En Hungría, el autoritario Viktor Orbán acaba de dar su último golpe. A medianoche del domingo 14 de febrero, ha dejado de emitir Klubrádio, fundada en 1999, que alguien describió como «la radio portavoz de la Budapest liberal».
Un tribunal ratificó previamente (el día 4 de febrero) la decisión de clausura tomada antes por un Consejo de los Medios en donde el iliberal Orbán tiene impuesta la mayoría unanimista de su partido, el FIDESZ (Fiatal Demokraták Szövetsége, Alianza de Jóvenes Demócratas), actualmente reconvertido en FIDESZ-MPS (FIDESZ-Magyar Polgári Szövetség).
Era la última emisora de radio de oposición a Orbán, quien antes liquidó, en 2016, el diario Népszabadság, que jugaba el mismo papel opositor entre los diarios impresos, o el digital Index, eliminado a finales de julio de 2020. Otra suerte corrió el portal Origo que ha sido capturado por aliados empresariales de Viktor Orbán para convertirse en difusor de bulos y propaganda del orbanismo. Ejemplo: durante la intrusión violenta de los partidarios de Donald Trump en el Capitolio de Washington ese digital, Origo, culpó a Joe Biden de organizar el asalto. Una muestra de la sintonía de Orbán y sus partidarios con el expresidente de Estados Unidos.
Las federaciones europea (FEP) e internacional (FIP) de periodistas han rechazado durante años los ataques del gobierno de Hungría contra los derechos de los periodistas, incluidos sus derechos laborales, y el cierre forzado -sin prisa, pero sin pausa- de medios críticos. Lo mismo hacen reiteradamente diversas organizaciones internacionales de defensa de los Derechos Humanos que reclaman, en especial a la Unión Europea, que utilice los tratados en los que se basa la UE para frenar los retrocesos de las libertades y derechos ciudadanos que promueve el primer ministro húngaro, el ultraderechista Viktor Orbán.
Al modo de casos precedentes, la pérdida de frecuencia de Klubrádio se ha justificado pretextando dos incumplimientos menores de las normas de emisión. Al parecer, presentó tarde los contenidos de su programación. La normativa exige un informe semanal que garantice la emisión de unas determinadas cuotas de música húngara en las diferentes radios, que por supuesto otras emisoras incumplen sin problemas.
Creada en 1999, Klubrádio intentaba ser la voz de los restos del lento naufragio democrático. Klubrádio se mantiene en Internet (klubradio.hu), pero las autoridades no han permitido renovar su licencia para seguir emitiendo en FM (frecuencia 92.9 Mhz). El año pasado, hubo un (bien premeditado) cambio legal que permitía impedir la renovación de cualquier uso de frecuencia durante los períodos en los que pudiera haber una disputa judicial sobre su uso. Las normas siguen permitiendo a Klubrádio recurrir su cierre, pero el desarrollo último de ese recurso judicial podría tardar años y, en cualquier caso, otros amigos del autoritario primer ministro húngaro habrán ocupado ya el punto 92.9 de la FM en el área de Budapest.
Mediante esta acción, el régimen de Hungría contraviene el artículo 11 de la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea sobre libertad de información y expresión.
En declaraciones al diario belga La Libre Belgique, Mihály Hárdy, redactor-jefe de la emisora, ha declarado: «Intentamos exponer a la luz pública todo tipo de asuntos, desde los medioambientales hasta los derechos sindicales y de los trabajadores, la pobreza o la discriminación contra los gitanos húngaros».
Klubrádio, que se añade a la lista de otros medios de comunicación abatidos por su gobierno, sobrevivía con dificultades porque sus ingresos publicitarios ya eran muy reducidos. El control de ese mercado es otro de las mecanismos utilizados por Orbán para asfixiar a los medios que intentan seguir siendo críticos. Una última campaña de aportaciones voluntarias consiguió reunir 300.000 euros para mantener viva la emisora. A lo largo de una década, las donaciones ciudadanas han aportado más de cuatro millones de euros para defenderla. Sólo así ha podido sostenerse hasta hoy.
Ahora, los círculos del poder podrán decir que se mantiene digitalmente, pero hay que recordar que buena parte de su audiencia -sobre todo los de mayor edad- no escuchan la radio por internet. Antes, Klubrádio ya había ido perdiendo sus frecuencias en otras zonas de Hungría alejadas de la capital.
Mientras Zoltán Kovacs, portavoz del Gobierno en este asunto, habla de «histeria internacional» cabe seguir haciéndose preguntas sobre la falta de respuesta adecuada de las instituciones europeas ante las sucesivas agresiones contra las libertades por parte del autoritario Viktor Orbán. ¿Hasta cuando?
Muchos ciudadanos húngaros, sobre todo en Budapest, siguen expresando su rechazo a las medidas antidemocráticas del gobierno húngaro.