La noticia del fulminante cese de John Bolton, asesor de seguridad de la Casa Blanca, nos cogió totalmente desprevenidos. Con razón; veinticuatro horas antes del despido tuitero de Donald Trump, aún recibíamos detallados informes sobre el último periplo europeo de Bolton, el último encargo discreto del Presidente de los Estados Unidos.
Se trataba de una misión sumamente difícil: mientras los pobladores del Viejo Continente celebraban el 30º aniversario de la abolición de las fronteras entre en Este y el Oeste y el final de la época de los bloques antagónicos, John Bolton debía definir el emplazamiento del nuevo Telón de Acero, de los confines con la siempre hostil… Rusia.
Aparentemente, los tiempos habían cambiado. Sólo aparentemente; el “halcón” Bolton, partidario del uso de la fuerza en las relaciones internacionales, de los bombardeos de castigo y las intervenciones armadas, seguía imponiendo su doctrina en las altas esferas de la capital del imperio.
Sí, el Telón de Acero había caído, pero… ¿es preciso renunciar definitivamente a semejante herramienta? Incumbe al buen “halcón” hallar o sugerir nuevos obstáculos. Y ello, independientemente de las extravagancias de un Presidente empeñado en aprovechar las hasta ahora sobrias reuniones de la cumbre con dignatarios extranjeros para jugar a la pelota con el enviado del Imperio del Mal. La seguridad de América no puede depender de la frívola actuación de un multimillonario…
John Bolton estuvo de gira en Europa del Este la semana pasada para tantear el terreno y encontrar los puntos débiles en la frontera con Rusia. Cabe suponer que los Estados Unidos traten de detectar las posibles grietas para aumentar su influencia en los países fronterizos -Ucrania, Bielorrusia y Moldavia– posibles palancas de presión sobre el Kremlin.
Durante su visita a Kiev, a finales de agosto, Bolton era portador de un mensaje muy claro. Se trataba de destacar el apoyo de Estados Unidos a la soberanía y la integridad territorial de Ucrania, su apuesta por la vía euroatlántica. El enviado de Trump reiteró el interés estratégico de Norteamérica por la libre circulación en el Mar Negro. “Estados Unidos defenderá sus intereses en el mundo, al igual que los intereses de nuestros aliados. Queremos estar en el Mar Báltico, en el Mar Negro y también en el Ártico”, manifestó John Bolton al despedirse de sus anfitriones.
Sin embargo, pocas horas después, llegó información de que el presidente Trump estaba considerando limitar la asistencia militar de Ucrania. Al parecer, el inquilino de la Casa Blanca prefiere minimizar la interferencia rusa en Ucrania. De hecho, Trump propuso recientemente la readmisión de Rusia en el grupo de países altamente industrializados (G 8), del que los rusos fueron excluidos tras la anexión de la península ucraniana de Crimea, en 2014.
Bolton llegó a la República Moldova poco después de que el partido proeuropeo y la agrupación promoscovita llegaran a un acuerdo para compartir el poder en este país, campo de batalla de las corrientes occidentales y el Kremlin, con el único objetivo de eliminar a un enemigo común: el Partido Demócrata del oligarca proruso Vlad Plahotniuk.
Sin embargo, los socios de la frágil coalición tienen visiones diferentes en cuanto a la política exterior se refiere: los socialistas preconizan la integración a Rusia, mientras que el bloque liberal apuesta por los valores encarnados por la UE.
Por su parte, el proruso presidente Igor Dodon aseguró que continuará estrechando las relaciones con Moscú, apostando por la iniciativa euroasiática de Vladimir Putin.
John Bolton fue el primer alto cargo de la Administración estadounidense en ser recibido por las autoridades de Bielorrusia, antigua república soviética aún anclada en la órbita de Moscú. Las recientes disputas sobre el suministro de petróleo podrían facilitar, sin embargo, la expansión de las relaciones comerciales y energéticas con Washington.
Hasta aquí, los apuntes del viaje de Bolton, quien no se acercó a las dos capitales clave para el proyecto geoestratégico de Washington: Varsovia y Bucarest, baluartes de la “nueva frontera” ideada junto con los estrategas de la OTAN.
En el caso concreto de Polonia, país que reclama una presencia militar norteamericana permanente en su territorio, indispensable –según las autoridades de Varsovia– para fortalecer la seguridad de los aliados en la frontera con Rusia, la Casa Blanca contempla el incremento de los efectivos de la Alianza, que pasarían de alrededor de 4500 a unos 5500 hombres. Una vez iniciado el proceso, se pondrá en marcha el traslado gradual del personal acuartelado actualmente en Alemania, movimiento que no parece ser del agrado del Gobierno germano.
Ni que decir tiene que este cambio de estrategia presagia la modificación del equilibrio en la frontera oriental de la OTAN en la Unión Europea. Subsiste el interrogante: en qué medida afectará la nueva estrategia a la política de defensa del otro socio prioritario de la Alianza: Rumanía.
Recordemos que la estrategia de seguridad común en las fronteras con Rusia contaba con tres pilares: Polonia, Rumanía y Turquía. Pero el “triunvirato” ideado durante la cumbre de la OTAN celebrada en Varsovia en 2016 se ha reducido considerablemente tras el acercamiento de Ankara a Moscú, dejando al descubierto el flanco sudoriental de la Alianza, incluido un Mar Negro dominado por el constante aumento de la presencia militar rusa en Crimea.
Si bien hasta ahora la OTAN solía dar prioridad absoluta al fortalecimiento de las relaciones militares con los países bálticos y Polonia, siguiendo un guion establecido antes de 2016, la modificación del paradigma se impone: Rumanía está llamada a desempeñar un papel clave a la hora de definir la nueva frontera.
Hace apenas unos días, la ministra rumana de Asuntos Exteriores, Ramona Manescu, exigió una mayor presencia de tropas estadounidenses en su país como elemento disuasorio indispensable frente a las acciones agresivas de Moscú.
Aludiendo a la presencia de cazas aliados en su país, la jefa de la diplomacia rumana dijo: “No queremos iniciar una guerra; sólo pretendemos evitarla”. Los vuelos de vigilancia de la OTAN en el Mar Negro tienen carácter meramente… estratégico. “Queremos entablar un diálogo constructivo con Rusia, dentro de los límites del respeto del derecho internacional y la integridad territorial” (de los países vecinos).
Obviamente, los límites estratégicos e ideológicos del nuevo Telón de Acero parecen estar esbozados. Incumbe a otro washingtoniano “halcón” velar por la puesta en marcha del nada pacífico proyecto de John Bolton.