El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, anunció el pasado sábado que la construcción del canal que conectará el Mar Negro con el Mar de Mármara, un faraónico ideado por su equipo de Gobierno, comenzará hacia finales de este mes, desestimando los innegables efectos negativos de la pandemia sobre la economía de su país.
El anuncio de Erdogan se produce una década después de que el político islamista lanzara el descabellado proyecto de crear una vía fluvial de 45 kilómetros destinada a reducir la presión naval sobre el estrecho de Bósforo.
Un informe de viabilidad preparado por el Gobierno de Ankara en 2019, señala que el coste estimado del Canal de Estambul podría ascender a alrededor de 13.000 millones de dólares.
El Canal de Estambul comenzaría en el distrito de Kucukcekmece, cerca del Mar de Mármara, donde ya existe un lago interior, y se dirigirá hacia el embalse de Sazlidere, tras lo cual terminará en el Mar Negro, al norte de la localidad de Durusu. Con una profundidad de 25 metros y una anchura de 400, el nuevo canal se integraría con nuevos puertos e instalaciones logísticas e incluirá tres túneles subterráneos destinados a los auto vehículos.
Erdogan confía en que la edificación de esta obra de genio civil impulsará la creación de nuevos asentamientos urbanos, redundando asimismo en la creación de miles de puestos de trabajo; una buena baza para el incremento de su popularidad antes de las próximas elecciones presidenciales, previstas para mediados de 2023.
Conviene señalar que, durante los 18 años de su gobierno, Erdogan invirtió decenas de miles de millones de dólares en gigantescos proyectos de infraestructura, como el modernísimo aeropuerto de Estambul, un nuevo puente sobre el Bósforo y la construcción de grandes centros médicos.
Sentaremos las bases para el Canal de Estambul a fines de junio, declaró Erdogan durante una ceremonia que conmemoraba la conquista otomana de Constantinopla en 1453. Construiremos dos asentamientos urbanos en ambas orillas del Canal. Gracias a ellos, la importancia estratégica de Estambul aumentará.
Erdogan rechazó las preocupaciones expresadas por sus rivales políticos de que el proyecto afectaría a los contribuyentes, dañaría el medio ambiente y violaría la Convención de Montreux de 1936 sobre la libertad de navegación en el Bósforo. El presidente turco hizo hincapié en el hecho de que Turquía no denunciaría la Convención de Montreux y que los navíos de guerra (de la OTAN) podrán utilizar el nuevo canal.
Las promesas del presidente no parecen haber convencido al alcalde de Estambul, Ekrem Imamoglu, acérrimo detractor del partido de Erdogan, que se ha comprometido a recurrir a todos los medios legales para bloquear el proyecto, considerando que este podría plantear un peligro para para el medio ambiente y la infraestructura de la ciudad. Según Imamoglu, la construcción del canal implicaría una disminución del acceso al agua potable de los 16 millones de habitantes de Estambul.
Otro argumento esgrimido por la oposición es la escasa utilidad del proyecto, dado que el tráfico marítimo a través del Bósforo ha disminuido durante la última década. Según el Ministerio de Transporte de Ankara, alrededor de 38.400 barcos transitaron por el Bósforo el año pasado, frente a los 55.000 de 2006, aunque el tonelaje total registró un aumento de un 30 por ciento.