Muy esperada era en San Sebastián la proyección de «La isla mínima» del director español Alberto Rodríguez, un thriller de esmerada factura, ambientado en las marismas del sevillano Guadalquivir, con bellas imágenes y creación de inquietante atmósfera, pero cuyo guión e interpretaciٕón déjan bastante que desear.
La acogida de la prensa en Donostia ha sido mitigada, aunque respetuosa con esta película de un cineasta que ha desarrollado su carrera a la sombra de este festival con películas como «El factor Pilgrim», «Siete vírgenes» o más recientemente «Grupo 7», en donde abordaba ya las conexiones de los traficantes de drogas con la policia corrupta en Sevilla, durante la expo del 92.
Con «La isla mínima» vuelve ahora al cine de género o policiaco, con una investigación sobre desapariciones y crímenes sexuales en Andalucía, conducida por dos policías en la España de 1980, recién salida del franquismo y recién llegada la democracia.
Un policía joven y otro más veterano, con oscuro pasado de torturador como miembro de la tristemente célebre policía político social, son los protagonistas de este guión, que toma prestados los hilos muy trillados de las series televisivas policiacas… crimenes sexuales contra menores, tráfico de drogas, poderosos e influyentes delincuentes, o poderes públicos corruptos.
La alusión a ese pasado franquista y a los métodos violentos del investigador en sus interrogatorios, no están a mi entender suficientemente desarrollados, y hubiera sido precisamente el rasgo más original de este guión de haber perseverado en esa línea.
Los actores resultan rígidos y hacen poco creíble la veracidad del relato en esa España recién salida del franquismo con una banda de delincuentes sevillanos y dos policías de paisano investigando estilo americano. Sin embargo «La isla mínima» se deja ver con agrado pese a su mínimo y muy trillado guión.
Une nouvelle amie
En competición también hemos visto «Une nouvelle amie» (una nueva amiga) una comedia del director francés Francois Ozon, varias veces premiado ya en este festival. Concha de oro con «En la casa» 2012, y premio del jurado con «Mi refugio» 2009.
Creo que Ozon tiene menos posibilidades esta vez de llevarse el máximo premio, aunque su película es una simpática y original comedia sobre la confusión de sentimientos y de géneros en el mundo actual. Le sobran a mi juicio sus largos diez minutos de prólogo, en donde se explican los lazos que unen a dos amigas de infancia. Una presentación más elíptica nos permitiría igualmente entender lo que a partir de ahí va a acontecer.
Todo empieza con un entierro y con un marcado tono de parodia. A la muerte de su mejor amiga, una joven recién casada promete ocuparse del bebé y del marido de la difunta. Muy traumatizada por esa desaparición la chica va un día a ver al viudo y se lleva una buena sorpresa. Tan grande como la que el espectador tendrá y que no revelaremos aquí.
Una comedia de mentiras y enredos se encadena a partir de ahí entre esos tres personajes: el joven viudo, la amiga de la difunta y su marido. Con mucho humor, ironía y elegancia, Francois Ozón nos habla de cosas tan serias como los sentimientos, la identidad sexual de cada cual, los prejuicios sociales, los tabúes y los deseos más ocultos del ser humano.
François Ozon (Director) Romain Duris (Actor) Anaïs Demoustier (Actriz)
Dos excelentes actores llevan sobre sus espaldas el peso de la interpretación: ella es Anais Demoustier, y él Romain Duris, quien trabaja por vez primera con Francois Ozon. Ambos brillantes en los matices de su actuación.