Los habitantes de Tarragona capital y los pueblos de Vilaseca, Salou y Cambrils no se habían repuesto del susto de la explosión de una de las empresas del complejo petroquímico, cuando el temporal Gloria se adueñaba de la zona y destruía todas las playas.
Pocos minutos antes de las siete de la tarde del pasado 14 de enero de 2020, los tarraconenses se sobresaltaron con una fuertísima explosión y el destello de una gran llamarada que destacaba en el complejo petroquímico próximo. Uno de los tanques de almacenamiento de la empresa Iqoxe explotó creando una gran alarma en la zona.
No hubo sirenas que alertaran a la población. En un primer momento, nadie informó de qué producto se estaba quemando, si era tóxico o no. Hubo que recurrir a las redes sociales, concretamente a la cuenta de Twitter de Protección Civil para enterarse de algo. Así, supieron que tenían que cerrar puertas y ventanas y no salir a la calle por precaución, ya que no se sabía si el aire podía ser nocivo. Dos horas más tarde, por el mismo sistema, se enteraron de que no había peligro, que podían respirar sin temor a envenenarse.
El balance de este desastre, que podría haber sido catastrófico, ha sido de tres fallecidos (uno de ellos estaba en su casa tranquilamente y la tapa del depósito voló casi tres kilómetros, impactando en su edificio), numerosos desperfectos en las empresas próximas y en las construcciones aledañas. Pero ha levantado múltiples protestas relacionadas con la seguridad.
En esta provincia trabajan con materiales peligrosos y, por tanto, tienen riesgo de sufrir un accidente químico grave, muchísimas empresas. De las 46 que declara el Plaseqcat (Plan de Seguridad de la Generalitat), hasta 34 están ubicadas en el nivel de riesgo alto, según la normativa Seveso que impera en Europa. Tan solo 12 están clasificadas en el riesgo bajo. Del total, 29 tienen materiales tóxicos, mientras que 34 manejan sustancias inflamables.
Uno de los temas más controvertidos es el de las sirenas, que, según la ciudadanos, deberían de avisar de que hay algún peligro para la población. Ya en mayo de 2019, la fuga de una planta de amoniaco de la empresa Miasa levantó las primeras protestas, porque no hubo alertas acústicas. Protección Civil asegura que las sirenas se activan cuando se pide un confinamiento general de la población. Da la casualidad de que en la explosión de Ixoque se pidió a la población que se encerrara, y no hubo aviso. Algo no cuadra.
Pero las voces sobre la contaminación de la planta vienen de lejos. El portal de noticias Ecoticias.com decía en 2016 que este complejo industrial, de unas 1200 hectáreas, llevaba cincuenta años contaminando. El número de empresas que operan en el complejo petroquímico supera la treintena y se centran especialmente en la producción de ácidos, cloros, sales alcalinas, gas oxígeno, fertilizantes, insecticidas, combustibles, plásticos y esencias sintéticas. Entre las más destacadas se encuentran varias facciones de Repsol (química, petrolera y de gas), Bayer, BASF, Ercros, Cepsa, Bic y Dow Chemical Company.
Según declaraciones a ese medio, los vecinos dicen que el aire que respiran está enrarecido, que en determinados momentos huele a gas o huevos podridos y que se hace irrespirable. Los cuadros de alergias, asma y problemas respiratorios, sobre todo en los niños, han sufrido un gran incremento, y que los casos de cáncer en las zonas aledañas se han disparado de manera alarmante y los suelos resultan cada vez más áridos por la contaminación. Incluso, temían que el agua que bebían podría contener productos tóxicos.
Así las cosas desde hace años, este nuevo episodio ha puesto en pie a los vecinos de la zona, que han protagonizado manifestaciones exigiendo medidas que les proteja: avisos y un plan de evacuación. Por su parte, CCOO tiene convocada una huelga en la propia petroquímica a primeros de febrero.
Entre la petroquímica y el mar
Salvo la localidad de Reus, las demás tienen un grave problema si hubiera que evacuar a la población: autovía y tren están demasiados próximos al complejo, por lo que se cierran de forma automática.
También tienen el mar, un mar al que el huracán Gloria dotó de una fuerza inusual y ha destrozado las playas, los paseos marítimos y los bajos de los negocios próximos. Ya en octubre pasado, Dana había arrasado este litoral. Ahora, la virulencia ha sido mayor y durante más tiempo.
Afortunadamente, la consecuencia de la explosión no ha sido la contaminación y no ha habido que evacuar a nadie, pero, al ser dos acontecimientos tan próximos, me pregunto qué habría sucedido si, pasados unos días, se hubiera necesitado trasladar a una parte de la población.
La furia del mar ha sido terrible, como puede verse en las imágenes que acompañan este artículo y como han mostrado los medios y las televisiones estos días pasados. Hay cientos de construcciones pegadas al mar que están en peligro porque no cumplen lo que determina la Ley de Costas de estar alejadas cien metros.
Según los expertos climáticos, la furia de la naturaleza cada vez será más habitual. Por otro lado, el peligro de vivir cerca de una petroquímica es latente.
¿Alguien le va a poner el cascabel al gato en Tarragona?