Personas que depende absolutamente de la ayuda humanitaria para sobrevivir, niños que mueren de hambre en brazos de sus madres, 14 millones de personas que muere lentamente en el país. Pasan los días y el conflicto avanza en Yemen. La hambruna inminente, como declara Mark Lowcock del Consejo de Seguridad de la ONU, está matando a la mitad de la población.
Si ya el año pasado la situación era insostenible, un año más tarde apenas se alcanza para sobrevivir, y esto no tiene visos de solucionarse. El número total de personas que se enfrentan a la antesala de la hambruna, dice Lowcock, está colapsando el país. Enfermedades, malnutrición y cólera, se dan la mano en personas cuyo sistema inmunológico está debilitado. Las importaciones y el colapso de la economía no ha hecho sino intensificar la crisis en el puerto de Hodeida.
El comercio, la entrada de bienes y alimentos, la carestía de cereales que alimentaría a cerca de 4 millones de personas, es una realidad que subyace aparte de lo que ya arrastraba el país. Esto no es sino la punta del iceberg porque la violación sistemática de derechos humanos, la violación a la ley internacional humanitaria, los retrasos en las visas, los permisos de comercio, el desplome de la economía doméstica y el daño a la infraestructura, han permitido que la situación se agrave del todo en un país ya devastado.
Lowcock ha llamado a todas las partes para que no sea una catástrofe sin precedentes. Es necesario acabar con las hostilidades contra las infraestructuras e instalaciones humanitarias, proteger el suministro de comida y productos básicos del país, proveer una mayor cantidad de divisas a través del Banco Central, así como créditos a comerciantes que puedan ayudar a reconstruir el país. La vida de millones de personas está en riesgo máximo, una alerta que la ONU denuncia ante el mundo que calla y no pretende acabar con el conflicto.
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