpa el presidente, «¡no sabe dónde va y la sensación que yo tengo es que no debería hacer usted campaña a costa del sufrimiento de la gente!». Mariano, otro que tal baila; uno que no sabe por dónde seguir jugando al parchís porque va de oca a oca, y siempre tira, porque le toca. Ahora le toca empujar el carro andaluz; siempre le toca bailar con la más fea por cierto, y aunque el tonito de Soraya diciéndole a Susana que Juanma no se lo está poniendo fácil no ha sido muy educado, tendrá que volver a bajar para ver si hace patria ya que si nadie lo remedia el pesoe volverá a los campos andaluces y con él el que puede más que ninguno; al parecer.
Mientras eso pasa, seguimos hablando de corrupción que es lo mismo que hablar de España. Esperanza no sabe a quién escoger porque sus íntimos o están entre rejas o están en duda, con lo cual, ¡vaya tela marinera! Hacienda rastreará más de 200.000 dominios de internet para luchar contra el fraude fiscal, así que vaya preparando el vuelo a Suiza que a este paso dices Manolo en el aeropuerto de Ginebra y se dan la vuelta treinta. Teresa de Jesús ya está en la Biblioteca Nacional para recordarnos que otro tiempo quizá fue necesariamente mejor mientras que la exnovia de Ronaldo decía que se sentía fea cuando estaba con él. Yo creo que si no tienes nada en la cabeza a lo peor, no sufres como ella, o sí, nunca se sabe.
El caloret de Rita Barberá ya es un juego de móvil. Yo no sé en qué estamos pensando. Quizá en nada, por eso todo nos lo tomamos de cachondeo. Mientras unos juegan con Rita, otros juegan como Celia al Candy Crush, y los que todavía nadan en el Ebro que se jodan, que para eso es viven cerca de un río.
A todos los que se fueron mi respeto, mi recuerdo y mi admiración desde esta miserable España en la que nos hemos quedado los demás, que nada respeta y nada recuerda ya.