No sé cuándo fue la última vez que me reí como esta mañana. Al menos, no recuerdo haber sido antes la protagonista de un milagro.
Aún ahora busco entre las sombras por si todavía se encuentra por allí el hada que lo produjo. Mi nombre es Verónica: no soy ciega ni bailo tango, pero sospecho que Rosalía, la chica de “Pequeños milagros”, la película dirigida en 1998 por Eliseo Subiela, estuvo hoy por mi casa haciendo realidad lo imposible.
Les cuento.
Me asomé a la ventana de mi apartamento todavía con el sedimento del insomnio adherido a las pestañas. El mal humor y la desazón ante la incertidumbre de una edad desahuciada son recurrencias diarias.
Los achaques y olvidos asisten sin convocatoria alguna. Se cuelan en la reunión de mis recuerdos y acaban con las festividades que se suceden en el calendario.
Cada vez visito más amistades por internet que en sus hogares. Dentro de poco inventarán un cafecito digital que sustituya al guayoyito en tacitas de… ¡uy, hace rato que no son de plata! Tampoco las ancianas hacemos punto ni regamos macetas de violetas. ¡Este mundo va más rápido que el aleteo del colibrí!
¡De colibrí! Ese era el cuento que quería contarles. Sucede que, como les decía, me asomé temprano a la ventana de mi apartamento todavía con el sedimento del insomnio adherido a las pestañas y, entonces, ocurrió el milagro.
Sentí un beso afilado en la mejilla. ¡No podía creerlo! Un picaflor agitaba sus alitas ante mi cara y repetía su osadía. La sorpresa me hizo dar un paso atrás y el brusco movimiento asustó al animalito.
Llevé las manos al lugar donde me había rozado el piquito y no pude evitar la carcajada. Mis dedos se encontraron con un rostro no cubierto de arrugas sino de miel (“Miel que testimonia el fluir de los años y de sus cadenas” dice Farruco Sesto en su poema Miel… aunque sin lugar a dudas no se refiere él a este uso de la miel como mascarilla rejuvenecedora).
El milagro no fue el beso ni la atracción natural por una cara dulce. Lo milagroso es que los frágiles detalles sean la fuente inagotable de sincera alegría.