La pérdida de memoria siempre ha estado relacionada como un síntoma de vejez; no recordar un número de teléfono, el nombre de alguna persona o no saber qué ibas a hacer al llegar a un sitio, son pequeños datos que se van perfilando en el comienzo de la tercera edad.
Aunque durante décadas las comunidad médica ha cambiado su forma de contemplar dicho envejecimiento, de ser lapsus de la senectud, han pasado a mostrarnos indicios de otras enfermedades que se van organizando en el cerebro que nos llevan necesariamente a un deterioro de la memoria y no sabemos si algo más.
El umbral que se utiliza para determinar la pérdida de memoria es normalmente el desempeño funcional de las actividades diarias; lavarse, levantarse a una hora, manejar dinero; ir a comprar; vestirse; etc. Si esto empieza a fallar, estaríamos hablando de demencia lo cual supone que en unos meses, podríamos ponerle apellido a ese tipo de demencia; Alzhéimer, frontotemporal, Pick, etc. No todas las demencias son iguales y por tanto, no todos los síntomas son los mismos.
Algunos ancianos pueden quejarse de problemas de memoria pero son capaces de tener una vida autónoma y hacen las tareas cotidianas sin problema alguno. En estos casos, apuntar todo, tener un calendario a mano, realizar listas de tareas, obligaciones, etc, les ayuda a centrarse cuando notan que algo está pasando. En recientes estudios se han realizado muchas investigaciones clínicas para determinar e e identificar los problemas y quejas de los pacientes si bien los nombres de las enfermedades serían ante un reconocimiento de una bajada de las funciones de la memoria, deterioro cognitivo leve (DCL), aunque también puedan diagnosticarle deterioro cognitivo no demencia (DCND) o mínimo (DCM).
En estos casos de DCL, el paciente se queja constantemente años antes de notarlo a diario de las dificultades que tiene para recordar algo. Sus permanentes fallos de memoria le suelen alterar y es bueno que mantenga una rutina y que lea para activar la función cerebral; mejor que ver la televisión. Ante estos síntomas estaríamos frente a las diferencias entre un envejecimiento normal y una DCL.
Realmente la línea que separa esta enfermedad es muy pequeña dado que en tests realizados a ancianos es frecuente que no se acuerden del nombre de cosas, de individuos, de países, y en cambio, sean activos en todos los sentidos.
No sucede lo mismo cuando el cerebro está organizando lentamente una demencia. A veces una demencia frontotemporal o vascular tienen síntomas relativos al manejo de situaciones cotidianas, entre las cuales están, la falta de higiene personal, la toma de decisiones, la habilidad para recordar lo pasado pero nunca lo presente, etc. En estos casos, algunos pacientes desarrollan una depresión porque van notando ese deterioro inevitable y en ocasiones tienen cuadros de confusión mental que les lleva a la agitación y a la repetición de ciertos actos de forma compulsiva hasta agresiva a veces.
Existe una evidencia científica en torno al efecto positivo de la estimulación cognitiva con juegos, actividad física, lectura, comunicación entre personas y sobre todo una alimentación saludable. En algunos casos puntuales, la alteración de la tiroides o un déficit de vitaminas puede llegar a un cuadro de demencia específico que bien tratado mejoraría el trastorno de la memoria.
Controlar el sobrepeso, la hipertensión, la diabetes y tener un descanso adecuado además de la dieta rica en alimentos frescos, mantendrá la actividad cerebral y reducirá el estrés crónico que se produce que causa un tremendo efecto negativo sobre las áreas del cerebro relevantes que son las que nos recuerdan lo inmediato; eso, que lentamente va desapareciendo. En todos los casos de demencia la soledad es un factor determinante que precipita al empeoramiento de la enfermedad así que es necesario que el anciano se sienta feliz, respaldado y sobre todo, seguro ante estas situaciones que nota en el día a día.