“Todo esto no es más que un sueño, un hermoso sueño”
Sudor, lágrimas y sangre, muchas referencias sangrientas, en esta película que muy pocos críticos entendieron qué hacía en la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes 2018, salvo porque su director, el canadiense Panos Cosmatos, consiguió una excelente acogida con su anterior, y primera película, “Beyond the Black Rainbow” (2010), “un film hiperesteticista y referencial” (Ramón Rey, Cine maldito). Aunque tampoco es la primera vez que en Cannes presentan una película rebosante de hemoglobina y vísceras humeantes.
Estamos en 1983. Red (Nicolas Cage, ”La ley de la calle”, “Cotton Club”, “Snowden”) es un leñador que vive alejado del mundo, en una cabaña junto a un lago en Pacific Northwest, profundamente enamorado de la mujer que da título a la película, Mandy (Andrea Riseborough, “La muerte de Stalin”, “La batalla de los sexos”), una chica enigmática y bella, y también singularmente extraña.
Un día, mientras pasea abstraída en una de las novelas de fantasía que lee a diario, Mandy se cruza sin saberlo con el sádico Jeremie Sand, líder de una secta que desarrolla una obsesión por ella. Decidido a poseerla a cualquier precio, él y su grupo de secuaces invocan a una banda de motoristas venidos del infierno que la raptan y, en el proceso, hacen añicos la vida de Red. Decidido a vengarse, animado a partes iguales por la adrenalina y las drogas, y equipado con toda suerte de artilugios, pone en marcha una matanza que deja cuerpos, sangre y vísceras allá por donde pasa.
Colores intensos, fotografía simbolista y estética retro para enseñar el mundo, entre hippie y místico-cristiano, que encarna Nicolas Cage, un actor del que lo menos que puede decirse es que es imprevisible -que se aventura en todo tipo de géneros, en este caso el horror, que lo mismo rueda importantes papeles con grandes directores como Scorsese, Lynch o Stone, que películas de serie B o de acción- en un mediocre guión lleno de silencios y frases mínimas que da como resultado un curioso objeto cinematográfico hecho a su “desmedida” y que, sin duda, seducirá a los iniciados.
Promocionada como una película de venganza brutal, consta de dos partes claramente diferenciadas: una primera, romántica y hasta melancólica, y una segunda que es un descenso a los infiernos, entre absurdo y cómico, al borde del delirio. Resultado: una mezcla de fantasía y kitch para una película híbrida –mezcla de thriller, fantástico, gore y animación-, una historia de venganza alucinada en la que un hombre corriente se transforma en bestia sanguinaria, en ángel exterminador inmerso en una pesadilla barroca.