Tomo prestado el título de un interesante programa semanal de La 2 de TVE para lamentar la desaparición, el pasado 6 de marzo de 2021, de Lou Ottens, el holandés que inventó ese ingenio que tanto servicio nos ha hecho a los periodistas y a los melómanos: la cassette.
Se trata de ese pequeño rectángulo en el que cabía una entrevista de dos horas o un LP completo, esa banda magnética que borrábamos o regrabábamos hasta que se hacía pedazos; que, cuando se enganchaba –porque tenía también sus imperfecciones- y se salía, recolocábamos con ayuda de un Bic. Repaso estas líneas y no hay duda de que estoy hablando de otros tiempos.
En la historia de las grabaciones musicales solemos cometer un olvido: se supone que lo primero fue el rodillo perforado, después los discos de 78 revoluciones por minuto, luego el 33 revoluciones en la modalidad de single (con dos canciones, cara A y cara B), y desdoblado en el mismo formato pero con cuatro cortes, dos por cada cara, y LP (larga duración, no menos de 10/12 melodías). Después ya entramos en la era del CD, en sus sucesivas mejoras al compás de la evolución tecnológica, hasta la Alta Fidelidad (HF) de nuestros días.
El hueco que olvidamos rellenar es de la cassette, instrumento reproductor no solo de música (también de palabras), que tuvo sus años de gloria en la década de los años ochenta y que, en lo tocante a reproducción musical, fue desplazado poco a poco por el walkan, el mp3, y así sucesivamente.
Aunque todavía andamos sobre la tierra un nada despreciable puñado de fieles al cassette, que tomamos la parte por el todo y denominamos así tanto a la banda magnética como al aparato donde hay que introducirla para escuchar su contenido.
Fieles que hemos sentido un pellizco en el alma al enterarnos de la desaparición del ingeniero holandés Lou Ottens, quien en 1964 dirigía el equipo de Philips que inventó y fabricó la primera cassette (y que años después también formó parte del equipo que inventó el CD, pero esa es otra historia).
Como han definido en las páginas culturales del diario francés Libération, «la cassette fue el soporte contracultural por excelencia, un objeto democrático, sólido, versátil, interactivo desde 1968 –año en que mejoró con un micrófono, lo que permitía también grabar y pasó a llamarse magnetófono-cassette (…) que hizo temblar a la industria musical con su capacidad para duplicar hasta el infinito sus producciones (…).. La invención revolucionó el acceso a la música. Se estima que en el mundo se han vendido no menos de cien mil millones de cassettes…».
La nostalgia se siente particularmente con la muerte de su inventor. Lou Ottens –el chico holandés que durante la Segunda Guerra Mundial, todavía adolescente, se dedicaba a arreglar los aparatos de radio de sus familiares y vecinos- se ha marchado con 94 años.
Eligió el tamaño de la cassette inspirándose en el bloc de notas que siempre llevaba en el bolsillo, y en un paquete de cigarrillos. Como dijo en el documental de 2016 «Cassette: A Documentary Mixtape: Esperábamos que fuera un éxito pero no una revolución. Y lo mejor es que no ha terminado. Sé que muchas personas la utilizan todavía».