Centrales sindicales afines al gobierno, otras organizaciones sociales y partidos de izquierda plantean sus propias demandas en las calles de Brasil. Este cambio de perfil militante no agrada a los jóvenes autoproclamados apolíticos que impulsaron las últimas manifestaciones desde las redes sociales, informa Fabiana Frayssinet.
La plataforma de reclamaciones de esta nueva y más organizada protesta incluye, entre otros, bajar la cantidad de horas laborales a 40 por semana, el fin de la tercerización en la contratación de personal y la recuperación del ingreso de los jubilados y pensionistas.
También se suman otras peticiones discutidas con las organizaciones populares, como destinar el 10 por ciento del producto interno bruto a la educación, más inversiones para la salud, convocar médicos de otros países, por ejemplo Cuba, para mejorar la atención de salud pública y que el transporte urbano de pasajeros sea de calidad.
El denominado Día Nacional de Lucha, con movilizaciones, paralizaciones y huelgas, fue convocado el jueves 11 por la Central Única de los Trabajadores (CUT), apoyada por 77 movimientos sociales y populares, tanto de las ciudades como del ámbito rural. Según los organizadores, unas 100.000 personas se concentraron en distintas zonas del país.
En Río de Janeiro, donde se movilizaron unas 10.000 personas, las banderas de los sindicatos, pancartas bien elaboradas, globos y vehículos con fuertes equipos de sonido contrastaron con las precarias cartulinas pintadas a mano que enarbolaban los jóvenes que comenzaron a salir a las calles en junio.
También fue notorio el alcance de la movilización, que en el caso de los estudiantes, con la consigna inicial de la disminución del precio del transporte público, llegó a un millón de manifestantes, organizados a través de Internet, principalmente vía Facebook.
La protesta del jueves «fue pacífica y en pro de mejoras laborales y contra ajustes en nuestras empresas», dijo a IPS, planteando las diferencias, un trabajador marítimo que se identificó en medio de la marcha como Eduardo Henrique.
Entre los manifestantes, un grupo de ingenieros de Petrobras pidió poner fin a las licitaciones del sector: «Descubrimos reservas millonarias de petróleo, así que no hay necesidad de que vengan empresas extranjeras», respondió Silvio Cidog, de la Asociación de Ingenieros de la empresa estatal, ante la pregunta de IPS.
Las demandas de los trabajadores rurales también se hicieron oír. Un campesino que se identificó como Osuara, del Movimiento de los Trabajadores Rurales sin Tierra (MST), sostuvo que urge acelerar la reforma agraria.
Apolíticos sentados en la calle
Lejos del eco de los equipos móviles de sonido de los sindicatos, un grupo de unas 200 personas obstruyó el tránsito en una de las principales avenidas de la ciudad para hacer una «sentada», con el fin de llamar la atención sobre las reivindicaciones que dieron origen al movimiento de los jóvenes que se declaran apolíticos.
«Esto es un movimiento apartidario convocado por Internet. Ellos (los sindicalistas) se aprovecharon de nosotros. Tienen carros (vehículos) de sonido, compran todo, dan banderas. El pueblo no tiene nada de eso», cuestionó Karina Monteso, una economista.
«En Brasil hay una dictadura de izquierda. Es una dictadura blanca. Ellos no quieren largar el poder», proclamó el abogado Marcio Simoes. «Nuestra única arma es esta», agregó señalando su «i-phone», con el que se pudo comunicar con otros manifestantes que, concentrados en otro barrio de Río de Janeiro, se preparaban para converger en la sede del gobierno del estado.
En torno a ese edificio, el Palacio de Guanabara, la situación se descontroló. Algunos grupos aislados conformados por personas con sus rostros cubiertos se enfrentaron con el batallón de choque de la policía. Con piedras, bombas caseras y fuegos de artificio, intentaron derrumbar la reja que protegía el lugar.
Las consignas de estos manifestantes se concentraron en cuestionar la represión policial y en exigir que no se juegue el campeonato mundial de fútbol previsto para mediados de 2014 ni los Juegos Olímpicos en 2016.
En la manifestación organizada por los sindicatos, el urbanista Orlando dos Santos, del Observatorio de Metrópolis, elevó igual demanda. Como miembro del no gubernamental Comité Popular de la Copa y de las Olimpíadas, enarboló la bandera del fin de los desalojos provocados por las millonarias obras de infraestructura para esos encuentros deportivos internacionales.
Dos Santos respondió a las críticas de los «otros manifestantes». «La sociedad es plural. Esta manifestación fue convocada por las centrales sindicales, que son organizaciones más clásicas, por tanto es normal que haya grupos que cuestionen estas formas de agrupación más tradicional, pero son tan democráticas como las nuevas formas de organización», indicó a IPS.
Nadine Borges, quien representa a un grupo de manifestantes de la Comisión de la Verdad de Río, pidió la apertura de los archivos de la dictadura militar para investigar a los responsables de la represión.
«Para nosotros, históricamente, la defensa de la democracia pasa por la organización de los trabajadores. Esto aquí es un acto democrático que representa a las centrales sindicales organizadas», se defendió Borges ante las críticas de los otros grupos.
También se movilizaron en paralelo a la marcha sindical un centenar de jóvenes vestidos de negro, con el rostro cubierto y máscaras para evitar los gases de la policía. «No tenemos palabras», señaló uno de los manifestantes a IPS. Pero sus pancartas sí las tuvieron: «Haz el amor y no la guerra», «El pueblo al poder», «Tropa anarquista de choque».
Separados de la gran marcha que ocupa una avenida, también se apreció a un grupo de jóvenes artistas vestidos de payasos y cantando consignas contra la represión policial. Se autodenominaban «Tropa del nhoque nhoque», un juego de palabras en alusión a la «tropa de choque» de las fuerzas de seguridad.
Entre las filas de la marcha convocada por la CUT, aunque sin banderas, participaron militantes del gobernante Partido de los Trabajadores (PT), que, según dijeron al identificarse, buscan «profundizar» las mejoras socieconómicas impulsadas en la última década por los presidentes Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2011) y Dilma Rousseff.
Es la primera reacción de las agrupaciones políticas y sociales organizadas ante la oleada callejera de jóvenes que superaron su propia capacidad de movilización.
La CUT, que apoya la participación organizada de los jóvenes, teme que los «sectores conservadores y de la derecha intenten influir en sus protestas con objetivos extraños, ajenos a los de la inmensa mayoría del pueblo».
Por eso uno de sus dirigentes indicó que «es de fundamental importancia la participación organizada de la clase trabajadora en este nuevo escenario, para dar una salida positiva a esta situación».