Cuando la OPEP había pactado -apenas una semana antes- el recorte de la producción para evitar el hundimiento de los precios, se produjo de repente la caída hasta niveles negativos, con precios por debajo de cero, del petróleo West Texas Intermediate (WTI), uno de los referentes mundiales.
Sucedió a principios de esta semana de abril de 2020, cuando los productores de crudo se encontraron con que no tenían a quien venderlo. De algún modo, los Estados Unidos –convertidos en el mayor productor mundial de petróleo- han provocado su propio problema por la explotación masiva de recursos mediante el uso generalizado de la hidrofracturación (fracking), esa técnica de gran coste ambiental utilizada para extraer gas y petróleo por métodos no convencionales.
Le hemos preguntado a Aurelia Mañé Estrada, profesora de Economía Política de la Energía en la Universidad de Barcelona, por las claves de esta situación inédita:
El desplome histórico de los precios del petróleo, que tuvo lugar el lunes 20 de abril, es sencillo de entender. Hubo un desajuste entre el mercado de futuros y la relación presente de las compras que se habían hecho en el pasado. Mucha gente que había estado comprando (o especulando) en el mercado de futuros, decidió vender el lunes ante las malas perspectivas del precio del petróleo. Y de golpe vendieron todos en un contexto en el que la demanda había bajado mucho, mientras los depósitos, y las demás instalaciones de almacenamiento, estaban absolutamente llenas. De repente, hubo grandes ofertas de venta sin que hubiera donde almacenar ese petróleo. Físicamente, había un exceso en ese momento y los precios se desplomaron.
De modo que -en la práctica- los implicados estaban dispuestos a pagar sólo para que se llevaran el petróleo en exceso. Ocurrió en el mercado West Texas Intermediate. Pero mientras en Estados Unidos el precio se desplomaba, en el otro marco de referencia, el del Brent (petróleo del Mar del Norte), los precios se mantuvieron.
El problema es que algunos analistas han apuntado hacia una cierta recuperación de los precios del petróleo en un contexto en el que la demanda se ha hundido por la pandemia COVID-19. Y ya anteriormente se habían roto los mecanismos habituales del mercado ante el exceso de oferta generado por la fiebre del petróleo no convencional (fracking) en Estados Unidos. Un exceso que lo situaba fuera de los mecanismos tradicionales de regulación. Desde ahí, desde esa abundancia, surgió el pánico de este mercado del petróleo.
¿Qué consecuencias puede haber a corto y medio plazo ? Consecuencias geopolíticas y para la transición energética…
Esto traerá consecuencias muy perjudiciales para la economía de Estados Unidos. El sector del petróleo no convencional, y su financiador mayor que es Wall Street, se encuentran ante un fuerte endeudamiento del conjunto de la economía estadounidense que, a su vez, depende de los petrodólares de países ricos en recursos naturales.
Ahora, a la caída del precio, puede sumarse la de los petrodólares. Por añadidura, esto último puede producir problemas en esas economías petroleras. Quizá en menor medida para estados como Arabia Saudí ; pero será más grave para países como Argelia o Venezuela.
De manera distinta, incluso puede ser muy serio para un gran país como Rusia, cuya economía no puede sobrevivir con ese petróleo de bajos precios. Ni a veinte dólares el barril. Necesitarían, al menos, entre 40 y 50 dólares por barril para seguir adelante.
Por último, sabemos que esa caída tan brusca que ha habido se debe –esencialmente- al brutal descenso del sector del transporte terrestre, aéreo y marítimo por la pandemia. De modo que si queremos enfrentarnos bien a la transición energética, el sector clave a transformar, es precisamente el del transporte.