Gorbachov denuncia la «arrogancia» de los Estados Unidos

Mijaíl Gorbachov, el nonagenario dirigente soviético acusado por los medios de comunicación británicos de haber perdido un imperio en unas Navidades, volvió a la palestra esta semana, escasas horas después de la celebración de la explosiva rueda de prensa anual del actual líder del Kremlin, Vladimir Putin, quien acusó a los Estados Unidos y la OTAN de haber engañado miserablemente a Rusia en las últimas décadas.

A primera vista, el resurgir de Gorbachov parecía fortuito. En su caso, se trataba de rememorar el 30 aniversario de la desaparición de la Unión Soviética, el gigante que se desmontó de un plumazo en diciembre de 1991, cuando los presidentes de Rusia, Ucrania y Bielorrusia firmaron el acta de defunción de la URSS. Se trataba, según Gorbachov, del lógico final de la Guerra Fría.

Treinta años después, el último líder del imperio soviético entona la mea culpa. Sí, Occidente lo había engañado. Su interlocutor predilecto, Ronald Reagan, le había advertido en reiteradas ocasiones: Fíate de mi palabra, pero comprueba los hechos… Pero Gorbachov se limitó a fiarse de las palabras de sus interlocutores estadounidenses. Al igual que su sucesor, Boris Yeltsin, controvertido personaje que acabó desmantelando el sistema comunista antes de… darse de baja del Partido. Un confuso legado para su heredero, el crédulo Vladimir Putin.

Para el actual inquilino del Kremlin, el colapso de la URSS fue el mayor desastre geopolítico del siglo XX. Una decisión que Putin, al igual que los ultranacionalistas de Vladimir Jhirinovsky, considera un punto de inflexión para el declive de Rusia.

Para Gorbachov, el desmembramiento de la Unión Soviética alimentó la arrogancia de los Estados Unidos, facilitando la expansión de la Alianza Atlántica hacia el Este. Los Estados Unidos adoptaron una postura triunfalista, considerando que fueron ellos los vencedores de la Guerra Fría. Olvidan que la confrontación y la carrera nuclear quedaron superadas gracias al esfuerzo conjunto de Moscú y Washington, añade.

El último presidente de la Unión Soviética confía en que las negociaciones de seguridad ruso-norteamericanas, solicitadas por el equipo de Putin, finalizarán con resultados positivos. Entre las demandas presentadas por el Kremlin figuran la congelación de las candidaturas a la OTAN de dos países limítrofes – Ucrania y Georgia – así como el compromiso formal de Occidente de no abrir nuevas bases militares en el territorio de Estados pertenecientes a la antigua URSS.  

La tardía reacción de Mijaíl Gorbachov coincide, pues, con el aniversario del colapso de la Unión Soviética. Una fecha en la cual muchos ciudadanos de la Federación Rusa añoran los buenos viejos tiempos del autocrático régimen de los gulags. No, desengañemos; los nostálgicos de la URSS prefieren centrarse en la grandeza de la fenecida segunda potencia mundial, pasando un tupido velo sobre los aspectos sombríos del régimen de los soviets.

¿El pasado? Recuerdo aquel día de noviembre de 1985, cuando el entonces primer secretario del PCUS nos invitó a la inexpugnable sede ginebrina de la Unión Soviética ante la ONU para hablarnos de los importantes cambios que se avecinaban. Fue un discurso sorprendente.

Al abandonar el recinto de la misión diplomática, escuché el comentario de dos agentes de seguridad – probablemente miembros de la KGB – que no daban crédito a sus oídos: Pero, ¿qué está haciendo este hombre?

¿De verdad confió en la buena fe de sus interlocutores, Mijaíl Sergueievich? ¿De verdad, camarada Gorbachov?

Confieso que los periodistas somos algo más incrédulos.

Adrian Mac Liman
Fue el primer corresponsal de "El País" en los Estados Unidos (1976). Trabajó en varios medios de comunicación internacionales "ANSA" (Italia), "AMEX" (México), "Gráfica" (EE.UU.). Colaborador habitual del vespertino madrileño "Informaciones" (1970 – 1975) y de la revista "Cambio 16"(1972 – 1975), fue corresponsal de guerra en Chipre (1974), testigo de la caída del Sha de Irán (1978) y enviado especial del diario "La Vanguardia" durante la invasión del Líbano por las tropas israelíes (1982). Entre 1987 y 1989, residió en Jerusalén como corresponsal del semanario "El Independiente". Comentarista de política internacional del rotativo Diario 16 (1999 2001) y del diario La Razón (2001 – 2004). Intervino en calidad de analista, en los programas del Canal 24 Horas (TVE). Autor de varios libros sobre Oriente Medio y el Islam radical.

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