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Alfredo Pérez Rubalcaba quiere ser presidente para crear empleo, construir una economía sana y competitiva, fortalecer la igualdad de oportunidades y mejorar la democracia, en un escenario político y económico en el que, dice, “tenemos que ser ambiciosos en nuestras aspiraciones y realistas en nuestras propuestas y en nuestras soluciones” porque nunca se le oirá “comprometer algo que no me sienta capaz de llevar adelante”.
Planteado de esta manera, se trata de una formulación socialdemócrata tradicional que puede ser aceptada por la práctica totalidad de la ciudadanía, no se puede estar en desacuerdo con ninguno de los cuatro objetivos, y sin embargo solo una minoría le concedía la posibilidad de obtener al menos una mayoría simple en las elecciones de marzo de 2012.
El por qué es fácil de comprender, en las dos últimas legislaturas formó parte de un grupo parlamentario socialista y de varios gobiernos de España presididos por José Luis Rodríguez Zapatero, cuya gestión ha conducido precisamente a resultados contrarios: la mayor tasa de desempleo conocida, una economía en crisis y poco competitiva, una falta casi total de oportunidades para la juventud, una democracia secuestrada por unos partidos políticos tocados por la corrupción y la burocratización de sus aparatos de gestión y dirección, que protagonizan semana tras semana debates baldíos en las Cortes y en los parlamentos regionales y autonómicos.
Además, la ciudadanía permanecía aletargada, la pregunta más extendida era hasta hace pocos meses por qué no se producía una revuelta social, y precisamente ahora esa revuelta se ha producido protagonizada por miles de personas indignadas que han tomado plazas emblemáticas para hacerlo público, con mensajes que han sido calificados de ingenuos e inconexos, pero que mostraban un hartazgo real y una voluntad de cambio que ha despertado todas las conciencias dormidas.
Alfredo: a dónde vas
La mayoría de las opiniones que he leído en Periodistas-es, y que enlazo al final del texto, coinciden en estas apreciaciones, que podrían expresarse de forma castiza en “dónde vas Alfredo”, parafraseando la copla dedicada a la reina María Cristina, pero creo sinceramente que Rubalcaba sí tiene una oportunidad en las elecciones del 20N, si es capaz de hacer ver a la ciudadanía que hemos pagado la bisoñez de Zapatero como gobernante, pero que estaríamos mucho peor si la historia no se hubiera torcido para el PP y termináramos ahora el segundo mandato de Rajoy.
Quiero pensar que posiblemente nos estaríamos mirando en el espejo de Islandia y no en el de Grecia y Portugal. Imaginen conmigo: los empresarios que crearon y se beneficiaron de la burbuja inmobiliaria respondiendo ante los jueces, los banqueros que llevaron sus balances al límite despedidos por los accionistas, los políticos que han hundido las cajas de ahorro defenestrados por los electores en las últimas municipales. Este escenario es el que la mayoría de españoles esperaba de Rodríguez Zapatero.
Ahora Rubalcaba pisa el acelerador: “No podemos esperar a que la economía esté a pleno rendimiento para buscar formulas de creación de empleo, tenemos que ir más deprisa”, dice, es el momento de aplicar “políticas redistributivas” para que “aquellos que más se han sacrificado en la crisis, puedan ver recompensado ese sacrificio”, añade, “muy pronto será el momento de pedir a las cajas y a los bancos que de sus beneficios dejen una parte para la creación de empleo”, agrega, y propone recuperar el Impuesto de Patrimonio que “realmente grave a los grandes patrimonios” y eliminar burocracia y entidades administrativas heredadas del pasado y que ahora aportan poco a la sociedad.
En el ámbito de la política defiende la necesidad de mejorar el funcionamiento de la democracia, reformado la Ley Electoral, facilitando la participación ciudadana y practicando una nueva forma de hacer política sin crispación ni sectarismo.
Yo sí me lo creo, aunque me defraudó junto a otros mil colegas en la reforma del Estatuto de la Agencia EFE: “eso lo hablas con Oscar López” me dijo el día que se presentaba la reforma de RTVE y le echaba en cara que nos había dejado tirados en la Agencia. Pero está claro que le superaron los intereses de otros miembros del Gobierno, en donde al final ha habido más papistas que el Papa, más monárquicos que Don Juan Carlos, y más economicistas que los propios gestores de los fondos especulativos.
Así que, resumiendo, Rubalcaba puede ser el próximo presidente del Gobierno de España, pero los primeros que se lo tienen que creer son los propios militantes y simpatizantes socialistas, porque si la propia militancia piensa que se ha presentado como candidato para salvar la cara el 20N y dar después paso a una nueva generación de políticos socialistas estarán quemando posibilidades para muchos años, porque enfrente tienen una gran partido de la derecha europea, que aunque esté muy infiltrado por ideólogos extremistas, cuenta con una dirección que conoce bien los límites de desarraigo ciudadano que se puede permitir España sin que se produzca un estallido social por finiquitar toda la protección social.