Varios libros se acercan a un fenómeno que dañó el prestigio de la República durante la guerra civil
En los primeros meses de la guerra civil, sobre todo después de que el general Mola anunciase la existencia en Madrid de una “quinta columna” de ciudadanos afines a la rebelión franquista, muchas de las acciones del bando republicano se orientaron a descubrir a quienes simpatizaban con el alzamiento.
La resistencia al golpe de estado generó la aparición de entidades y colectivos heterogéneos, desde ateneos libertarios, casas del pueblo, agrupaciones, círculos y comités, hasta células de partidos, que en muchos casos ocuparon el vacío político dejado por las autoridades republicanas colapsadas.
Así nacieron en Madrid unos doscientos tribunales populares a los que los franquistas bautizaron con el nombre de checas para que se los identificase con los comités revolucionarios de la Rusia soviética, los Cherezvitchainaia Komisia, aunque los organismos que actuaron con los mismos fines en los territorios controlados por los golpistas, como la checa fascista de Sevilla, se parecían más al modelo soviético que a los republicanos.
Las checas republicanas eran fundamentalmente de origen anarquista, comunista y socialista, y en los primeros meses después del golpe militar protagonizaron detenciones, encarcelamientos, sacas, “paseos” y asesinatos que algunas fuentes sitúan entre tres y cinco mil, a los que hay que sumar robos, incautaciones, torturas, profanaciones y saqueos.
Entre las víctimas de las checas republicanas figuraban religiosos, burgueses, militantes y simpatizantes de Falange y de partidos de derecha, militares identificados con el alzamiento, pequeños y medianos comerciantes, profesionales liberales, propietarios, patronos y trabajadores relacionados con partidos y sindicatos conservadores.
A la bibliografía sobre este fenómeno (a destacar el libro de Javier Cervera “Madrid en guerra. La ciudad clandestina”. Alianza Editorial) se une ahora la edición de una reciente investigación coordinada por el profesor de la Universidad de Alcalá de Henares César Moreno Cantano publicada con el título de “Checas. Miedo y odio en la España de la guerra civil” (Ediciones Trea).
Para controlar las acciones de las checas, que estaban provocando una imagen negativa de la República en el extranjero, nació el Comité Provincial de Investigación Pública (CPIP), un organismo creado por el director general de seguridad de Izquierda Republicana, Manuel Muñoz Pozas, el 4 de agosto de 1936, con el fin de evitar detenciones arbitrarias y asesinatos y “paseos” indiscriminados. El CPIP estaba integrado por representantes de todos los partidos y sindicatos del Frente Popular. Sin embargo, pese a estos objetivos, se le atribuyen las mismas acciones violentas que terminaban en asesinatos y saqueos, por lo que a este tribunal se lo identificaba como la checa de Fomento, nombre de la calle donde tenía su sede. Santiago Carrillo y la Junta de Defensa disolvieron el CPIP en noviembre de 1936, aunque muchas de las checas nacidas al amparo del vacío de poder republicano continuaron funcionando hasta el final de la guerra, sobre todo las anarquistas, ya que estos no querían que el control de las calles pasara a manos de comunistas y socialistas.
En el libro se estudian las actividades y el funcionamiento de algunas de las checas más activas en el Madrid sitiado, como la del Ateneo libertario de Ventas, las de Narváez, San Bernardo, Vallecas o las conocidas como Balas Rojas y Espartacus, y se repasan los avatares biográficos de algunos dirigentes de estas organizaciones. Muchos de los testimonios que se recogen están extraídos de la Causa General de Franquismo, aunque los autores advierten sobre la escasa credibilidad de unas denuncias efectuadas al amparo del miedo, la venganza y el revanchismo, por lo que estas fuentes se contrastan con otras investigaciones paralelas.
El Círculo de Bellas Artes como checa
La mayor parte de los libros sobre la guerra civil española citan a la checa del Bellas Artes como una de las más activas en Madrid. Se la conocía con este nombre porque su sede estaba en el edificio del Círculo de Bellas Artes (CBBAA) de la capital de España. Sin embargo, estuvo allí tan solo unos veinte días, porque se trasladó muy pronto a un palacete de la calle Fomento hasta su disolución en noviembre de 1936. En realidad, lo que se constituyó en el CBBAA fue el CPIP, y aunque solo estuvo en el edificio apenas veinte días, todo el mundo siguió llamando a este organismo la checa del Bellas Artes o la checa del Bellas Artes-Fomento. Lo cuenta el periodista e historiador Fernando Cohnen en “El Círculo de Bellas Artes en la Guerra Civil” (Ediciones Pensamiento), un libro que viene a completar la historia de este icónico edificio madrileño que José Luis Temes contara en “El Círculo de Bellas Artes de Madrid, 1880-1936”. La obra de Cohnen es además una crónica muy completa de la defensa del Madrid cercado por el ejército franquista.
El Madrid de las checas
En vísperas de la guerra civil, Madrid era una capital bulliciosa cuyos habitantes gozaban de una tranquilidad solo alterada por algunos episodios de violencia política protagonizados por radicales de izquierda y de derecha que en principio no hacían prever la tragedia que se cernía sobre la ciudad y el país.
En los últimos años, su arquitectura había venido enriqueciéndose con nuevas construcciones que le daban una imagen moderna y cosmopolita. El arquitecto gallego Antonio Palacios había diseñado algunos edificios de la ciudad, como el de las Cariátides (sede del Banco Central y hoy del Instituto Cervantes), el desaparecido hotel Florida de la Plaza del Callao (en su lugar se edificó el edificio de Galerías Preciados, hoy El Corte Inglés), el Palacio de Comunicaciones de Cibeles, el Hospital Obrero de Maudes (hoy sede de organismos de la Comunidad de Madrid) y el Círculo de Bellas Artes. La terraza de la cafetería del Círculo estaba, como hoy, en la acera que daba a la calle Alcalá, y era frecuentada sobre todo por intelectuales, artistas y periodistas de izquierdas. Enfrente, las cafeterías Aquarium, Negresco y La Granja del Henar acogían a clientes mayoritariamente falangistas.
La cultura y la guerra
Antes de la guerra, el CBBAA era una institución dedicada a actividades culturales, una labor muy similar a la que desarrolla actualmente. Cuando estalla la sublevación, algunos organismos del Frente Popular incautaron edificios para albergar sus sedes: la Asociación de Actores de la UGT se instaló en el Palacio Lázaro Galdiano, el PCE se hizo con el edificio del Tribunal de Cuentas, y la Alianza de Intelectuales Antifascistas con el Teatro Español y con el Palacio de Heredia-Spínola. El Círculo fue desde el momento de la incautación un centro neurálgico del esfuerzo bélico antifascista de Madrid. Allí se instalaron dos batallones de la Federación Local de la Edificación de la Casa del Pueblo y el Comité Popular de Abastecimientos, cuya labor era organizar el suministro de alimentos a la población de Madrid, e instalar cocinas y comedores para los milicianos que luchaban en el frente y para sus familias. Su labor de organización fue muy importante durante todo el sitio de Madrid a fin de regular el suministro de alimentos durante los años de hambruna que padeció la población de la ciudad. En el Salón Goya del edificio se organizó un hospital de sangre y en la azotea se instalaron un cañón antiaéreo y un reflector. También, como queda dicho, acogió la fundación y fue sede temporal del CPIP.
En septiembre de 1938 el CBBAA acogió también a la Casa de Valencia, un organismo formado por guardias civiles fieles a la República, y por milicianos anarquistas de Valencia, fundado por el capitán de la guardia civil Manuel Uribarri. La Casa de Valencia montó también en el CBBAA un servicio gratuito de evacuación de la ciudad para mujeres, niños y ancianos. Ese mismo mes el Ministerio de Hacienda alquiló el CBBAA al PCE, que instaló en este edificio la sede de su Conferencia Provincial de Madrid. Fue aquí donde el Socorro Rojo Internacional organizó las jornadas de la Conferencia Nacional de la Solidaridad, que congregó a más de mil delegados. También albergó el acto de despedida de las Brigadas Internacionales, los de los jóvenes reclutas que se incorporaban al Ejército popular y las asambleas y plenos de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU).
A raíz del alquiler del CBBAA al PCE, se instaló allí el Altavoz del Frente, dedicado a la agitación y propaganda del Partido, dirigido por el periodista peruano César Falcón (esposo de Irene Falcón). Emitía un programa de radio, acogía exposiciones, charlas y conferencias, editaba un semanario y puso en marcha un grupo de teatro y una orquesta. En julio de 1937, el Altavoz acogió el II Congreso Internacional de Escritores en Defensa de la Cultura. Con estas actividades, el CBBAA continuaba, como antes de la guerra, la tradición de organizar actos culturales para el pueblo de Madrid. Se proyectaban películas, se representaban obras de teatro, se celebraban conciertos y exposiciones, se dictaban conferencias, se organizaban concursos literarios y se rendía homenaje a gentes de la cultura, como el dedicado al escritor Benito Pérez Galdós en el décimo aniversario de su muerte.
En marzo de 1939 las tropas republicanas del general Casado, que promovía un pacto con Franco para terminar la guerra civil, tomaron el CBBAA y confinaron en sus salones a muchos militantes del PCE y de las JSU. Cuando ese mes el ejército nacional entró en Madrid, el Círculo fue ocupado por las fuerzas de aviación. Por este motivo, en el vestíbulo se instaló la capilla ardiente del aviador franquista Joaquín García Morato, fallecido durante una exhibición acrobática pocos días después de la victoria de los rebeldes.
Terminada la guerra, el que fuera último presidente del CBBAA, el pintor burgalés Marcelino Santa María, solicitó al gobierno militar la devolución del edificio. Fue el general Queipo de Llano el encargarlo de entregarlo oficialmente a sus socios en un acto celebrado el 13 de mayo de 1939. Franco fue nombrado presidente de honor del CBBAA y la institución entró en un letargo del que no se recuperó plenamente hasta los años de la transición política. Hoy es uno de los centros neurálgicos de la actividad cultural de la capital de España.