“Ghostland” («Incident in a Ghostland»), largometraje de terror del director francés Pascal Laugie (“El internado”, “Martyrs”), escrito por el propio director y ganador del Premio Paul Naschy a la mejor película y el Premio al mejor Director en el Festival Nocturna de Madrid, además de tres premios en el Festival del Cine Fantástico Gérardmer, nos cuenta con pulcritud estilística una historia muchas veces repetida en el cine lo que, en este caso, no es un reproche.
Gótica, radical y poética, esta pesadilla multipremiada que revive tantas casas que hemos visto habitadas por sus muertos, tantas “tierras de fantasmas”, está interpretada en sus principales papeles por Crystal Reed (“Skyline”), Emilia Jones (“Brimstone”) y Anastasia Phillips (“Don’t talk to Irene).
En algún lugar de la América profunda, Pauline y sus dos hijas adolescentes, Beth y Vera, heredan una vieja casa de una tía. La primera noche que pasan en la mansión un grupo de intrusos las ataca salvajemente y Pauline tiene que luchar para proteger a las niñas. Un drama que les deja impronta a las tres y que afecta de forma diferente a las dos adolescentes, cuyas personalidades evolucionan marcadas por aquella noche terrible. Dieciséis años más tarde, se reúnen en la casa: Beth es una novelista consagrada con una vida satisfactoria mientras Vera sigue viviendo con su madre inmersa en episodios de paranoia destructiva. Y entonces empiezan a sucederse extraños acontecimientos.
En la estela de las películas clásicas de horror (“Lovecraft”, “Carpenter”), a las que rinde homenaje, “Gostland” –nada nuevo bajo la piel erizada por el terror- recicla género, argumento y personajes típicos consiguiendo atrapar al espectador con sus elementos habituales (inquietante mansión aislada llena de muñecas, sucesos extraños, pesadillas que se suceden sin fin en una penumbra que nunca se ilumina), y dejándole lleno de preguntas y dudas ambivalentes que van de la inocencia a la crueldad.