8 de marzo: mujeres y política en México

Reivindicar los derechos humanos de las mujeres es fundamental en espacios sociales, políticos y económicos.

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Xulio Formoso: Lucha en clave de mujer
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Para eso y a partir de una serie de acontecimientos que, hace poco más de cien años, sucedieron precisamente entre enero y marzo, es que se determinó, bueno lo determinaron las propias mujeres organizadas, principalmente socialistas, establecer el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer. 

Soledad Jarquín Edgar

A 14 años de haber iniciado el siglo XXI esta tendría que ser una fecha festiva. No una fecha propicia para el recuento de los daños, no una fecha para seguir planteando que la desigualdad se hace mucho muy profunda y que cada vez mas peligrosa para las mujeres, quienes nos hemos convertido como hace cientos de años en mercancías humanas, para eso que llaman la nueva esclavitud, que arrebata la dignidad a los mujeres. Sin duda hay muchos chorros de tinta no indeleble en el discurso oficial y pocas acciones efectivas. Los resultados, insisto, no mienten.

La inseguridad es el problema más grave que hoy enfrentamos las mujeres. Inseguridad en la casa con muy altas cifras de violencia por parte de las parejas, condición que como vemos de manera cotidiana en nuestro entorno provoca daños irreversibles como la incapacidad física, el daño psicológico profundo y en el caso extremó el feminicidio. Y el perpetrador es nada más ni nada menos que un hombre: la pareja. ¿Cómo puede explicarse eso? ¿Tiene explicación?

En una sociedad humanamente civilizada esto no puede suceder. Pero es lo cotidiano, un reflejo de ello es la cantidad de denuncias que registran las instituciones, que no son todas, son sólo un reflejo. Hay cientos de actos de violencia contra las mujeres que no se denuncian.

Inseguridad que en la vida pública adquiere una grave dimensión. La responsabilidad del Estado que empieza cuando ponemos un primer paso en la calle. A las mujeres desde niñas nos enseñan a protegernos de la violencia y recibimos lecciones completas sobre la violencia sexual, aún así, son miles tal vez millones las mujeres y las niñas que sufren violencia sexual en algún momento de su vida y otra vez esta violencia se registra en la casa y en la calle.

La razón es simple. Nadie o muy pocas personas o familias educan a sus hijos varones abiertamente para no agredir a las mujeres, menos si de trata de violencia sexual. Como periodista conozco al menos un caso de un joven «de buena familia» y sus amigos que violaron tumultuariamente a una chica, quien por cierto también era amiga de sus agresores. Ella confiaba en ellos, ellos traicionaron su confianza. No denunció debido a las muchas amenazas que recibió por parte de los agresores y también de la familia de estos de estos muchachos.

También como periodista he conocido el caso de varios políticos o aspirantes a políticos, como Alfonso Esparza, quien fuera candidato de Movimiento Ciudadano que ha golpeado en repetidas ocasiones a las mujeres que son sus parejas o que trabajan cerca de ėl, y como en el anterior caso hay impunidad porque las jóvenes lesionadas terminan por retirar las denuncias, en tanto el agresor y aspirante a político sigue presumiendo que lo protege su partido y que ahora es colaborar o fue contratado por el gobierno municipal, vaya cosa. El problema es que los jóvenes que participaron en la violación tumultuaria como también pasa con Alfonso Esparza, repetirán estos hechos una y otra vez, porque se les permite.

La calle, el trabajo, el transporte público, la escuela, los partidos políticos, entre otros muchos espacios resultan ser peligrosos para las mujeres y como hemos dicho antes, son apenas un reflejo de la condición de desigualdad social. Pero sin duda el problema mayor es la trata de mujeres con fines de explotación sexual. ¿Cuántos de estos casos conocemos? Ya perdimos la cuenta. Pero lo que hay detrás es un entramado que resulta difícil de creer como es la presunta vinculación de instituciones de gobierno estatal unidos a esta cadena y que podrían ser capaces de todo con tal de capturar a sus víctimas. Oaxaca no es la excepción.

En Chiapas el gobernador Velasco clausuró los antros desde los de mala muerte hasta los más sofisticados en la pretensión de reducir el problema, considerando que es ahí donde se concentra a estas jóvenes, es el lado visible de la trata. Por decirlo de algún modo. Pero hay mucho de fondo. Hay muchos intereses y si sólo se cierran los antros y no de castiga a los proxenetas, tendremos giros negros, negrísimos.

Por cada «hombre» que acude a estos sitios hay una enorme lista de mujeres que han sufrido violencia sexual, violencia física, mujeres cuya vida ha sido denigrada por sus tratantes y proxenetas a cosas, personas que han sido despojadas de su humanidad. Detrás de estas mujeres hay una familia que espera, hay hijos e hijas secuestradas o abandonadas, hay dolor, mucho dolor…

El problema de todos los tipos de violencia, a propósito del próximo 8 de marzo, es que como sociedad seguimos creyendo que lo que le pasa a las otras personas no va a pasar con nosotras, no va a pasar con nuestras hijas, sobrinas, nietas, hermanas, madres, amigas…no quisiéramos que siguiera pasando pero en el fondo no hacemos gran cosa porque permea en el imaginario social que así son las cosas y que nadie las va a cambiar, pero si cada una de nosotras y nosotros hacemos algo y evitamos consentir la doble moral y algo mas sucederá. Algo va a cambiar.

¿De qué estoy hablando ? Estoy hablando de cambiar el destino de todas estas personas de estas mujeres a las que las desigualdades sociales, económicas y políticas, entre otras, les provoca vivir en esa violencia permitida y hasta naturalizada como es la trata, la prostitución. Mujeres a las que las autoridades no buscan porque antes que ellas está el problema del narcotráfico y ese si les da cartel y dinero de EE.UU. ¿quién se interesa en buscar mujeres?

Esta desigualdad provocada por la discriminación, la exclusión de las personas por el hecho de nacer mujeres. Discriminación de la que han sido parte y responsables los gobiernos que no han tomado en serio el problema, por no iniciar programas de educación en igualdad, donde las mujeres tengan un lugar y valor distinto, un valor no sexuado, como dice una consigna popular feminista: ni putas ni santas, solo mujeres.

No es utópico pensar que la sociedad organizada, caminando en un mismo sentido, podemos hacer que cada uno de los hombres de nuestra casa cambien esa idea de que las mujeres solo servimos para la cama, idea que naturaliza la violencia contra las mujeres.

Podemos enseñar a los niños, adolescentes y hombres que las mujeres también tenemos derecho a vivir libres de violencia y que asistir a los antros a ver bailar o comprar sexo es ser parte de la cadena de tratantes de personas con fines de explotación sexual, que sólo cuando ya no haya clientes las cosas cambiaran porque entonces el cuerpo de las mujeres dejará de ser «negocio». Y eso sí es posible.

Tal vez nos llevemos años en convencer a cada hombre de que las mujeres somos seres humanos y no mercancías. Tal vez, pero si las mujeres y los hombres convencidos empezamos a hablar de cómo la violencia sexual se termina desde lo que enseñamos en casa, habremos empezado a caminar y a cortar la distancia que hoy sigue asesinando esperanzas y vidas de mujeres de todas las edades y de todas las posiciones económicas, aunque hoy por hoy afecta mucho mas a las mujeres que no tienen oportunidad de educarse, la cual también es obligación del Estado. Ellos, los tratantes saben que es una presa fácil una mujer sin educación y sin recursos. Y el Estado-gobierno también lo sabe, pero se vuelve omiso.

El próximo 8 de marzo será un día para volver a reflexionar sobre este y otros muy diversos temas que provocan desigualdad y como siempre digo no es una fiesta, es un día de denuncias que nos permiten, al menos en un día específico, hablar de las profundas desigualdades y cómo esas desigualdades marcan la vida de las mujeres: es decir, mi vida, la de mis hijas, la de mis hermanas, la de mi madre, la de mis amigas, de mis futuras nietas, la de mis compañeras feministas, la de mis colegas periodista, la vida de las mujeres que usted conoce. Incluso aunque no lo crea, la vida de usted, si es hombre porque no se puede perder a una hija o a alguna integrante de su familia, robada por las mafias de este país con fines de explotación sexual y hacer como si nada pasara.

Se necesitan hombres nuevos para cambiar el mundo. Las mujeres solo queremos gozar plenamente de nuestros derechos. Que los gobiernos nos respondan. Ya no queremos violencia contra las mujeres, ni mujeres pariendo en el patio, en el baño, en la calle ni en el jardín, sino en clínicas y hospitales, en su casa si así lo deciden, peor con calidad en la atención. Ya no queremos más asesinatos por nacer mujeres.

Queremos que todas vayan a la escuela, se eduquen, asistan a la universidad, que aprendan oficios, que puedan gobernar y gobernar desde la perspectiva de género, desde el feminismo que como ya ha demostrado a lo largo de los años lo único que quiere es una vida digna y gloriosa para las mujeres, en igualdad de condiciones con respecto a los varones, sin patriarcados ni machismos que son los que hoy mantienen las estructuras salvajes de la violencia.

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