Me levanto temprano, y tengo la suerte de verte. Siempre has estado a mi lado, incluso cuando no he sido consciente de ello. Abrazo el día con tus fuerzas y advierto que la hermosura es una de las fuentes eternas de las que beberemos.
Hablamos, aunque no estás presente, y nos contamos nuestras cosas: unas son poco importantes, y a otras les ponemos relieve. El mundo es así, sencillo y complejo, según la óptica que colocamos a la cámara.
Sabes que me gusta madrugar. No me importa el frío cuando eres tú quien aguardas. Me regalas coraje y paz desde el amor multiplicado. Un ciudadano de a pie no aspira a más… ni a menos. He tenido contigo la suerte de cara. El milagro ha sido igualmente que nos contempláramos entre tanta gente. Las prisas y las abundancias a veces no dejan ver el bosque. En nuestro caso vimos la estrella en el árbol más bonito.
Vuelvo a madrugar, y, mientras me acuerdo de los últimos, a quienes no hemos de dejar solos, intuyo que, desde estos primeros rayos que me otorgas con su correspondiente calor, será un buen día. El azar ha dictado que volvamos a estar juntos. Nada mejor podría imaginar.
Valores
Además, ensalzas algo que aprendí hace tiempo. Se suele repetir que uno de los problemas de la sociedad actual, amén de la crisis económica, que es sumamente importante (nadie lo duda), es el gran desafío que tenemos por delante, que no es otro que la ingente deficiencia de valores que nos está haciendo perder la partida diaria por ausencia o escasez de ilusión y de entusiasmo para emprender las tareas ineludibles y para afrontar y gestionar los fracasos, aunque suene a tópico, como unas auténticas oportunidades. Lo son. ¡Vaya que sí!