No tener nada que decir y ponerse a contarlo. Escribir por escribir para que al escribir se deje por escrito lo que no ocurre ni se ha meditado siquiera. Una escritura diletante de escritor repleto de oficio, de escritor a verlas venir, la clase de escritura que entretiene el tiempo de quien escribe y de quien lee a quien ha escrito por el mero placer de escribir y, al escribir, escribirse a sí mismo.

No tener ganas de leer y ponerse a leer. Leer por leer para que al leer se aposente en uno lo que uno no pretende conocer. Una lectura aficionada de lector acostumbrado a leer, de lector avant la lettre, la clase de lectura que entretiene el tiempo de quien lee y de quien ha escrito por el mero placer de escribir y, al leer, leerse a sí mismo.
Lectura sin literatura antes de la literatura, esperando a que la literatura aflore y venza a la lectura inane y adormilada. Lectura irrelevante leída con el estilo educado en la profundidad de la escritura vertida en el ansia de un lector confiado en el poder consolador de las letras hiladas con el artificio pausado del lector que lee incluso cuando nada necesita ser leído.



