Ni siquiera se deja ver por curiosidad, porque desde el punto de vista únicamente cinematográfico “Dos coronas” es además una película infumable, muy mal contada, sobre todo.
Se trata de una especie de biopic sobre un tal Maximiliano Kolbe, santo consagrado reo, que la promoción asegura que “es probablemente una de las figuras más conocidas e internacionales de Polonia”. Una biografía que comienza, en los primeros año del siglo XX, con un niño iluminado en el sentido más literal del término, porque tiene un foco dándole en la cara, que dice a su mamá que quiere ser mártir. También quiere ser otra cosa, que ahora no recuerdo, pero va en la misma línea.
Ese niño después se hizo monje, creó una agrupación llamada “Los caballeros de la Inmaculada”, una revista que era la voz de la asociación, se fue a Italia y luego a Japón a evangelizar donde, si creemos a los guionistas de la película, dejó miles de “caballeros” que aún están activo, además de un monasterio grandioso y una congregación que se perpetúa.
¿Cómo un fraile con voto de pobreza pudo editar cientos de miles de ejemplares de una revista, viajar a Japón y construir allí un monasterio, sin que interviniera el aparato de la Orden a qué pertenecía? Muy fácil, siempre según los guionistas: cuando Maximiliano necesitaba dinero para emprender alguna de sus muchas hazañas se hacía el milagro y aparecían sobres repletos de billetes.
Lamentablemente, Maximiliano murió en una celda de Auschwitz porque al parecer convenció a algunos nazis para que le hicieran preso a cambio de otra persona. Y así fue como llegó al martirologio y cumplió su sueño infantil.
En “Dos coronas”, la historia -muy aburrida y repetitiva – está mayoritariamente contada por unos señores muy serios, también mayoritariamente religiosos en distintos sentidos (unos ordenados y otros no), que van dando por hecho apariciones y milagros a lo largo de la vida del hermano Maximiliano.