Soy Murachí, un cacique del pueblo mocotíe, vivo cerca del río Chama, en la Cordillera de Los Andes venezolana. Me tocó luchar contra las tropas al mando de Juan de Maldonado cuando en 1559 fundó la ciudad de Mérida.
El mío es un pueblo de artesanos y artesanas, especializados en el tejido de lana y fibras vegetales con las que confeccionamos mantas, cobijas, hamacas y abrigos que nos sirven para protegernos del frío de las montañas, elaborar las paredes internas de nuestras viviendas y los muebles y adornos que utilizamos.
También somos un pueblo minero: en Aricagua y Acequias poseemos minas ricas en oro que es la materia prima para nuestros orfebres cuyas obras de elaboradas filigranas enjaezan nuestros cuerpos.
Los invasores querían arrebatarnos nuestras riquezas y llevárselas lejos de nuestras tierras por eso tuvimos que hacerles frente y luchar contra sus tropas superiores en número y armas sofisticadas que nosotros no conocíamos.
Conocemos los secretos de los páramos, cada pico es una marca que nos guía; nos sabemos de memoria cada roca, cada cueva, cada acantilado. Sabemos extraer medicina del díctamo real y del frailejón; cultivamos hortalizas y frutas coloridas.
Somos un pueblo muy espiritual. Creemos que el Sol es nuestro dios al que llamamos Padre Ches a él cantamos en idioma mucu nuestras ansias de justicia, nobleza y dignidad. Nuestra madre es la Luna a la que llamamos Chía; ella es cofre en el que atesoramos nuestra sabiduría ancestral.
Padre Ches: vuélvenos duros como la piedra del Milla en nuestra fidelidad a nuestro pueblo. Madre Chía: danos la nobleza de la aversión al derrame innecesario de sangre. Padre Ches, Madre Chía: hacednos como el Albarregas: sonriente y decidido.
Padre Ches: danos la justicia en una madrugada, cuando los frailejones abren entre las nieblas sus transparentes soles. Madre Chía: que la libertad sea estallar de rosas en una palabra pura. Padre Ches, Madre Chía: dadnos el coraje de los cuchillos fríos de las cumbres y del Mucujún oscuro que en sus rocas brama para romper las cadenas de la quemante represión de estos días.
Padre Ches: que no seamos un cuerpo oculto por calles y tinieblas, unos ojos vendados y un alma en cadenas. Madre Chía: que la dignidad alegre nuestra mirada como un sol recién nacido en el páramo azul, florecido de flautas. Padre Ches, Madre Chía: que cambiemos la rabia de quienes sufren, por lecho, casa y pan a todas y todos repartido.