«Nocturama» o la abstracción estética y el terrorismo
Estrenada en Francia con mucha discreción, rechazada en su selección por el festival de Cannes en el mes de mayo, “Nocturama”, séptimo largometraje en veinte años de carrera del director francés Bertrand Bonello es una de esas películas que se gestó en un mal momento, justo antes de la ola de atentados terroristas que conmovieron Francia. Si bien su guion estaba escrito desde hacía algunos años, su producción fue posterior al estreno de “Yves Saint Laurent” del propio Bonello, y rechazada por la comisión de subvenciones del CNC, cinco días después de los atentados contra Charlie Hebdo y el Hipercacher en Paris.
Atrapado por ese contexto de conmoción general frente al terror, la película de Bonello tuvo muchas dificultades para cerrar su presupuesto de producción y posterior distribución. Su estreno en Francia una semana antes de su presentación en San Sebastián, ha sido más bien confidencial, pues es evidentemente una película perturbadora, que hubiese sido apreciada de forma diferente en Francia, algunos años atrás.
“Nocturama” es a mi juicio una especie de ovni, o objeto cinematográfico difícilmente identificable, pero fascinante y de indudable interés, si hacemos abstracción de ese contexto que hará insoportable su visión a toda persona que haya vivido de cerca atentados como el de la sala Bataclán en Paris.
Con evidente maestría en su puesta en escena, que recordará a todo cinéfilo el pickpocket de Robert Bresson, filma en su primera parte Bonello las idas y venidas en las calles y el metro de Paris de un grupo de jóvenes terroristas de orígenes sociales y étnicos diversos, desde un chaval de los suburbios a un hijo de buena familia con relaciones en esferas del poder. Una serie de atentados con explosiones de bombas simultáneamente en varios lugares de Paris, recuerdan de forma premonitoria lo que sucedió realmente en 2015 en la capital francesa.
A partir de ahí la banda de aprendices terroristas, que parecen un grupo de ingenuos nihilistas desencantados de la vida, se refugian en el interior de unos grandes almacenes parisinos, escenas rodadas en La Samaritaine en Paris.
La puesta en escena de Bonello da un giro entonces hacia una contemplación estética de la sociedad de consumo a ultranza, representada en las conocidas marcas de productos varios de ropa, audiovisual, perfumes o calzados, en donde asistimos a una larga y tensa espera. Atrapados en ese templo del consumo el grupo de patéticos terroristas esperan deambulando como zombis, sin ideología, ni motivaciones, con la mirada vacía o con una máscara que es el reflejo de los maniquíes sin vida de esos almacenes.
Bertrand BonelloAdopta aquí Bonello una posición estetizante, con imágenes sugestivas y fascinantes desde un punto de vista cinematográfico, y que le acercan en este caso no ya de Bresson, sino de “La sociedad del espectáculo” de Guy Debord. Su análisis es lucido como lo era el de los situacionistas: Toda sociedad engendra los elementos de su propia autodestrucción. La metáfora sobre el peligro autodestructor de nuestra sociedad de consumo a ultranza y su reflejo en esta juventud perdida en el siglo, viene a ser el punto de vista del autor sobre esos terroristas que no tienen nada que ver ni con los anarquistas del siglo XIX y sus convicciones libertarias, ni con los marxistas de la banda a Bader, ni con los asesinos islamistas que propagan el terror hoy en día en el mundo.
Los terroristas que filma Bonello son “marquistas” fascinados con las marcas y las modas, una pura abstracción sin contacto con la realidad, que descubren aterrados las terribles consecuencias de sus actos: su propia destrucción. Bonello filma con brío su miedo ante la muerte y la ausencia de toda justificación lógica en sus actos.
La de Bonello es la mirada contemplativa de un esteta de la imagen. No comparto pues el punto de vista del autor en su tratamiento del terrorismo que sacude hoy al mundo en nuestro siglo XXI. Pues la gente joven o adulta que lucha hoy en el planeta contra la sociedad de consumo a ultranza engendrada por el neoliberalismo, no tiene en nuestros días ninguna intención de provocar el terror, palabra que conviene no confundir ni amalgamar con protesta, insurrección, rebelión, o resistencia.
Su película será necesariamente controvertida y mal interpretada aunque probablemente será más apreciada con el paso del tiempo, cuando las huellas inmediatas del terror, consecuencia hoy de las guerras múltiples en Irak, Libia, Siria, África o Medio Oriente, en las que el mundo occidental tiene una evidente responsabilidad, empiecen a borrarse. Pero insisto, por su calidad cinematográfica “Nocturama” puede figurar en un posible Palmarés de esta selección oficial. Ya veremos cuál es la sensibilidad al respecto del jurado internacional.