Entre el medio siglo diecinueve y 1880, Rusia tuvo una edad de oro narrativa en la que unos cuantos escritores alcanzaron un nivel literario irrepetible. Dos de ellos, Tolstoi y Dostoievski, son citados como los mejores de aquellos años dorados de la literatura rusa y universal. Un tercero, Turguénev, es autor de una obra que está al menos a la misma altura.

Iván Serguéievich Turguénev escribió grandes novelas muy apreciadas en su momento, que le dieron el prestigio de gran escritor que ha venido manteniendo desde entonces. Hijo de una mujer tiránica, colérica, y maltratadora, esta circunstancia influyó en su carácter para que toda su vida manifestase aversión hacia todo tipo de despotismo y hacia toda forma de dictadura.
En los cuentos de su primer libro, «Apuntes de un cazador», de una belleza inquietante, retrata la situación de los campesinos con tal humanidad que se dice que el libro influyó en su día para que el zar Alejandro II decretase la supresión de la servidumbre rural.
Pero al mismo tiempo fue el más europeísta de los narradores, lo que le costó no pocas veces ser blanco de insultos y controversias que lo forzaron a un exilio voluntario.
El europeísmo se manifestaba incluso en su vida privada, sobre todo en las relaciones que mantuvo con el matrimonio formado por Louis y Pauline Viardot, la cantante de ópera más importante del siglo diecinueve, hija del español Manuel García, tenor sevillano y empresario entre cuyos méritos figura la introducción de la ópera en los Estados Unidos.
Turguénev se enamoró de Pauline después de verla en una actuación en San Petersburgo en 1845, y cuando los Viardot regresaron a París el escritor ya viajó con ellos. Siguió al matrimonio por todas las ciudades en las que iban fijando su residencia, convivía largas temporadas en su casa y era el mejor y más íntimo amigo de Louis, a pesar de estar profundamente enamorado de Pauline.
Turguénev ya era entonces un escritor consagrado en su país. Amigo de Tolstoi y Dostoievski, su europeísmo nació desde sus estudios en Berlín y en París, donde acudía a las llamadas «Soirées de Médan», el grupo liderado por Zola en el que estaban Flaubert, Saint-Beuve, Alphonse Daudet, Maupassant y los Goncourt. Trató también a Dickens, Henry James y Alfred Tennyson.
Tradujo a todos ellos y promovió los intercambios de sus obras entre Rusia y Europa, territorios siempre presentes en su vida y hasta en su muerte. Nació en Orel en 1818 y murió en Francia en 1883. Fue uno de los mejores exponentes de la vida cultural en la Rusia de aquel momento y uno de los primeros autores en poder vivir de su trabajo, ya que entonces los escritores eran nobles que contaban con ingresos propios, protegidos de algún mecenas o vivían de otros oficios.
Siguiendo el ejemplo de Turguénev, autores como Balzac, Dickens o Dumas comenzaron a tener ingresos suficientes para dedicarse a la escritura sin otras preocupaciones.
Como en «Padres e hijos» y «Nido de nobles», en sus obras Turguénev retrata el choque con la dura realidad de protagonistas animados por ideales utópicos, encaminados a la frustración y abocados al nihilismo, una constante en su literatura desde la primera novela, «Rudin», que acaba de publicar la editorial Alba.
Rudin como Turguénev
Es digno de elogio el esfuerzo de la editorial Alba por su exquisita dedicación a la literatura clásica en ediciones muy cuidadas tanto en su aspecto formal como en sus traducciones y contenidos.
Las mejores obras de los grandes escritores de la literatura rusa han sido publicadas también por Alba, y entre ellas destacan las de Turguénev, un autor al que la editorial viene prestando una dedicación impagable. En su colección de Clásicos Alba acaba de publicar «Rudin», la primera novela de Turguénev.
Turguénev tenía 37 años cuando escribió «Rudin» (se dice que en menos de dos meses) y comenzó a publicarla por entregas en la revista El Contemporáneo, en la que colaboraba haciendo crítica literaria y sociológica (fue el que dio a conocer a Dostoievski, con quien más tarde se enemistó).
En la segunda edición de la novela Turguénev añadió un epílogo para reforzar a través del personaje de Lezhnev la identificación entre Rudin y un intelectual revolucionario (pudiera ser Bakunin) a quien sitúa en los acontecimientos de la Comuna de París en el último tramo de su vida.
El personaje de Rudin, en parte autobiográfico, es un joven elegante y culto, seductor, que oculta en su expresivo bagaje cultural una inseguridad emocional que le impide comprometerse con sus principios, un arquetipo en el que Turguénev amalgama los caracteres de su época.
El protagonista es al mismo tiempo un idealista a quien le cuesta sacrificar la felicidad personal por los principios que defiende. «Rubin» es una novela de tesis en la que se enfrentan los argumentos de la generación que defiende la tradición rusa encarnada en el personaje de Pigasov, caricatura de la vieja intelectualidad misógina y reaccionaria, con los de la nueva generación, germen del pensamiento liberal y también del social y revolucionario. A través de los diálogos de sus personajes Turguénev trata de poner luz en las tinieblas de su tiempo.
Novela de tránsito entre un romanticismo superado y un realismo en boga, «Rudin» es también una historia de amor frustrado en la que Turguénev rescata sus experiencias de juventud: la reacción de Rudin hacia Natalia sería la misma que la del escritor cuando Tatiana, sobrina de su amigo Bakunin, le manifestó su amor.



