La invasión rusa de Ucrania en febrero ha dado lugar a un flujo acelerado de armas hacia el país asolado por la guerra, elevando a la nación agraviada a las filas de los principales receptores de armas y asistencia de seguridad de Estados Unidos, informa Thalif Deen (IPS) desde Naciones Unidas.
Hasta la primera semana de octubre, Washington ha proporcionado la friolera de 17.500 millones de dólares en armas y asistencia militar a Ucrania.
Los cinco mayores compradores de armas de Estados Unidos durante el periodo 2017-2021 fueron Arabia Saudí, que acaparó 23,4 por ciento de todas las exportaciones estadounidenses de armas, seguido por Australia (9,4 por ciento), Corea del Sur (6,8 por ciento), Japón (6,7 por ciento) y Qatar (5,4 por ciento), según las últimas estadísticas publicadas por el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (Sipri).
Pieter Wezeman, investigador principal del Programa de Transferencias de Armas del Sipri, dijo a IPS que Ucrania ha recibido importantes sistemas de armamento de Estados Unidos, como veinte lanzacohetes de largo alcance Himars, cerca de mil modelos antiguos de vehículos blindados ligeros usados, radares y 142 cañones remolcados M-777.
Puntualizó que «estos son los sistemas más valiosos que Ucrania ha recibido de Estados Unidos, pero el número y el valor militar o financiero de estas armas son modestos en comparación con lo que algunos otros países han recibido en sistemas importantes en los últimos años».
Señaló que Ucrania no ha recibido otros artículos que son especialmente valiosos como tanques modernos, aviones de combate, buques importantes y sistemas de defensa aérea de largo alcance.
Natalie J. Goldring, profesora visitante en la Escuela Sanford de Política Pública de la estadounidense Universidad de Duke, situada en el estado de Carolina del Norte, dijo a IPS que en cualquier caso las transferencias de armas a Ucrania conllevan numerosos riesgos.
«Un riesgo importante es que las armas sean capturadas por las fuerzas rusas y potencialmente utilizadas contra las fuerzas occidentales. Otro es que las armas que queden cuando el conflicto termine sean transferidas a otras áreas de conflicto», advirtió.
Uno de los escenarios de pesadilla, remarcó, es que las armas estadounidenses se utilicen contra las fuerzas estadounidenses. La transferencia de grandes cantidades de armas en un periodo de tiempo tan corto aumenta este riesgo al dificultar la rendición de cuentas y la prevención del desvío de las armas.
Peor quizás el mayor riesgo de todos, adujo, «es que el presidente ruso Vladimir Putin no acepte el argumento de que estas armas solo se suministran para ayudar a Ucrania a defenderse, sobre todo si estamos suministrando armas que pueden atacar objetivos dentro de Rusia».
Esto puede llevar a una escalada y expansión del conflicto, y probablemente produciría aún más amenazas de uso de armas nucleares de las que ya ha hecho el presidente Putin, consideró.
«La escalada de las amenazas aumenta a su vez el riesgo de que se utilicen armas nucleares, ya sea de forma deliberada o por accidente o error de cálculo», dijo Goldring, quien también representa al Instituto Acrónimo para la Diplomacia del Desarme en las Naciones Unidas, en cuestiones de armas convencionales y comercio de armas.
Al final, argumentó, independientemente del resultado del propio conflicto, los contratistas militares siempre ganan.
El Departamento de Defensa ya ha comenzado a pedir reemplazos para algunas de las armas enviadas a Ucrania. Los fabricantes de armas estadounidenses se están beneficiando de lo que parece ser un compromiso indefinido de suministro a las fuerzas ucranianas.
Durante la sesión de alto nivel de la 77 Asamblea General de las Naciones Unidas, el presidente Biden dejó claro el 21 de septiembre una vez más que Estados Unidos apoyará al pueblo de Ucrania «durante todo el tiempo que sea necesario».
Dwight D. Eisenhower en su discurso de despedida a la nación, 17 de enero de 1961 dijo lo siguiente: «Nuestro trabajo, los recursos y los medios de subsistencia son todo lo que tenemos; así es la estructura misma de nuestra sociedad. En los consejos de gobierno, debemos evitar la compra de influencias injustificadas, ya sea buscadas o no, por el complejo industrial-militar. Existe el riesgo de un desastroso desarrollo de un poder usurpado y [ese riesgo] se mantendrá. No debemos permitir nunca que el peso de esta conjunción ponga en peligro nuestras libertades o los procesos democráticos».
El complejo industrial-militar (proveniente del término original en inglés: military–industrial complex) es un concepto que se aplica a los intereses económicos de la industria militar aplicados al armamentismo y a una política militarista o imperialista.
Eisenhower lo aplicaba a los grupos industriales estadounidenses interesados en mantener la carrera armamentística entre los Estados Unidos y la Unión Soviética durante la Guerra Fría para su beneficio económico; posteriormente fue ampliada por otros políticos estadounidenses, como el senador demócrata J. William Fulbright.2
Actualmente en Estados Unidos el término también engloba a la amplia red de contratos y flujos monetarios y de recursos que circulan entre los contratistas privados de defensa, el Pentágono y el Congreso y el gobierno