Llegué a París horas después del atentado contra Charlie Hebdo (7 de enero de 2015). Por razones diversas, personales y profesionales, lo que sucedió aquel día -y en las semanas siguientes- me produjo un gran impacto emocional. Meses después, esa impresión terrible resultó agravada por los atentados de noviembre de 2015. También aterricé en París dos días después, por azar. El problema es que conozco bien los lugares (sobre todo Le Carillon, un bar), donde los atentados terroristas tuvieron lugar. También tengo una amiga superviviente de uno de aquellos ametrallamientos indiscriminados.
Y en la víspera del primer aniversario del atentado de Charlie Hebdo, me viene a la memoria la figura, a la vez frágil y muy enérgica, de Zineb El Rhazoui, quien sobrevivió al asesinato colectivo en la redacción de Charlie porque estaba de vacaciones. Dentro de pocos días Zineb cumplirá 34 años. Nació en Marruecos, periodista y militante de los derechos humanos, sus actividades en los dos campos le valieron diversas detenciones en su país de origen. En alguna ocasión encontró acogida en Eslovenia, después en Francia. Estuvo implicada en el movimiento Ni Putas, ni Sumisas, fundado por feministas francesas de origen magrebí, que impactaron en Francia hace años por su oposición firme a la violencia contra las mujeres, especialmente en los barrios que algunos medios parisinos llaman púdica, no sé si hipócritamente, barrios “sensibles”. Zineb el Rhazaoui se ha interesado especialmente por la sociología de las religiones y contribuyó a la edición especial de Charlie Hebdo que siguió a la matanza.
Un año después sobrevive rodeada de guardaespaldas. Pude conversar con ella a finales de marzo de 2015. Bromeó con sus guardaespaldas al referirse a mí. Les dijo que yo solo era un periodista. Así fue nuestra conversación:
“El peligro mayor es nuestra propia autocensura. Nuestra profesión tiene un marco claro, que es la deontología. Eso equivale a no difamar, a no mentir sabiendo que mentimos, a no poner a terceros en peligro, a proteger a quienes son nuestras fuentes de información, a no violar la vida privada de la gente, a no pregonar discursos racistas, a evitar las llamadas al odio o la violencia contra una persona o contra grupos humanos. Aparte de eso, debemos ejercer libremente nuestro oficio”.
En el debate en el que acaba de participar, ha hablado del “monstruo que mata”, también de “las demás tintas satánicas”, ¿considera el islamismo como peligro principal para la libertad de expresión? ¿No hay otros?
-“Claro que existen otros. También en el interior de nuestra propia profesión. No hay que olvidar que en todos los países hay periodistas complacientes, que venden su pluma o que son corruptos. Eso también es un peligro para la libertad de expresión. El capital y la dictadura representan un peligro para la libertad de expresión. En el caso de Charlie Hebdo, había un peligro que era la situación financiera de nuestro periódico; y desde luego, un peligro que se concretó: el terrorismo islámico. En el caso de los medios impresos, también hay un peligro por el hecho de tener que tener que situarnos en internet. Muchos no logran negociar bien ese paso porque no llegan a conformar su modelo viable en ese gran espacio que es la Red”.
Nos acaba de contar cómo cerraron el periódico en el que trabajaba en Marruecos sin que le permitieran volver al local para recoger su chaqueta, ¿sabe que eso le sucedió a un colega nuestro en el canal de televisión Antena 3, en España?
-“Debemos exigir que se aplique la ley. Tenemos que rechazar que cierren periódicos, sin ningún procedimiento, de manera injusta. En países como Marruecos, por ejemplo, y hablo del ‘Journal Hebdomadaire’, donde yo trabajaba, no aplicaron ningún código de prensa, que se guarda en cualquier cajón. Aplicaron el Código Penal a los periodistas. Se trata de países que privan de libertad a las personas por ‘delitos’ de expresión. Eso no es aceptable”.
Durante el último período, tras los atentados, no todo ha sido concordia en el seno de Charlie Hebdo. A pesar de ese ambiente, quizá más militante que otra cosa, ¿podrán seguir? ¿No están hartos de ser héroes?
-“El espíritu alegre y ligero era la marca de Charlie. Es muy difícil recuperar ese estado de ánimo con un equipo en el que la mitad ha muerto y la otra mitad sobrevive herida o psíquicamente traumatizada. Es muy difícil reconstruir un periódico después de que los asesinos diezmaran a los integrantes de esa redacción. No podemos limitarnos a rellenar los puestos de los muertos. No podemos sustituirlos. Perdimos a gente con mucho talento para la escritura y la caricatura. A varios de los mejores caricaturistas de Francia. Es muy difícil. Tardaremos meses en revivir mediante algún modelo distinto, cuando podamos encontrar un equipo similar. Eso lleva tiempo».
¿Cómo Dilem, el argelino, por ejemplo? ¿Otros caricaturistas magrebíes, quizá?
-“Desde luego, Alí Dilem, se unió a nosotros. Por poner otro ejemplo, René Pétillon, también. Dilem vive en Argelia, trabaja a distancia, pero eso no es ningún problema. Hay otros que ya antes trabajaron así para Charlie Hebdo. En cualquier caso, estamos contentos al poder incluir a dibujantes de esa talla, de ese talento. Y gente como Dilem también ha sufrido amenazas. Hay todavía una fatua contra él. Trabaja en una situación difícil, que es el contexto de Argelia. Que gente como él se acerque a nosotros, nos anima, claro. Eso quiere decir que Charlie hace un trabajo válido y que atrae a nuestros colegas. Ha sido por eso, por su trabajo, por lo que nuestros colegas fueron asesinados”.
En una entrevista con la cadena de televisión francesa BFMTV, Zineb El Rhazaoui acaba de declarar que sigue bajo protección, pero que no la callarán. Añadió que no tiene miedo y que se siente mucho más libre que quienes la amenazan.
- Nuestra conversación con Zineb El Rhazaoui fue grabada el 31 de marzo de 2015, en un espacio del Ayuntamiento del Distrito 11 de París.
más allá del sentido del artículo, que comparto, si es «autocensura» es propia.