Una piscina empedrada de buenas intenciones…
Actor y director francés, Gilles Lelouche firma con “Le grand bain” su verdadera opera prima, después de “Narco” codirigida con Tristan Anouet en 2004, y tras su participación en uno de los sketches de “los infieles” 2012 (las Vegas codirigido con Jean Dujardin).
Un casting de lujo que reúne a conocidos actores del cine francés: Guillaume Canet, Benoit Poelvoorde, Virginie Efira, Mathieu Amalric, Jean Hugues Anglade, Philippe Katerine o Leila Bekhti, entre otros, en esta comedia popular estrenada con abundante publicidad tras su paso fuera de competición en el último festival de Cannes.
Con mejor acogida del publico que de la critica, “El gran baño” ha vendido ya más de un millón y medio de entradas en su primera semana de explotación. Una comedia “popular” a la francesa, repleta de buenas intenciones pero que resulta decepcionante, sin sorpresas y convencional en el desarrollo de su guion, no obstante la presencia de excelentes actores.
Un guión que busca caminar tras las huellas de películas como “The Full monthy” –aquella formidable película británica de Peter Cataneo, con una banda de perdedores de la crisis económica que organizaban un espectáculo de striptease masculino– pero que lamentablemente no está a la altura de su modelo.
Relata Lelouche la historia de un grupo de ocho perdedores, cincuentones depresivos o en crisis profesional, sentimental o familiar, que van a recuperar su esperanza en la vida al reunirse para formar un grupo masculino de natación acrobática, pues como dice su entrenadora “todos queremos un día obtener una medalla” o el reconocimiento de lo realizado. Un deporte considerado como poco masculino, y que pone de relieve la feminidad o la sensibilidad de sus personajes.
El guión de Gilles Lelouche resulta sin embargo farragoso en la descripción de las respectivas depresiones de sus personajes masculinos, a los que se añaden los dos personajes femeninos, una entrenadora en silla de ruedas, y otra que acude regularmente a las reuniones de alcohólicos anónimos, las actrices Leila Bekti y Virginie Effira, que hacen lo que pueden con sus respectivos papeles.
De su panel de “loosers”, los que salen mejor parados son Jean Hugues Anglade en viejo rockero fracasado, y Philippe Katerine, de tímida y confusa sexualidad, que son los más patéticos y auténticos de la banda. Amalric, Poelvoorde y Canet, en cambio, resultan o excesivos o apagados, según las secuencias.
De sus entrenamientos catastróficos, y de sus historias personales, pasamos sin verdadera transición en la parte final a ese previsible éxito que estaba anunciado desde el comienzo de la película. La balanza se inclina así hacia la comedia sentimental.
Los diálogos resultan poco inspirados y las situaciones cómicas menos abundantes que el lado sentimental y dramático de sus vidas respectivas, olvidadas tan solo cuando se reúnen para entrenarse en la piscina.
Sobre el mismo tema que “El gran baño” existe una película inglesa producida también este año, “Swimming with men” de Oliver Parker, que todavía no se ha estrenado en Francia. Será en todo caso interesante la comparación con la de Lelouche, pues, como decía Woody Allen, deberían inventar un festival en donde compitan solo películas sobre el mismo tema y con presupuestos de producción equivalentes.