Tal como desde hace meses indicaban las encuestas, el candidato de la derecha chilena José Antonio Kast, de 59 años y con nueve hijos, se impuso en la votación de las dieciocho regiones del país, a la candidata comunista Jeannette Jara.

Y el próximo 11 de marzo (2026) rendirá protesta como el 35 presidente de la República de Chile, para un mandato de cuatro años.
En Chile a nadie sorprendió su aplastante victoria por más de dos millones de votos sobre Jara, quién al aceptar que obtuvo el peor resultado de la izquierda en un balotaje presidencial dijo: «Chile habló fuerte y claro y estoy convencida que nuestra democracia se fortalece cuando respetamos la voluntad ciudadana».
Y a minutos de conocerse la decisión ciudadana, visitó al presidente electo para desearle éxitos por el bien de Chile; advirtiendo que es en la derrota, donde más se aprende y donde más firme debe ser, la convicción democrática.
Pero en México algunos políticos y medios, criticaron «ese vuelco de Chile al pinochetismo».
Pienso al respecto, que no hay que confundir apoyo electoral con respaldo ideológico y que la mayoría de los chilenos prefiere el centro, pero igual que hace cuatro años cuando el extremista de izquierda Gabriel Boric ganó a Kast, no hubo candidato que los representara.
Que por estar hartos de la ineficiencia y corrupción del gobierno de Boric, de la falta de empleo, de los malos servicios de salud y educación, del bajísimo crecimiento económico y de vivir con miedo. Y temiendo que todo empeorará con la llegada del comunismo, votaron por la derecha.
Aunque en mucha menor medida que en México y otros países latinoamericanos, el narcotráfico y la delincuencia con sus secuelas de violencia, inseguridad y crímenes, han aumentado a niveles insoportables para la tranquila sociedad chilena.
Que los asocia a la entrada ilegal de extranjeros que incentivó en su segundo gobierno la presidenta Michelle Bachelet y a la dejadez de Boric, para combatirlos.
Y Kast les ofreció «un gobierno de emergencia» en alianza con sectores de centro; a los que en su primer discurso como presidente electo agradeció por apoyarlo en la segunda vuelta y con los que deberá pactar para tener mayoría en la Cámara de Diputados y en el Senado y poder hacer «los cambios reales» a que se ha comprometido.
Otra razón para su triunfo es que moderó su discurso al darse cuenta, que hace cuatro años perdió el voto de mujeres y jóvenes, por sus declaraciones sobre libertades individuales, que incluían condenas al aborto y el matrimonio igualitario.
Y su fuerte defensa «al legado» de la dictadura pinochetista, de la que su hermano Miguel fue parte como ministro de la Oficina de Planificación Nacional de Chile, primero; ministro del Trabajo y Previsión Social, después y presidente del Banco Central de Chile al último, cargo que dejó al enfermar de cáncer en 1983 muriendo meses después a los 34 años de edad.
Al ser Kast cuestionado por dejar de lado sus críticas a los derechos de los diferentes y sus alabanzas a la dictadura, respondió que esos temas no eran prioritarios para los chilenos que vivían preocupados por el mal gobierno, la pésima situación de la economía y el incremento de la delincuencia y la migración ilegal vinculada a cárteles y al venezolano Tren de Aragua, que ha sido protagonista de sangrientos crímenes en Santiago.
Y pidió a los más de trescientos mil extranjeros que viven sin permiso en Chile, auto deportarse antes de su toma de posesión de marzo, para no tener que expulsarlos.
Al suavizar sus posiciones, recibió el apoyo de sectores de la centrista Democracia Cristiana; empezando por el expresidente Eduardo Frei, a quien precisamente por reunirse con Kast, la DC «congeló» la militancia.
En fin, a partir de marzo se verá si su cambio fue de dientes para afuera, para ganar votos o por convicción.
Por lo pronto, en su primer discurso como presidente electo, prometió no ser autoritario y renunciar al Partido Republicano que fundó, «porque quiero ser presidente de todos los chilenos».
Agregando que un gobierno no se construye solo con los partidarios, sino también, con la oposición; cuya existencia considera indispensable.
Acorde con la tradición democrática chilena, el aún presidente Gabriel Boric lo llamó a para felicitarlo y lo recibió en la Moneda ofreciéndole su apoyo en la transición de poderes.
Eso y las palabras de la derrotada Jara, ayudaron a la tranquilidad de millones de sus compatriotas.
Mientras que acá, de Claudia Sheinbaum para abajo y para arriba, deben haber puesto sus barbas a remojar.



