El lenguaje como herramienta básica

He experimentado casi todas las facetas de la comunicación social, y en cada una he procurado ser coherente y consecuente con lo que he predicado. En junio de 1982 publiqué mi primer artículo de opinión, que me permitió convertirme en articulista del diario Última Hora, del estado Portuguesa, Venezuela.

En 1991 obtuve el certificado de locutor de estaciones radiodifusoras, expedido por el entonces Ministerio de Transporte y Comunicaciones. En ese medio no tuve mayor figuración, pues solo me desempeñaba de manera eventual, dado que mi oficio principal era el de técnico al servicio de la empresa eléctrica del Estado venezolano. Sin embargo, la radio siempre ha sido una de mis pasiones; pero más como oyente, que como locutor.

En 1994, luego de convencerme de que tenía facilidad para la gramática, me dediqué a escribir una columna sobre las impropiedades más frecuentes en los medios de comunicación, que nació en El Regional, pasó por Última Hora, y luego este medio (periodistas-es.com) me abrió sus puertas para continuar el trabajo de divulgación.

En 2017 obtuve el título de licenciado en Comunicación Social, por la Universidad Católica Cecilio Acosta, de Maracaibo, estado Zulia.

Les cuento todo esto, no por vanidad, sino por expresar mi respeto al oficio y a mi pasión por el buen decir. Todas esas vivencias me han permitido adquirir madurez y convicción de que la herramienta básica de un periodista, de un articulista, de un columnista y de un locutor, es escribir bien y hablar de la mejor manera.

Desafortunadamente, muchos de los que hacen vida en los medios de comunicación no han asumido con responsabilidad el rol que les corresponde desempeñar, y por eso, su escritura y expresión oral son deficientes. Claro está, hay honrosas excepciones que se distinguen muy fácilmente.

En el caso de los periodistas, siempre he dicho que existen muchos que solo se han conformado con lo que aprendieron en la universidad. Por eso su redacción es poco atractiva y está plagada de vicios que pudieron haber sido erradicados si le hubieron dedicado tiempo a la lectura de libros y manuales que ofrecen formas sencillas para superar los obstáculos.

Eso ha hecho que sean frecuentes el mal uso del gerundio, de los signos de puntuación; la utilización de verbos con significado diferente del que registran los diccionarios, amén de otros aspectos fundamentales para una escritura medianamente aceptable.

En Caracas hay un periodista que muy bien pudiera llamársele el Rey de las Comillas, pues no desperdicia oportunidad de colocarlas por lo menos tres veces en cada párrafo, generalmente innecesarias. Y no me digan que ese es su estilo, no. Es una falta de conocimiento, ante una situación que se supera fácilmente.

Esas deficiencias están presentes en todas las fuentes del periodismo informativo impreso; pero en la redacción de sucesos son más notorias. Las palabras son siempre las mismas, y las impropiedades también, lo cual denota poco gusto y cero creatividad. A eso se suma el hecho de que se ha arraigado la mala costumbre, en el caso de organismos oficiales, de redactar bajo la imposición de una forma, por demás mediocre, de exaltar la figura del o de los jefes de la fuente, seguramente con el deseo (de los jefes) de ser ascendidos de cargo por su eficiencia.

Por esa razón es frecuente, por lo menos en muchos medios venezolanos, que cuando la policía aprehende a un ciudadano en la comisión de un delito, se diga, por ejemplo, que «ese operativo se realizó por instrucciones del comandante Fulano de Tal». O sea, el comandante Fulano de Tal ya sabía que en el sitio tal y a la hora tal se iba a consumar un hecho delictivo, por lo que, era necesario tomar las previsiones. «¡Eficiencia o nada!».

En el ámbito radiofónico ocurre algo parecido, pues con el surgimiento de las denominadas emisoras comunitarias, se ha desvirtuado la verdadera razón de ser de ese importante medio. Por lo general, los que se hacen llamar locutores, que en realidad no lo son, no tienen la mínima noción de la función que deben cumplir. Ignoran que el verdadero locutor es un educador a distancia, y para tal efecto, debe poseer buena dicción y un cúmulo de conocimientos que le permitan desarrollar cabalmente la noble labor de educar, entretener e informar.

Con la excepción de los que sí han asumido con responsabilidad y profesionalismo su desempeño, otros tantos han hecho que la radio haya perdido su verdadera esencia.

David Figueroa Díaz
David Figueroa Díaz (Araure, Venezuela, 1964) se inició en el periodismo de opinión a los 17 años de edad, y más tarde se convirtió en un estudioso del lenguaje oral y escrito. Mantuvo una publicación semanal por más de veinte años en el diario Última Hora de Acarigua-Araure, estado Portuguesa, y a partir de 2018 en El Impulso de Barquisimeto, dedicada al análisis y corrección de los errores más frecuentes en los medios de comunicación y en el habla cotidiana. Es licenciado en Comunicación Social (Cum Laude) por la Universidad Católica Cecilio Acosta (Unica) de Maracaibo; docente universitario, director de Comunicación e Información de la Alcaldía del municipio Guanarito. Es corredactor del Manual de Estilo de los Periodistas de la Dirección de Medios Públicos del Gobierno de Portuguesa; facilitador de talleres de ortografía y redacción periodística para medios impresos y digitales; miembro del Colegio Nacional de Periodistas seccional Portuguesa (CNP) y de la Asociación de Locutores y Operadores de Radio (Aloer).

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