Evitar la degradación que la tala de árboles, la invasión de especies y los incendios producen en los bosques es la medida más importante para preservar sus stocks de carbono, muy por encima de factores como el clima, el suelo y la topografía, informa Pablo Corso[1] desde Buenos Aires.
Así lo asegura un estudio publicado en la revista Science Advances, centrado en el bosque atlántico que se extiende a lo largo de la costa oriental de Brasil, penetrando hacia Argentina y Paraguay.
Hogar de más de 148 millones de personas, este ecosistema puede albergar hasta 450 especies de árboles en apenas una hectárea, y es el hábitat de animales tan emblemáticos como el jaguar, el perezoso y el tucán.
Para conocer los efectos del ambiente y la actividad humana sobre los stocks de carbono el estudio apeló a 892 inventarios de árboles. Comprender esos procesos resulta fundamental para el diseño de políticas contra el cambio climático.
Las perturbaciones al interior de los bosques resultaron el factor más relevante —30 por ciento superior a cualquiera de los demás— a la hora de considerar las variaciones de carbono.
Los factores de degradación (que también incluyen al pastoreo y la caza) explican buena parte de esa dinámica, plantea en un correo electrónico a SciDev.Net Renato Lima, uno de los autores. El informe calcula que aumentos en esas perturbaciones de 100, 50 y 25 por ciento representarían pérdidas de carbono del 15, 8 y 4 por ciento respectivamente.
Claudio Maretti, investigador en la Universidad de São Paulo, que no participó en la investigación, también llama la atención sobre los procesos indirectos que llevan a la degradación, fundamentalmente «el calentamiento global, que genera cambios en el tamaño, la calidad y la variedad de especies» de árboles.
Además, recuerda que la tala y la disminución de las parcelas boscosas habilitan las condiciones para una mayor polución ambiental, lo que empeora la calidad de esos ecosistemas.
El estudio pronostica que si el calentamiento global continuara a las tasas actuales, las pérdidas de carbono podrían superar 13 por ciento.
«Los cambios climáticos son eventos complejos», advierte Maretti. «Si los bosques se calentaran manteniendo su humedad podría llevar a un crecimiento mayor [de los árboles], lo que significaría más carbono».
El artículo destaca la importancia de los bosques dominados por árboles de madera dura, muchas semillas y hojas grandes. Son especies más eficientes para capturar la luz, algo esencial para su crecimiento y, por ende, la asimilación de carbono.
Cuando su presencia disminuye, los ecosistemas se deterioran. Manuel Jaramillo, director ejecutivo de la Fundación Vida Silvestre (Argentina), explica que la madera que suele cosecharse en el bosque atlántico (por ejemplo, lapacho e incienso) es reemplazada naturalmente por otras menos densas y longevas, como la caña.
Aún 88 años después de haber sido declarada Parque Nacional, la zona de Iguazú (en el noreste argentino) «sigue mostrando áreas no recuperadas e invadidas por otras especies. Dejar de intervenir los bosques no asegura su recuperación», ejemplifica.
En esa región, las iniciativas de tala selectiva de especies de interés comercial tampoco mostraron indicadores de recuperación satisfactoria.
La investigación de Science Advances advierte que no hay correlación directa entre el volumen de carbono y la diversidad de especies vegetales: «Enfocarse en las áreas con grandes stocks no necesariamente va a preservar aquellas de mayor biodiversidad», explica Lima.
Por eso, Maretti pide que las políticas públicas se esfuercen por conservar los bosques en su diversidad genética, biológica y ecosistémica.
Entre las técnicas para lograrlo, Jaramillo menciona la poda de especies invasoras y la selección de aquellos árboles que almacenan más carbono.
Como los proyectos de manejo forestal pueden ser costosos y sufrir la competencia del mercado de madera ilegal, también remarca la necesidad de una intervención estatal eficiente: «En el caso argentino, se debe implementar en forma efectiva la Ley de Bosques, asegurando que en las áreas amarillas [no pueden desmontarse pero sí someterse al aprovechamiento sostenible] haya un financiamiento apropiado de las tareas de recuperación».
Además, es necesario que las provincias «fortalezcan sus mecanismos de control, para asegurar que madera que llega a los aserraderos provenga del manejo sustentable y no de la tala ilegal».
Lima aconseja priorizar los esfuerzos para combatir los incendios, restringir la entrada de ganado y plantar especies que restituyan la diversidad de los bosques.
Maretti, finalmente, pide un esfuerzo que esté a la altura de los daños causados: «Degradamos, talamos y deforestamos tanto que por la salud de las personas, el bienestar de las sociedades y la mitigación del cambio climático hay que mantener y restaurar todos los bosques que sean posibles».