Unos hombres que se presentaron como agentes de lo servicios de seguridad ingusetios secuestraron, golpearon y sometieron a un simulacro de ejecución, el 6 de octubre de 2018, a Oleg Kozlovski, ciudadano ruso que trabaja como investigador de Amnistía Internacional (AI), quien había llegado el día anterior a Magas, la capital de Ingusetia, república situada en el Cáucaso Norte perteneciente a la Federación de Rusia, para asistir a las manifestaciones convocadas contra el acuerdo fronterizo firmado recientemente entre los dirigentes ingusetios y chechenos.
Hacia las 09:00 horas de la noche del día 6, Oleg cayó en la trampa que le tendió un hombre, quien llamó a la puerta de su habitación en el hotel y se presentó diciendo que los organizadores de la manifestación querían entrevistarse con él. Llevó a Oleg hasta la esquina de la calle y ambos subieron a un coche que se encontraba aparcado allí. Una vez dentro del coche vio que había dos hombres enmascarados: uno le ordenó que apagara el teléfono móvil mientras el otro le propinaba un puñetazo en el rostro. Después, le sujetaron la cabeza agachada, para que no se le viera durante el trayecto, le llevaron a un campo y allí le obligaron a desnudarse completamente, amenazándole con disparar si intentaba huir.
Los enmascarados le dieron una paliza que le fracturó una costilla y le sometieron a un simulacro de ejecución, obligándole a tumbarse boca abajo en la tierra, mientras le apoyaban una pistola en la nuca. Le preguntaron su identidad, el motivo de su estancia en Magas y para quién trabaja. Después le dijeron que rezara, le fotografiaron desnudo y le amenazaron con hacer públicas las fotografías si hablaba con alguien de lo ocurrido. Antes de dejarle libre intentaron convencerle de que se convirtiera en un espía.
“Me pusieron un arma en la nuca y dijeron que iban a suprimirme. Se presentaron como agentes del Centro de lucha contra el extremismo, una unidad especial de la policía. Me pidieron los nombres de mis contactos en Ingusetia y amenazaron con matar a mi mujer y mis hijos si contaba lo que me había pasado. No me dejé intimidar y no pienso callarme -ha escrito Oleg Kozlovski- Es necesario que todo el mundo conozca los riesgos que corren en Rusia los militantes y los defensores de los derechos humanos”. Finalmente, le quitaron el teléfono móvil y la cámara fotográfica y le llevaron a la vecina república de Osetia del Norte, donde le abandonaron cerca del aeropuerto con una amenaza: “No vuelvas a poner los pies aquí y deja de escribir guarradas sobre Ingusetia”.