Tras su paso por la Sección Oficial del Festival Internacional de Cine de San Sebastián, donde se alzó con el premio FIPRESCI de la crítica internacional, “High Life”, la última propuesta de la directora francesa de culto Claire Denis (“Chocolat”, “Una mujer en Africa”, “Un sol interior”), es una historia de ciencia ficción, “alucinada y visceral”, que puede gustar más o menos pero que difícilmente dejará indiferente.

La aventura espacial se vio truncada por la actuación de una científica, obsesionada con la procreación en un grupo amenazado por la esterilidad. Ahora lo que queda de ellos es una nave perdida en el espacio donde sobreviven, rodeados de los cadáveres del equipo, el astronauta Monte y su bebé Willow, resultado de un triple intercambio de fluidos.
Melodrama casi hipnótico y aventura filosófica sobre la extinción del género humano, la película va abordando sucesivamente, como en un manual de supervivencia, temas capitales como el aislamiento, la manipulación genética, la búsqueda de la perfección, la frustración sexual, la corrupción moral y la realidad de una humanidad sin ideales ni esperanzas.
Político, denso y en algunos momentos hasta lírico (el amor que desarrollan padre e hija tiene una dimensión cósmica y el destino de disolverse en el universo), el drama futurista “High Life” nos explica que el espacio no es un lugar para habitar sino un vacío cuya contemplación plantea multitud de preguntas, la principal de ellas acerca del origen y el futuro de la especie humana.



