Según un informe conjunto de varias agencias de la ONU el mundo generó en 2018 más de cincuenta millones de toneladas de residuos electrónicos, los llamados “desechos electrónicos”, suficientes para cubrir de desperdicios toda la isla de Manhattan, escribe Laura Quiñones para Noticias ONU.
Solo un 20 % de los restos de computadoras, electrodomésticos, teléfonos, baterías son reciclados correctamente, a pesar de que tienen un alto valor económico y el potencial de crear trabajos. Sin una gestión adecuada, dañan el medio ambiente y la salud humana.
Los productos electrónicos, desde paneles solares hasta teléfonos inteligentes, traen enormes beneficios para la humanidad y ofrecen nuevas oportunidades para el desarrollo. También son herramientas para enfrentar los desafíos del cambio climático, ampliar la educación, brindar atención médica y facilitar el comercio.
Sin embargo, el sistema actual de producción y consumo de estos productos también representa una amenaza. En todas las fases de la cadena de ese sistema, la extracción de materias primas, la fabricación, el transporte, la venta al por menor, el consumo y la eliminación de los electrónicos, existe una gran cantidad de recursos desperdiciados que tienen un impacto negativo en el planeta y nuestra salud.
Ante este panorama, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha emitido una alerta y pedido acción urgente para una mejor gestión de este “flujo tóxico”, para convertirlo en una fuente valiosa de trabajo decente, y crear un futuro mejor para todos.
Las consecuencias para el medio ambiente de la basura electrónica
Los desechos electrónicos se definen como cualquier cosa con un enchufe, un cable eléctrico o una batería. Desde tostadoras hasta cepillos de dientes, teléfonos inteligentes, frigoríficos y televisores que han cumplido “su ciclo de vida”, hasta los componentes dentro de estos productos que tienen una duración más prolongada.
Este tipo de residuos constituyen una pequeña pero creciente proporción de los 2010 millones de toneladas métricas de desechos sólidos que se generan cada año en todo el mundo. Sin embargo, a diferencia del vidrio, el papel, la madera y otros materiales, los productos eléctricos y electrónicos usados contienen sustancias peligrosas además de materiales valiosos, por lo que requieren un tratamiento especial.
Pocos países tienen una forma uniforme de medir estos desechos que provienen de hogares, empresas y gobiernos, y que pueden contener metales preciosos como el oro, el cobre y el níquel, así como materiales raros de valor estratégico como el indio y el paladio.
Para hacerse una idea, hasta sesenta elementos de la tabla periódica pueden ser encontrados en un teléfono inteligente. Muchos de estos metales pueden ser recuperados, reciclados y utilizados como materias primas secundarias para nuevos productos.
Cuando no se almacena en bodegas, cajones o gabinetes, los desechos electrónicos a menudo se incineran, se tiran o terminan siendo destruidos a mano por los más pobres del planeta, en detrimento a su salud y el medio ambiente.
Estos desechos contaminan las fuentes de agua y las cadenas de suministro de alimentos, incluso como parte de los intentos de “reciclaje” informal en algunos países en desarrollo, donde se quema el plástico que contienen para recuperar los metales valiosos, un proceso que emite sustancias tóxicas a la atmósfera y envenena a niños y adultos.
Al igual que la moda, los electrónicos cambian de estilo rápidamente y muchas veces los ingresos de las compañías que los producen dependen de vender los más “nuevos y avanzados” y a precios cada vez más asequibles.
En la Unión Europea, líder mundial en reciclaje de residuos electrónicos, solo el 35 % de ellos es recogido y reciclado adecuadamente , mientras que en el resto del planeta el promedio es de un 20 %.
También existe confusión y desinformación entre los consumidores en términos de cómo se deben manejar estos desechos. En muchos casos se tiran a la basura “normal” materiales que deberían ser separados tales como las baterías, las bombillas, los teléfonos inteligentes, los cables y las computadoras.
El reciclaje informal
En muchos países, las mujeres y los niños representan hasta un 30 % de la fuerza laboral en el procesamiento informal de desechos electrónicos, por lo que son particularmente vulnerables.
Cuando futuras madres están expuestas a compuestos tóxicos existen grandes riesgos. Estudios recopilados por la ONU demuestran incrementos en abortos espontáneos y partos prematuros, así como reducción de peso y tamaño de los bebés. También se presenta una alta incidencia de defectos de nacimiento y mortalidad infantil.
Los elementos tóxicos cancerígenos de los desechos electrónicos también han sido encontrados en la sangre de los trabajadores informales que trabajan donde se queman estos productos para la extracción de metales. Los lugares donde esto sucede a su vez se han convertido en una especie de “centros económicos” que atraen vendedores de comida y asentamientos informales que a su vez expanden el alcance de la contaminación.
“Muchos de los desechos electrónicos producidos en países en desarrollo son enviados a países pobres de manera legal o ilegal, para luego ser procesados informalmente por un sector que incluye a mujeres y niños. Esto plantea una serie de cuestiones éticas, desde el principio de tirar desechos en naciones que no cuentan con las normas o la capacidad para gestionarlos de una manera que resulte menos perjudicial para el medio ambiente y la salud”, asegura Nikhil Seth, presidente del Foro de diálogo mundial sobre el trabajo decente en la gestión de los desechos eléctricos y electrónicos, celebrado en abril en Ginebra por la Organización Internacional del Trabajo.
Hoy en día, el número total de personas que trabajan informalmente en el sector mundial de residuos electrónicos es desconocido. Sin embargo, la OIT estima que en Nigeria lo hacen hasta 100 000 personas, mientras en China el número alcanza los 690 000.
La actualización de la industria, así como la creación de plantas de reciclaje legales proporcionan una oportunidad de trabajo seguro y decente para miles de trabajadores alrededor del mundo. señala la OIT.
Además, existe un gran valor económico en los residuos electrónicos, en particular de materiales como oro, plata, cobre, platino, paladio, entre otros. De acuerdo con la Unión Internacional de Telecomunicaciones (ITU), hay cien veces más oro en una tonelada de teléfonos inteligentes que en una tonelada de mineral de oro. Esto quiere decir que los depósitos más ricos de la tierra se encuentran actualmente en vertederos o en los hogares de las personas.
Según recientes estimaciones, los desechos electrónicos están valorados en 62.500 millones de dólares anuales, más que el PIB de algunos países. Es también tres veces el valor de la producción de todas las minas de plata del mundo.
Tenemos que analizar todo el ciclo de producción de cada producto electrónico. Comienza desde la etapa de diseño, de ingeniería y, por supuesto, se adentra en toda la economía circular. El uso, reciclaje, restauración, reventa y devolución de la tecnología debe considerarse de una manera mucho más sistemática que hasta ahora, para asegurar que se generan los residuos electrónicos que no causan el tipo de daño que hacen ahora al medio ambiente y la humanidad”, añade Seth.
Una economía circular es un sistema en el que todos los materiales y los componentes se mantienen en su valor más alto en todo momento, y los residuos no existen.
Según la OIT, si se aplica un enfoque de economía circular, los desechos eléctricos y electrónicos pueden considerarse un recurso que, adecuadamente gestionado, podría generar empleo, proporcionar acceso a la tecnología, facilitar la modernización tecnológica, propiciar la transferencia de conocimientos y competencias, y crear capital para fabricar productos básicos de segunda mano y recuperar materiales.
De acuerdo con la ITU, los beneficios económicos de emplear una economía circular en el sector electrónico y eléctrico podría reducir los costos para los consumidores en un 7 % para 2030 y un 14 % para 2040.
«Debemos ayudar con urgencia a los Estados miembros de la OIT y las Naciones Unidas a diseñar y fortalecer los sistemas y las políticas necesarias para gestionar los desechos electrónicos de manera que promuevan el trabajo decente, promuevan la salud de quienes manejan los desechos electrónicos y protejan el planeta”, concluye Nikhil Seth.