El nombre de la libertad se llamaba Madiba. El abuelo Mkhulu de todo un pueblo; el hombre que fue el preso político más importante de la historia de nuestro siglo. No ha existido una persona que buscara la libertad más que él. “Siempre he atesorado el ideal de una sociedad libre y democrática en la que personas puedan vivir juntas en armonía y con igualdad de oportunidades. Es un ideal para el que he vivido y por el que espero vivir y si es necesario, un ideal por el que estoy dispuesto a morir”. Hace cincuenta y dos años de aquello.
Vio la vida pasar entre rejas mientras murieron dos de sus hijos pero todo era más importante que su propia persona. Su causa; la única que hizo estremecer al ser humano al concebir que las personas somos todas iguales. Su sonrisa cautivó a cuantas personas conoció y podía sentarse con un ministro o con una persona que le pedía dinero. Para Madiba, era una persona a la que sonreía. Era el número 466 del año 64. 27 años pasaron hasta que sintió que el mundo era algo más que una celda y en sus casi 100 años de vida, 27 no le impidieron seguir. El resto de su vida le sirvió para que todo su legado fuera ahora una explosión de humanidad; un ejemplo para los hombres.
Fue Nobel de la Paz pero su historia comenzó mucho antes. Capaz de sentarse con su carcelero Madiba reconoció que todos los sacrificios habían sido pocos para obtener la justicia social e humanitaria. El hombre que fue símbolo mundial de la defensa de los derechos humanos deja un vasto e impagable legado. La causa de Mandela ha servido para involucrar a personas, a organizaciones, a países y a movimientos. Ser preso político ha servido para que su historia comience por ser la más bonita narración; la de la libertad en la cárcel. Un tercio de su vida que no fue apagado por la brutalidad de no permitir vivir a un hombre justo. El 11 de febrero de 1990 abandonaba la prisión y logró su sueño haciendo ver al mundo que la verdadera reconciliación comenzaba por condenar la devastadora imagen de la segregación racial. Tres siglos de odios y muerte solamente por ser negro. Su resistencia actuando en la clandestinidad, permitió que sucediera lo imposible; «una nación arco iris en paz consigo misma y con el mundo entero en donde sudafricanos, negros y blancos pudieran caminar con la cabeza alta». Por este ideal estuvo expuesto a la muerte y habló siempre en nombre de la libertad. Libertad que alcanzó hasta cuando su voz se apagó porque la de las personas que lo admiran siguen bramando con cantos, voces, gritos, poesía, cartas, carteles, pancartas, letras, y declaraciones que fue un ejemplo para la humanidad y así seguirá siendo.
Nelson Mandela se convirtió en Madiba para su pueblo. «No puede haber una revelación más intensa del alma de una sociedad que la forma en la que trata a sus niños», decía.
África y el mundo entero le recordarán como el amo de mi destino, el capitán de mi alma; mirar a los ojos de las personas que son ignoradas porque son anónimas. La mirada nos ha invadido con sus ojos; los de la paz, la misericordia y el amor que tuvo con todas las personas a las que sonrió y tendió la mano. Si leemos esto nos estremecemos porque la figura de Jesús hizo lo mismo con los que encontraba en su camino, pobres, indigentes, publicanos, enfermos; todos iguales ante sus ojos. Ante los ojos de Madiba también. Descansa en paz amigo, el mundo entero se estremece cuando reconoce que la libertad empieza por tu nombre. Que otros encuentren en tu legado el suyo y lo persigan al menos, como tú.