En Argelia, una cierta clase del poder profundiza en la neolengua del cinismo y el oportunismo políticos para que nada cambie, aunque lo parezca. Quizá el personaje que mejor representa eso -al más alto nivel- es Ahmed Ouyahia, 66 años, quien ha sido nombrado (o reconducido) hasta diez veces como Primer Ministro entre el día de fin de año de 1995 y el 12 de marzo de 2019, bajo dos presidentes distintos, Liamine Zéroual y Abdelaziz Bouteflika.
Entre un ejercicio y otro de aquel cargo de jefe del Gobierno, también ha sido hombre fuerte en otros gabinetes ministeriales, bajo otros primeros ministros, ejerciendo como Ministro de Estado y jefe del gabinete presidencial, tres períodos distintos como Ministro de Justicia.
Su apariencia de burócrata gris y sus modales -casi siempre- ajustados, no le han impedido constituirse en una figura incombustible, mucho menos visible que la del presidente Abdelaziz Bouteflika. Pero no de menor impacto en los recovecos del régimen. Los manifestantes que protestan contra el sistema desde hace más un mes lo conocen bien y no lo olvidan en sus gritos y pancartas, para expresar casi siempre que lo detestan. Ouyahia, a quien podemos admirar como a una especie de Giulio Andreotti argelino, sigue siempre ahí. Hasta cuando parece desaparecer.
Durante este tiempo, Ouyahia, quien sólo ha dejado de ser primer ministro hace pocos días, ha dicho públicamente pocas cosas. Pero lo que ha dicho es notable: “El Gobierno tiene que satisfacer las reivindicaciones del pueblo”. Ahmed Ouyahia sigue siendo Secretario General del RND (Reagrupamiento Nacional Democrático), una suerte de avatar de traje y corbata del histórico expartido único, Frente de Liberación Nacional (FLN). Ambas fuerzas, de inscripción legal distinta, son desde hace tiempo –junto a la cúpula militar- la cara y la cruz del poder contra el que se han desencadenado las protestas.
Oposición real o sólo “recomendable”
Por ahora, la neolengua del cinismo y varias señales apuntan a una maniobrabilidad soterrada, que la mayoría de los descontentos cree amparada por el mando militar y por sus servicios. El sistema parlamentario (APN, Asemblea Popular Nacional) incluye diversos partidos de oposición. Además del dúo FLN-RND, por supuesto. Cabe incluir, además, al Movimiento de la Sociedad por la Paz (MSP, exHamas, islamistas “moderados”); al Movimiento Popular Argelino (MPA, “socialdemócrata” y laico); El-Adala (islamistas “reformadores”) y al singular Reagrupamiento por la Esperanza de Argelia (partido que parece una mezcla reencarnada del oficialismo y del islamismo aceptable). Su fundador, Amar Ghoul, ha sido ministro repetidamente en los gobiernos de Ouyahia.
En otro lado, debemos situar al Frente de Fuerzas Socialistas (FFS, partido verdaderamente histórico, como el FLN, fundado por un héroe de la independencia, ya fallecido, Hocine Aït Ahmed, fuerza integrada en la Internacional Socialista); al Partido de los Trabajadores (PT, trotskista, dirigido por Louisa Hanoune, primera mujer que se presentó a unas elecciones presidenciales en un país árabe); al berberista Reagrupamiento por la Cultura y la Democracia (RCD, que representa a sectores que se consideran ajenos o alejados de la identidad árabe, sobre todo a quienes asumen que la lengua amazigh y lo bereber constituyen sus primeros signos de identidad). Esta lista podría seguir (Frente Al Moustakbal, Ennahda, etcétera, etcétera).
Lo que sucede es que en el ambiente actual, todas o casi todas esas fuerzas políticas, son consideradas cómplices del poder, en mayor o menor medida. “Apéndices” es la palabra utilizada en la calle para desacreditarlos a todos; aunque esa mezcolanza simplista no esté justificada en todos los casos. Muchas voces creen que los diputados de esa oposición “instalada” deberían dimitir para sumarse a las protestas callejeras sin más. El RCD, FFS y dos grupos islamistas minoritarios ya abandonaron el parlamento –hace algunos meses- a raíz de un conflicto institucional –en el que llegó a haber dos presidentes de la cámara- y que terminó con un cambio efectivo en la presidencia de la APN.
¿Es posible aún una transición constitucional?
Pero los manifestantes no tienen líderes claros tampoco. Y mientras, el sistema reelabora su estrategia a medio plazo con sólo algunos signos de que tenga intención de tantear de verdad el alma de las manifestaciones. Hace pocos días, Kamel Guemazi, exdirigente del Frente Islámico de Salud (el viejo FIS, ilegalizado en 1992), dirigió a un grupo de fieles para orar en la calle frente a los manifestantes. Se asocia a ese personaje con una hipotética alianza de diversos caídos en desgracia del régimen. Su oración grupal y pública fue interpretada en diversos medios como una simple provocación organizada por los servicios secretos. Imposible certificarlo. Puede que se tratara de un tanteo del ánimo general y, quizá, sí, de una advertencia.
Entre las coordinadoras movilizadas de abogados, magistrados, arquitectos, estudiantes de enseñanza media, profesores y universitarios, de médicos y trabajadores del sistema de salud, entre los periodistas de la radiotelevisión pública, se desconfía de ese mundo que parece surgir de repente. Tienen la experiencia del pasado y creen detectar sus orígenes de inmediato. Pero pocos indicios (entre los que llegan al exterior, al menos) apuntan a una confluencia estable y que sea mayoritaria en el campo de la protesta.
Entretanto, con seguridad, el poder sigue impulsando su anunciada conferencia constitucional, donde –seguro- habrá participantes que sorprendan. En la maniobra general, están seguro las instituciones, los wali (prefectos), muchas autoridades locales y, desde luego, la máquina potente del dúo FLN-RCD y sus acólitos diversos.
De momento, la neolengua que sirve para disimular esa estrategia incluye al FLN. Este partido dice también que “apoya al movimiento popular y a su voluntad de cambio”, según lo expresado por Mouad Bouchareb (48 años, diputado del FLN), y símbolo del “rejuvenecimiento” en marcha de las élites políticas.
Desde luego, la provocación (ejemplarizante) encabezada por el grupo de Kamel Guemazi y el aumento de los troles en las redes sociales sugieren una recomposición acelerada de las fichas del poder. Ante ese juego de dominó, durante mi pasado de enviado especial a aquel país, varias personas me prevenían contra las apariencias con una frase: “Kafka no era de Praga, sino de Argel”. Así que entiéndase todo según esa opacidad kafkiana que jalona las distintas etapas de la historia de la Argelia independiente. Varios días después de ser nombrado nuevo Primer Ministro, Nouredine Bedoui, no ha logrado formar nuevo gobierno, lo que sugiere reticencias de muchos habituales del poder a participar de lleno en la estructura dirigente en estos tiempos de turbulencia.
Para el profesor y experto constitucionalista argelino, Walid Laggoune, (El Watan, 26 de marzo ) la Constitución del país tiene elementos suficientes para elaborar una estrategia de transición posible, si el poder acepta aspiraciones significadas de la calle. A condición, por supuesto y condición esencial, de que Abdelaziz Bouteflika termine (de verdad) su mandato antes del 28 de abril, fecha prevista para las aplazadas elecciones presidenciales. Inshallah!
- POST-SCRIPTUM: «El ejército deja caer a Bouteflika«
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